martes, 11 de marzo de 2014

Las lágrimas de San Lorenzo, Julio LLamazares

Si tuviera que hablar de lágrimas en estos días me sobrarían comentarios porque a ratitos estoy surtidas de ellas... como no es el caso voy a describiros el contenido de esta melancólica e intimista novela de uno de mis escritores favoritos. En sus comienzos ya me trajo a la memoria otro libro que comenté cuando inauguré mi blog, “Rosas para Gabriela” de Xosé A Perozo y supe que de seguir la trayectoria que tanto me recordaba a esta, no me iba a decepcionar.
Mi instinto no se equivocó. La noche de San Lorenzo es esa entrañable noche de agosto en la que asistimos al fenómeno de la lluvia de estrellas, en este caso la metáfora son las lágrimas de San Lorenzo por ser la festividad en la que tiene lugar tan curioso espectáculo meteorológico. Quién de niño no se ha cogido una silla de campo y se ha ido a la orilla de una charca a disfrutar de tal “llanto” del cielo en plena noche. Sobre este ambiente se desarrolla una sencilla y conmovedora historia basada en dos pilares fundamentales, los recuerdos y el paso del tiempo.
Ambientada en Ibiza la obra no presenta una trama organizada con inicio, desarrollo y final. Un profesor de universidad tras haber recorrido buena parte de su vida física, profesional y emocional, decide en compañía de su hijo Pedro realizar un viaje junto a él a la isla para aprovechando este evento, realizar una mirada a su pasado, a sus recuerdos, a su infancia, a lo que tuvo y a lo que perdió y siempre ante la atenta mirada de su acompañante hacia el que se reprocha no haber disfrutado lo suficiente cuando pudo hacerlo.
Muchas son las enseñanzas de la narración descrita en esa detallada relación padre-hijo, en esa recuperación y añoranza, el personaje integra en la historia todos y cada uno de los personajes que formaron parte de su vida, misterios no resueltos, relaciones sentimentales que le marcaron como niño y como hombre; es en definitiva un elegante desnudo de sentimientos que confluyen en la verdad indiscutible del “paso del tiempo” y las diferentes maneras de gestionar tan inevitable realidad.
El recurso de la contemplación del cielo estrellado y la caída de las estrellas sirven para dar paso a los relatos de vida de nuestro protagonista que bien podría estar buceando en lo más profundo de su alma. Es esta mi percepción porque he podido observar diferentes estados de ánimo en función del momento, lo relatado y la edad de la experiencia vivida; el paso del tiempo se acepta unas veces con nostalgia y otras con severa rebeldía y el autor lo plasma intensamente, tanto que me atrevería a pensar en rasgos autobiográficos, más que nada porque cualquier mortal puede compartir semejante binomio de lo único que no podemos frenar: el tiempo.
Recomiendo la novela porque se disfruta de su lectura con una paz y tranquilidad que resulta acogedora y cálida y porque es de los libros que sientes que su final se acerca en contra de tu voluntad... algo así como el paso del tiempo.

Nos pasamos la mitad de la vida perdiendo el tiempo y la otra mitad queriendo recuperarlo” “Que nadie dude dela fugacidad de la vida”.

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