martes, 19 de mayo de 2015

Para que no me olvides, Marcela Serrano

Cuando me detuve ante este libro, no pude por menos que tararear aquella canción del guapetón de Lorenzo Santamaría,”Para que no me olvides” y con esa melodía leí el argumento de la misma... aunque no suelo leer novelas de género romántico, sí que es cierto que no es la primera vez que elijo a Marcela Serrano y sus relatos, de los que sin duda siempre aprendo algo y disfruto mucho.
Aunque se encuadre en este género no se ajusta a los tópicos del mismo, más bien es un exponente de la narrativa hispanoamericana actual; de hecho no es el amor el eje alrededor del que gira la trama, es la enfermedad, la vida, la supervivencia y otros desafíos que dejan atrás lo puramente “amoroso” de este tipo de novelas.
Os cuento algo de la sinopsis; Blanca, Victoria y Sofía son tres amigas inseparables que comparten sus vidas y su tiempo con relativa frecuencia; durante un fin de semana, Blanca que disfruta de una tarde de sol sufre un accidente cerebral, que deriva en una afasia que impide al cerebro articular el lenguaje, no puede ni leer ni hablar, aunque sí puede entender lo que le sucede. De este modo esta mujer madura y hasta ahora feliz, comienza a recordar su pasado y la historia es contada en primera y tercera persona, mediante flash-backs de la protagonista. Su vida y la de sus amigas se van intercalando en la narración; gracias a este repaso, la autora recompone la acuarela de vivencias de esta mujer que tras finalizar su viaje de recuerdos decide poner fin a su existencia.
El argumento destaca por ser una historia repleta de mujeres y de un muestrario de experiencias del mundo femenino. Para ello las tres se encargarán de mostrarnos tres maneras muy diferentes de encarar la vida a través de sus vivencias; con ello, Marcela nos invita a una reflexión acerca de la condición humana y especialmente de la condición femenina.
Aparentemente puede parecer una historia desgarradora y poco atractiva, pero se ajusta a la realidad cotidiana en la vivimos y aborda el conflicto emocional que deben padecer aquellos, que a causa de una enfermedad y conscientes de lo que les rodea, son incapaces de comunicarse, condenados a un aislamiento injusto y cruel.
La estructura es sencilla, dividida en tres partes que a su vez se presentan en capítulos; dosificación de prosa y diálogos muy bien administrados, por lo que la lectura es amena y fluida. Solamente tengo un inconveniente con Marcela Serrano y es la profusión de términos latinos que desconozco sus significados y sin querer me llevan a quedarme fuera de juego en alguna que otra ocasión.
Me ha gustado, porque resulta muy tierna sin llegar a ser compasiva, la forma de manifestar la agonía de Blanca y lo bien que expone lo espantoso de la “soledad” en compañía, el poder de los recuerdos y el valor de la amistad; además de no escatimar en tratar temas como la familia, el sexo, la infidelidad, el matrimonio o la libertad... siempre desde la óptica femenina.
No es extraño en la autora bucear en el universo de la mujer, ni el privarse de poner al desnudo la intimidad de su alma, ya lo ha hecho en otras obras como “Diez Mujeres” y “Lo que está en mi corazón”, lo mismo que hacer un guiño a los momentos de la Historia de Chile que marcaron ese duro paso de la dictadura a la democracia.
La recomiendo como lectura de transición entre novelas de peso, para disfrutar de la literatura hispanoamericana y para conocer muchas cosas de nuestra condición femenina que seguro aún estamos por descubrir.

Que fácil es ser buena, cuando la vida es buena con una”
Las palabras son mis ojos, también son escrituras, y en este mismo instante espero que alguien me esté deletreando”.

jueves, 14 de mayo de 2015

La mujer justa, Sádor Marai

Os presento una de las novelas más originales que he leído en los últimos meses. El autor es el escritor Sándor Marai, nacido en Eslovaquia pero de nacionalidad húngara, vivió la nada despreciable cifra de ochenta y nueve años, casi la totalidad del siglo XX. Declarado antifascista y vetado por el comunismo, su vida trascurrió entre Italia y Alemania, sus últimos años los pasó en América, hasta que voluntariamente puso fin a la misma.
Su producción literaria está fuertemente influenciada por los acontecimientos de este siglo tan potente que le tocó vivir. En esta ocasión, “La mujer justa” está ambientada en la caída de Budapest, en 1944 en los círculos de la decadente burguesía; compuesta por tres monólogos que corresponden a los tres personajes que conforman la novela, esta edición de Salamandra reúne por primera vez en castellano las dos primeras partes, publicadas en Hungría en 1941, y la tercera, escrita durante su exilio italiano y añadida a la versión alemana en 1949.
Es un libro a tres voces, reflexivo y maduro que cuenta el triángulo amoroso en tres versiones diferentes, ofreciendo una visión personal e individual de lo que significa el amor para cada uno de los personajes. Uno a uno meditan su experiencia, sin pretensiones moralizantes, con fuerza y creando un auténtico relato psicológico que expone tres maneras de vivir y afrontar los sentimientos.
Los personajes están elegantemente tratados, a través de “su voz propia”, recorremos la autopista de sus vidas y conocemos sus respectivos mundos. Se asiste a tres percepciones “justas” de una misma realidad. La mujer que da título a la novela es la esposa de un burgués, que aporta a la vida de los otros dos personajes, sosiego, felicidad, estabilidad y serenidad en un mundo de deseos y amor.
La estructura de la novela es sencilla, tres bloques con ausencia total de diálogos que no resultan demasiados insufribles, aunque en algunos tramos las reflexiones se hacen agotadoras y carga la narración, perdiendo ritmo y fluidez. Narrada en primera persona, el autor se la cuenta a un amigo que le escucha y acaba creando una atmósfera que da la sensación que los que la leemos somos sus interlocutores, lo hace con un lenguaje sencillo y con naturalidad, sin artificios ni adornos.
Personalmente me gustó la primera más que ninguna, tanto que empaña a las dos restantes. Al comienzo de la tercera resulta repetitiva la historia ya que es lo mismo pero desde otro punto de vista; ahora bien, aborda un repertorio de temas muy variados, la pasión, la traición, el desamor, la soledad, la amistad y las clases sociales; porque Marai hace un retrato detallado de la Europa de Entreguerras, recreándose en el papel de la burguesía y sus convenciones sociales. No es un relato apasionante, ni impactante, pero es intimista y a pesar de su falta de acción la recomiendo por lo mucho que aportan sus reflexiones.
Como curiosidad decir que la figura del escritor está por toda la obra y que esta original forma de compartir “a tres” podía parecer inusual entonces, pero en los días que corren nadie se asusta ya de nada o de casi nada...
Un par de tardes es lo que os llevará descubrir a este especial escritor que creía en la existencia de “la mujer justa”.

Misterios hay muchos, el simple hecho de vivir es uno de ellos. Pero de todos el más profundo quizás es ver como la gente en general vive de espaldas a los misterios, mientras habla con gran autoridad y erudición de las cosas menudas de la vida”.

sábado, 9 de mayo de 2015

Distintas formas de mirar el agua, Julio LLamazares


No es la primera obra que comento de Julio Llamazares, no es solamente un poeta al uso, es un escritor de prosa que le otorga a sus palabras un ritmo especial, es tanto como decir que no solo está bien todo lo que escribe, sino además lo que cuenta y la manera en la que lo hace.
Se publicó en febrero de este año, está recién nacida; extensión corta, unas doscientas páginas que se leen de una “sentada”, de manera que por si no gusta la brevedad es un punto a favor del lector. Podía copiar la sinopsis pero voy a intentar explicar el argumento como hago en otras ocasiones. “Dieciséis miembros de una familia se reúnen tras la muerte del abuelo Domingo. Lo hacen regresando a su pueblo natal, el mismo que abandonaron algunos de ellos, cuando las aguas del pantano anegaron su hogar; de eso hace casi medio siglo, el motivo es cumplir la voluntad de esparcir las cenizas del difunto, en el lugar del que nunca debió marchar”.
Julio, utiliza a todos los personajes para construir una novela coral de recuerdos, cada uno de ellos a través de un monólogo, cuenta su versión de los hechos, y dependiendo de la percepción particular de estos, así es la historia resultante; de ahí el título tan apropiado, “Distintas formas de mirar el agua”. Todos ven las mismas aguas, se reflejan como en un espejo, pero la imagen que les devuelve el río es diferente según quien se refleje, lo que se busque, lo que se sienta o lo que recuerde.
Desde el punto de vista narrativo son dieciséis voces las que actúan, llegando a ser algo repetitivas. Tengo que decir que el desarraigo y la emigración es una herida sin cicatrizar en nuestra Historia, de ahí que lo narrado no solo no sorprenda, sino que nos despierta emociones conocidas en primera persona por seres que han formado parte de nuestras vidas. Los lazos con las raíces y los espacios que vieron nacer a Domingo se han mantenido vivos y se han transmitido a todos los miembros de esta tribu, y sin quererlo dejan ver en esta oportunidad, sus rencores y su rabia en esta dura reflexión del pasado y del olvido.
Es un relato cargado de homenaje a los pueblos, al tesón, la lucha, la supervivencia y la esperanza por recuperar lo que se perdió en el destierro, la persistencia de la memoria y el irreversible paso del tiempo. Como buen poeta, en su prosa deja una impronta de esas raíces que defendía Domingo, en el corazón de todos los suyos. Así consigue que todos, con el paisaje como telón de fondo se desnuden y expongan sus sentimientos, se enfrenten a sus recuerdos en actitudes muy distintas, pasando de la voluntad animosa a la más extrema obligatoriedad.
Si tuviera que decir lo que me ha parecido, diría que sin ser dramática, es triste, que no llegando a enganchar, entusiasma, que siendo lenta, no se hace pastosa... Es cambiante en el ritmo porque cada personaje en esa percepción particular introduce dinamismo en aquello que narra.
Personalmente, siempre me ha conmovido mucho la vida de los que se tuvieron que ir por muchos motivos que por desgracia hoy hemos vuelto a conocer. Que generacionalmente se marcharon los recursos más preciados de nuestros pueblos, los jóvenes, quedando atrás esas raíces que dice Llamazares se arraigan al corazón; que las familias, esperaban emocionadas su regreso para disfrutar con ellos de ese periodo de libertad con fecha de caducidad. Que el paso del tiempo que nada lo para los ha devuelto bien “distintos” de como se marcharon y que de ellos seguro que lo que queda intacto es su corazón, sus ansías por volver y la resignación del destino.
Me ha gustado porque he percibido emociones que imaginaba vivían aquellos que emigraron y los que emigran hoy en día, pero también algunos de estos miembros no se ajustan a los tópicos de fracaso por salir de sus pueblos, más de uno se sienten afortunados y conformes por haber tenido oportunidades que de permanecer en el pueblo del abuelo, no hubieran podido aprovechar.
Quiero dedicárselo a mi amiga Luisa, ella sabe mucho más que yo de esto, ella podría haber escrito esta reseña y ser uno de los protagonistas de la novela; a ella le he oído decir que allí en donde ha hecho su vida, hoy tiene sus hijos, sus nietos, sus recuerdos, amigos y su pasado..., no siempre podemos elegir la vida que nos toca vivir, pero sí podemos ser felices con ella.

El exiliado mira hacia el pasado, lamiéndose las heridas; el inmigrante mira hacia el futuro, dispuesto a aprovechar las oportunidades a su alcance”.

lunes, 4 de mayo de 2015

Viajes con Heródoto, Ryszard Kapuscinski

Tras una recomendación muy bien vendida y un montón de halagos hacia este escritor, he decidido otorgarle una oportunidad a “Viajes con Heródoto” , la ocasión ha venido de la mano de mi compañera Marigel, de manera que a ella dedico esta reseña y aprovecho para darles las gracias por tan acertada invitación.
Ryszard Kapuscinki, era hasta este momento desconocido para mi, tal es el caso, que mi compañera conocedora de mis aficiones literarias no salía de su asombro; fue de esta sencilla forma, como llegó a mis oídos el nombre de este escritor con apellido de tildes en las consonantes, escritor que no había tenido el gusto ni la oportunidad de leer. Junto a “Viajes con Heródoto”,“Ébano” era la otra gran obra maestra que avalaba la merecida fama  de este polaco que nos abandonó el año 2007, no sin antes legar unas obras de gran maestría y calidad literarias.
Prefiero poner la sinopsis del libro para encarrilar a todos los que decidáis como yo leerlo.
Todo comienza a mediados de los cincuenta. El autor viaja por la Polonia de la posguerra haciendo reportajes y soñando con la idea de “cruzar la frontera”, y descubrir otros mundos más allá de lo conocido. En su periódico por fin le dan la oportunidad de hacer sus primeros viajes, nada menos que a la India y a China, dos gigantes difíciles de asumir para una persona proveniente de un mundo tan pequeño y rural. Con el libro de Heródoto bajo el brazo, el reportero da los primeros pasos fuera de su patria.
Ahora, a mi me toca contaros que hay dos personajes principales en la obra, Heródoto y el propio autor; ambos absorben la totalidad de las más de trescientas páginas de la narración, que es difícil de catalogar entre lo que definiríamos como ensayo, libro de viajes, biografías, hechos etnográficos, políticos, sociológicos... y hasta relatos de aventuras. Cuando llevaba leído la mitad del mismo, pensé lo mucho que disfrutarían los licenciados en clásicas o los de Historia Antigua, bueno en general los amantes de la Historia.
No soy yo muy habitual de los ensayos, pero creo que en este caso lo es y lo mejor es que resulta entretenido y didáctico. Mi impresión es que este periodista polaco ha descrito dos viajes paralelamente, en dos épocas diferentes, mezclando personajes y hechos del pasado con la actualidad más evidente, mostrando con fidelidad las observaciones y conocimientos de los viajes de Heródoton su propio y más cercano mundo.
La obra del historiador griego de Halicarnaso, se convierte en su inseparable compañero de viaje, sin duda la paternidad de la Historia es bien merecida, a través de él cobran vida, Darío, Jerjes, el Sha de Persia, Salamina, las Termóplias y la mismisima Muralla China y junto a estos nombres los acontecimientos del siglo XX en los que Kapuscinki tuvo su papel como reportero y corresponsal. Al parecer es un intento por reflejar como pasado y presente son parte de un mismo cóctel; que saber, conocer, contar, observar, escuchar y recordar, son bases para mantener intacta la memoria de la humanidad; memoria en la mayor parte de las ocasiones, frágil, engañosa y traicionera.
Con esa devoción y admiración del autor por Heródoto, consigue que su obra de más de dos mil años de antigüedad nos llegue como una magistral clase de Historia, ofreciendo la cara más humana del viajero de Halicarnaso, haciéndonos disfrutar con ese repertorio de guerras, batallas y sucesos vividos en primera mano por el que se considera el primer gran historiador del mundo.
No quiero hacer esta reseña más larga, parecería la propia “Historia de Heródoto”, ahora bien, me gustaría decir que para los amantes de la Historia es la lectura perfecta, en especial para los que disfrutan con los episodios entre griegos y persas; para los que huyen de esta mágica y especial forma de narrar el pasado de los hombres, mejor que no depositen expectativas “de sobra”; sea como sea, apostaría por el éxito..., muy difícil que estos viajes decepcionen a lector alguno.

El viaje no empieza cuando nos ponemos en ruta ni acaba cuando alcanzamos el destino. En realidad empieza mucho antes y prácticamente no se acaba nunca porque la cinta de la memoria no deja de girar en nuestro interior por más tiempo que lleve nuestro cuerpo sin moverse de sitio. Al fin de cuentas, lo que podríamos llamar “contagio de viaje” existe, y es, en el fondo, una enfermedad incurable”.