Si
tuviera que hablar de lágrimas en estos días me sobrarían
comentarios porque a ratitos estoy surtidas de ellas... como no es el
caso voy a describiros el contenido de esta melancólica e intimista
novela de uno de mis escritores favoritos. En sus comienzos ya me
trajo a la memoria otro libro que comenté cuando inauguré mi blog,
“Rosas para Gabriela” de Xosé A Perozo y
supe que de seguir la trayectoria que tanto me recordaba a esta, no
me iba a decepcionar.
Mi
instinto no se equivocó. La noche de San Lorenzo es esa entrañable
noche de agosto en la que asistimos al fenómeno de la lluvia de
estrellas, en este caso la metáfora son las lágrimas de San Lorenzo
por ser la festividad en la que tiene lugar tan curioso espectáculo
meteorológico. Quién de niño no se ha cogido una silla de campo y
se ha ido a la orilla de una charca a disfrutar de tal “llanto”
del cielo en plena noche. Sobre este ambiente se desarrolla una
sencilla y conmovedora historia basada en dos pilares fundamentales,
los recuerdos y el paso del tiempo.
Ambientada
en Ibiza la obra no presenta una trama organizada con inicio,
desarrollo y final. Un profesor de universidad tras haber recorrido
buena parte de su vida física, profesional y emocional, decide en
compañía de su hijo Pedro realizar un viaje junto a él a la isla
para aprovechando este evento, realizar una mirada a su pasado, a sus
recuerdos, a su infancia, a lo que tuvo y a lo que perdió y siempre
ante la atenta mirada de su acompañante hacia el que se reprocha no
haber disfrutado lo suficiente cuando pudo hacerlo.
Muchas
son las enseñanzas de la narración descrita en esa detallada
relación padre-hijo, en esa recuperación y añoranza, el personaje
integra en la historia todos y cada uno de los personajes que
formaron parte de su vida, misterios no resueltos, relaciones
sentimentales que le marcaron como niño y como hombre; es en
definitiva un elegante desnudo de sentimientos que confluyen en la
verdad indiscutible del “paso del tiempo” y las
diferentes maneras de gestionar tan inevitable realidad.
El
recurso de la contemplación del cielo estrellado y la caída de las
estrellas sirven para dar paso a los relatos de vida de nuestro
protagonista que bien podría estar buceando en lo más profundo de
su alma. Es esta mi percepción porque he podido observar diferentes
estados de ánimo en función del momento, lo relatado y la edad de
la experiencia vivida; el paso del tiempo se acepta unas veces con
nostalgia y otras con severa rebeldía y el autor lo plasma
intensamente, tanto que me atrevería a pensar en rasgos
autobiográficos, más que nada porque cualquier mortal puede
compartir semejante binomio de lo único que no podemos frenar: el
tiempo.
Recomiendo
la novela porque se disfruta de su lectura con una paz y tranquilidad
que resulta acogedora y cálida y porque es de los libros que sientes
que su final se acerca en contra de tu voluntad... algo así como el
paso del tiempo.
“Nos
pasamos la mitad de la vida perdiendo el tiempo y la otra mitad
queriendo recuperarlo” “Que nadie dude dela fugacidad de la vida”.
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