domingo, 21 de diciembre de 2014

La ladrona de libros, Zusak Markus

Es un auténtico reto hacer la reseña de una novela tan potente como “La ladrona de libros”. Hace unos meses, escuché a un compañero que la estaba leyendo y recordé como si de ese instante se tratara la grandeza de esa obra que leí hace ya unos años en unas condiciones francamente inolvidables. Comentando detalles de la misma me propuse releerla en navidades y me alegro de haberlo hecho porque he vuelto a disfrutar tanto o más que cuando la leí por primera vez.
No me intimidó el número de páginas que Zusak Markus utiliza para narrar una historia ambientada en la Segunda Guerra Mundial, porque su título me daba buenas vibraciones y casi aposté por el hecho de que el protagonismo de la misma no se lo iba a llevar el conflicto bélico, sino que en esta ocasión, pasaría a ser algo secundario; me alegré de haber acertado...
El papel principal recae sobre Liessel, una niña alemana de nueve años dada en adopción a una familia que la enseña a leer y que convierte este acto en su razón de vida. El amor por la lectura preside todo el relato, permitiéndonos a través de ella una inmersión en el mundo de las palabras; palabras que transmiten un poder que le aportan esperanza, valentía y dignidad.
Junto a Liessel, aparecen un reducido número de personajes brutalmente construidos y definidos por acciones y rasgos que engrandecen la narración y sobre los que cae el peso del argumento de manera muy equilibrada. Todos evolucionan en el transcurrir de la historia y se convierten en vehículos de emociones y sentimientos. Todos van facilitándonos sus experiencias de vida en el momento en el que por azar se cruzan en el camino de esta niña.
En una ambientación histórica milimétrica, el autor nos muestra la visión de quienes vivieron este cruel acontecimiento como ciudadanos normales que lucharon por sobrevivir al margen de tan desgarrador hecho; para ello utiliza un estilo ágil y sencillo, con invitaciones continuas a la reflexión, para ser leída con lentitud y detenimiento y sin duda apta para todos los públicos.
Sorprende gratamente el enfoque de un mundo de horrores que nos llega a través de los ojos de Liessel, convirtiendo este escenario en un muestrario de cruda realidad en el que no faltan los guiños de ternura y emociones, lo que la dotan de una sensibilidad enternecedora.
Estructurado en diez partes divididos en capítulos que favorecen la ya sencilla lectura de la novela. Muy bien escrita y descrita a partes iguales y plagadas de alusiones paisajísticas y estados emocionales que se ayudan de dosis de ironía, cinismo y notas de humor negro.
Utiliza el recurso de mostrar hechos del futuro que aún no han sucedido, lo que te deja la sensación de reventar aquello que está por venir; al igual que hacer continuos incisos con escritura diferente; ambos recursos al principio descolocan, pero poco a poco se aceptan como parte de la estructura de la novela.
He querido reservar para el final el detalle más carismático de esta obra; existe un narrador de excepción con el que nunca me había topado en mi vida como lectora; LA MUERTE, su protagonismo preside y acapara la mitad de la obra, al principio impacta pero después te acostumbras y aceptas el papel otorgado a este personaje que no hace discriminaciones ni excepciones y que comienza por arrebatar la vida del hermano de nuestra pequeña Liessel, lo que la marcará para siempre. Es esta muerte la que ayuda a evadirse a quienes conviven con ella en los horrores de la guerra, la misma que nos presenta una autopsia de la Alemania Nazi, y es ella la que proporciona un final de impacto, imprevisible, que conmociona pero que se asume con el corazón sobrecogido, porque nunca nada estuvo tan bien anunciado desde sus comienzos.

Ya viene la ladrona de libros. Una sonrisa en su labio tan pura como el papel. Viene incorruptible en el tiempo. Solo viene a leer”.

viernes, 12 de diciembre de 2014

El cocinero del dux, Elle Newmark

Las portadas bien elegidas, son una apuesta segura para aquellos lectores que gustan de la novela histórica; esta vez, contemplando la ciudad de Venecia al fondo de esta ilustración, mi curiosidad se despertó, hasta el extremo de no dejar pasar la oportunidad de zambullirme en las páginas de una obra, donde la cocina cobraba protagonismo y amenazaba con hacer un “guiso” perfecto, siguiendo los pasos de una “comanda” a lo más puramente renacentista.
Con estos datos, es fácil adivinar la “receta” de esta narración; la Historia, el Renacimiento, Italia y Venecia, son “ingredientes” más que suficientes, para elaborar un magistral “banquete" digno de una época plagada de sombras, supersticiones y tinieblas; “aderezadas” con mucha maldad, conspiraciones, traiciones y envidias que acabarán dando “sabor" ,a un relato “cocinado” en los fogones de una cocina ducal, en la que se “cuece” una trama fascinante, con inteligente “mezcla” de intriga y misterio, “paladeada” a lo largo de casi seiscientas páginas, “tamizadas” hábilmente por la autora, fiel a su estilo ameno y agradable.
Las destrezas culinarias de Amato Ferrero, “chef” del Dux de Venecia se convierten en el centro de esta novela que refleja el siglo XV italiano, sus costumbres, sus miedos, sus ansias y lo que era más peligroso la obsesión por el poder. Elle Newmark, "amasa" un argumento entorno al misterio de un libro antiguo, deseado por todos  con el fin de apropiarse de las virtudes que esconden sus páginas.
La obra está perfectamente “aliñada” gracias a la exactitud de la ambientación y a lo recurrente que resulta el papel del cocinero en la misma. Junto a él, Luciano, el ladronzuelo que “escalda” su vida en estos muros, siguiendo las sabias recomendaciones de su mentor y que lo apartará de la mísera existencia llevada hasta ahora en las cloacas de la bella ciudad de los canales.
Aunque el principio es bastante pausado, la autora lentamente “rehoga” las posibilidades del tema elegido y consigue “macerar” las cualidades de sus personajes para darles forma y consistencia; la suficiente para “hornear” la narración y lograr que el lector se alegre de haber “degustado” su relato hasta el final.
Resulta entretenido, sin grandes pretensiones históricas, con todo lo necesario para poner en una “batidora” gigante lo más representativo de esa época; hermandades secretas, creencias cuestionadas, la existencia de la inmortalidad, papas, familias poderosas, mecenas, muertes y caídas del poder...
No quiero dejar pasar la recomendación de su lectura por lo mucho que se aprende del arte de la cocina, especialmente de los datos que la autora facilita acerca de otros mundos que invadieron Europa, de entre los que sin duda Oriente es el más sugerente de todos ellos.
Es el punto de “almíbar” de una historia, en la que prevalece el “hervidero” de un desmedido “menú” que se ha repetido irremediablemente a lo largo de los siglos y cuyo “plato fuerte” ha sido siempre el codiciado y bien “gratinado” PODER.

El mejor banquete del mundo no merece ser degustado a menos que se tenga alguien para compartirlo”.

lunes, 1 de diciembre de 2014

El lector, Bernhard Schlink

En ocasiones al terminar un libro y plantearme el comienzo de otro, me acerco a las estanterías de mi modesta biblioteca y sigo con la mirada los ejemplares que ya han pasado por mis manos; casi siempre hago un ejercicio de memoria acerca del momento en el que los leí y me llevan a ciertas asociaciones en el tiempo y en el espacio. Como ya vamos teniendo una edad, sucede que a veces solamente recuerdas que te gustó y flojea ligeramente el impacto literario de un libro con el que sin lugar a dudas disfruté; eso me ocurrió con “El lector”, no soy yo muy dada a releer porque siempre digo que necesitaría dos vidas para consumir las lecturas que tengo pendientes, pero tenía ciertas lagunas sobre esta intensa novela, las suficientes como para decidir otorgarme la excepción de abrirla y recordar por qué me pareció buena.
Tras leerla, puse en pie que iba conmigo en el bolso acompañándome en los ratitos de visitas médicas, también que la leí con urgencias sin perderme detalles, que me gustó por la temática y los valores que contenía, por la potencia de sus personajes y por el anzuelo que muerdes ante los planteamientos morales que desarrolla el autor y la propia historia y ante los que te rindes asumiendo que de esos, nadie se libra...
De manera excepcional os voy a contar la sinopsis de la novela del alemán Bernhard Schlink, jurista que se atrevió con esta historia narrada en tres partes muy bien definidas y que contó con la aceptación y el rechazo de toda la comunidad literaria a nivel internacional. Un adolescente conoce a una mujer madura con la que inicia una relación amorosa. Antes de acostarse juntos, ella siempre le pide que le lea fragmentos de Goethe, hasta que un día sin explicaciones ella desaparece. Tras años y siendo estudiante de derecho, el joven acude a un juicio de cinco mujeres acusadas de crímenes nazis y descubre que una de ellas es su antigua amante.
Dos personajes absorben la totalidad de la trama argumental, Michael y Hanna; ambos son exponentes de mundos muy diferentes, los mismos que hacen posible que el autor nos invite a debatirnos en planteamientos morales que van desde la dignidad, la culpa, el amor, lo correcto, la libertad, la felicidad, la injusticia y el perdón.
Recuerdo que lo que más me llamó la atención de la novela es la capacidad autodidacta que tiene Hanna para aprender a leer, siempre que hago referencia a esta obra resalto ese detalle que para mi es admirable. Su analfabetismo era tan deshonroso que prefirió declararse culpable de las acusaciones en el juicio, antes que evidenciar esa falta.
Es de lectura rápida, con diálogos muy cortos y concisos, engancha y la estructura es muy asequible; aunque el tema de fondo son los crimenes de guerra nazis no hay recreo morboso en estos acontecimientos, de ahí que no se huya de su lectura. El final, en mi segunda lectura me ha gustado mucho, es adecuado, claro y previsible para la intensidad de la historia.
No os decepcionará.

De los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro; todos los demás son extensiones de su cuerpo...Sólo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria”.

viernes, 14 de noviembre de 2014

Demonios familiares, Ana María Matute

El título de la novela póstuma de Ana María Matute, me permiten expresar que en todas las familias hay verdaderos demonios que te amargan la existencia desde mucho antes de saber que existen,los presientes porque se hacen notar,porque van de un lado para otro ennegreciendo los caminos que recorren, dejando una huella difícil de borrar,agresiva y despiadada. Personalmente cuento con una reducida lista de “demonios familiares” propios y adoptados que en su momento consiguieron “nublar” mi universo pero que con maña y sabiduría he sabido esquivar y arrinconar en el desván de mis recuerdos, al que nunca subo para no bajar cargada de sombras que tapen la luz que necesito para iluminar mi vida.
Tras esta desahogada introducción os cuento que Ana María no tuvo la oportunidad de acabar esta obra, la muerte, el peor de los “demonios”, le arrebató esa oportunidad; es por ello que lo más original de la misma es su final completamente abierto y libre para que cada lector se atreva a rematar lo que el destino no permitió a su autora.
Ajustada a la narrativa de esta escritora, la novela es el relato de un repertorio de amores fraternales al amparo de un marco histórico pre-bélico en la España inmediata a la Guerra Civil. No es la típica narración de buenos y malos, la guerra no es la protagonista, lo importante es el entramado de sentimientos que deambulan por la casa familiar de Eva, la casa de su padre, de su hermano de su niñera y en especial la atmósfera en la que se respiran silencios pasados y presentes; esos que contribuyen a consolidar dramas insuperables, traiciones, rencores sin curas, comunicación muda, aislamientos eternos...
Dividida en dos partes que nos vienen dadas gracias al antes y el después de un secreto y su revelación. Personajes sencillos, con descripciones limpias, estáticos, con papeles definidos en el inicio de la obra y carentes de evolución por la repentina marcha de la autora. De entre todos destaca la pequeña Eva que tras su regreso del convento se enfrenta al hogar lleno de secretos, soledades de hormigón y estallidos de amor imprevisibles de la mano de la trama de este corto pero sincero relato con todos los ingredientes y simbolismos que siempre definieron a la “Matute”.
Se ha considerado un homenaje a la autora y desde mi ojo de lectora solo puedo decir que le daba vueltas al libro buscando las páginas que pensé que le faltaban, porque no podía creerme que estuviera ante el final de lo que para mi era casi el principio o como mucho el centro de una buena novela. No me he atrevido a imaginar un cierre, esos son privilegios que solamente se les otorga a los que saben deleitarnos con su buen hacer en las letras.
No todo tiene que ser perfecto, en esta ocasión lo abierto prevalece sobre lo cerrado; “una vez no son veces”.

No me salen bien las cuentas de la vida, o me sobran noches o me faltan días; todos los minutos que no he estado contigo son demonios que ahora viven conmigo”.

domingo, 9 de noviembre de 2014

La mujer que vivió un año en la cama, Sue Townsed

Descabellado título y atrevido desafío para quien de verdad aspire a estar nada más y nada menos que un año en la cama; bien es cierto que yo conozco verdaderos amantes de este mueble que sin dudarlo estarían ese tiempo y más, aunque no con la solemnidad y radicalismo en el que se posiciona nuestra protagonista.
Siendo fiel a mi costumbre no desvelo el argumento aunque en esta ocasión es fácil adivinar las razones por las que un ama de casa responsable, fiel esposa, madre incondicional e hija abnegada puede llegar a tomar una decisión tan drástica para su salud mental y física. Que nadie se engañe, la novela no es un despliegue de carcajadas porque esto no puede ser gracioso, en todo caso absurdo, esperpéntico y surrealista, pero no por ello injustificado. Gracias a esto ya estoy etiquetando la obra de Sue Townsend como un intento de sátira social y familiar que invita a reflexionar sobre la más pura y cotidiana realidad que comparten la inmensa mayoría de las mujeres que generacionalmente “todas conocemos”.
Eva, como si lo hubiera planeado decide un día puntual de su vida subirse a su cama con el firme propósito de no bajarse, no por estar enferma, no con objetivos concretos, pero segura de que se mantendrá fiel a semejante y disparatada decisión. Su mundo y el de aquellos que le rodean cambia y su papel de “responsable de” se cambia por el de “ahora soy vuestra responsabilidad”..., las reflexiones están servidas en bandeja; a ellas nos conduce la autora con un humor inteligente sin querer ser graciosa en ningún momento, lo que provoca un sentimiento “agridulce” de casi todo lo que narra la experiencia grotesca, de una mujer que convierte la más pura realidad en algo estrambótico y disparatado.
Se establece unos niveles de empatía desproporcionados y al menos yo reconozco que se me ha pasado por la cabeza más de una vez hacer algo parecido; el problema es que la cama y yo somos grandes enemigas y lo que podía ser una “isla” donde refugiarme y aislarme de cuanto me rodea, se convierte en una “península” llena de intrusos que se empeñan en seguirme allí donde me muevo y claro dar vueltas en tan reducido espacio acaba por pasarte factura, especialmente cuando dices a salir de ese artilugio donde los mortales deben estar al menos ocho horas dormidos para poder ser “personas sensatas despiertas”.
Mi humilde lectura entre líneas me llevan a reconocer que la protagonista opta por una alternativa inusual en pos de superar la infelicidad,las decepciones, el conformismo, las frustraciones y el desamor al que se enfrenta tras un balance negativo para ella a lo largo de casi toda su vida. Una forma como otra cualquiera de “parar motores”, de convertirse en el centro de aquellos que le rodean, incluso la autora la convierte en una especie de guía espiritual a la que acuden los “desorientados” para buscar el “norte” perdido.
Es duro no disfrutar de un mínimo de reconocimiento a la vida cotidiana de las mujeres y hombres que están “siempre ahí”, incondicionalmente y que pasan de “puntillas”, ligeros como plumas y casi de forma invisible, día tras día. Es la autopsia de un retrato familiar del que cualquiera podíamos formar parte.
Respecto a la novela quiero decir que no es “para tirar cohetes” pero es entretenida, aguda, fácil de leer, con ausencias de descripciones que tanto suelen molestar, diálogos amenos y una sucesión de hechos que la hacen llevadera... tal vez en algunos momentos se echa de menos un ritmo más precipitado, pero en general entretiene y arranca alguna que otra sonrisa.
Sería bueno prepararse para leerla sin los motivos que nos sobran a muchas para crear universos privados diferentes a las camas, porque de no ser así, todo es previsible y carece de factor sorpresa; vamos que lo podríamos contar nosotras en lo que ocupa una receta de cocina.
Para terminar aviso que el final no es disparatado como podría ser lógico a una decisión de este calibre, todo lo contrario... pero a mi me ha gustado porque una actitud que en su más profunda crudeza es “autodestructiva” sólo corresponde un cierre lleno de realidad como el que le da la escritora y con la que comparto al cien por cien; lo malo es que el “príncipe azul” aparece para recibir los aplausos de una hazaña que no es merecidamente suya...
Por experiencia y en un acto de confesión en familia, os recomiendo que no lo hagáis, no se soluciona nada, cuando bajas de la cama tu realidad te está esperando, vuelve a atraparte, no ha cambiado y sin embargo el desafío impulsivo te ha hecho pagar un peaje con ticke perdido, lo que te sale doblemente caro, de manera que “a pequeños y corrientes problemas, mejor soluciones no muy grandes y arriesgadas”.

La vida es siempre una cuerda floja o una cama de plumas. Dame la cuerda floja.

sábado, 1 de noviembre de 2014

Pacto de lealtad, Gonzalo Giner

Esta es una de las ocasiones en las que reconozco que es un acierto contar con el libro electrónico que tanto me costó aceptar en mi vida...
He tenido este libro descargado desde hace muchos meses y no me acababa de convencer, pero es cierto que me detenía en su portada y leía una y otra vez la sinopsis con la finalidad de encontrar un motivo al rechazo o detectar un cambio de actitud bastante injustificada. Al final he comenzado y terminado su lectura, gracias a el hecho accidental de caer en mis manos un día que “brujuleaba” por los pasillos de la biblioteca y aprovechando la oportunidad de tenerlo en este soporte maravilloso se vino conmigo sin pensarlo dos veces y tras unos días en casa, regresó a la misma velocidad con la que había llegado. Como si de un “Pacto personal” se tratar, me propuse leerlo y así ha sido, pero no estaba muy desacertada en la falta de interés hacia él, de manera que con esfuerzos y la ayuda del “electrónico” he cerrado uno de los desafíos más “cansinos” de las últimas semanas.
No he leído nada de Gonzalo Giner, el tema animal no es mi fuerte, pero al estar ambientada en marcos históricos sembró la curiosidad y decidí darle una opción para saber si me equivocaba o no; francamente no he perdido el tiempo, pero esperaba mucho más.
Mientras la leía me han venido a la cabeza montones de novelas de espionaje, aventuras, amoríos y hasta argumentos de alguna telenovela y es que son numerosos los guiños que tiene la narración a todos estos géneros.
De trama muy simple, con personajes que ya conocemos, con un argumento prebélico muy determinado, por un lado, los albores de la Segunda Guerra Mundial y por otro, las vísperas de la Guerra Civil Española. Con todo este “arsenal” tendría que ser muy cruel para decir que es ñoña, simplona y algo insulsa... merece la pena leer las seiscientas cuarenta páginas, si eres un amante de los perros y quieres saber más acerca de la nobleza de estos animales que sin dudarlo son “leales” a sus amos y a quienes les demuestran amor.
Estructura sin complejidad, lenguaje muy ameno, acción garantizada, personajes de fácil seguimiento y buen grado de empatía, diferentes escenarios dentro y fuera de Europa, ritmos cambiantes que animan a seguir en la “brecha”, hechos relatados cronológicamente que impiden perder el hilo de la historia y acontecimientos que se suceden con finales alternativos entre el drama y la alegría.
Lo que me ha permitido “salvar” la novela es encontrar una historia en la que ni los buenos son tan buenos ni los malos tan malos; y especialmente el no centrarse en nuestro nefasto pasado fratricida. Me ha gustado el arranque en la Revolución de Asturias, la presentación de la familia de Zoe, nuestra heroína, la llegada de “Campeón” su perro heredado, y la justificación de la trama de la novela a través del personaje masculino Luther, que por supuesto además de alemán parece “pluriempleado” ya que hace de todo y siempre muy bien hecho.
Líos de espías dobles, superhombres que tienen a su disposición barcos, aviones, coches y “lo que necesiten”, hermanos que todos desearíamos tener, alemanes malvados, montañas que acogen a evadidos políticos, refugios insospechados, brutales interrogatorios, granjas de adiestramiento, traiciones, peligros, chivatos... ¿se me olvida algo?; pues todo eso y más tienen en “Pacto de lealtad”, de manera que será un problema ubicarla en un género concreto a juzgar por los palos que toca.
Entretenida es, y documentada está, pero demasiadas mezclas para mi gusto que por supuesto no debe ser determinante. Destacar en favor de la novela que he aprendido el papel de los perros en momentos de guerra y en situaciones de salvamento; también sobre los centros de preparación y el papel de la Cruz Roja en ámbitos de conflictos bélicos. Además nos presenta los experimentos realizados por los nazis en el campo de los entrenamientos con objetivos “asesinos” en un intento por recuperar razas de perros extinguidas y las ansias por “producir” a través de mezclas, un arma letal más de las muchas de las que hicieron gala en su paso por la Historia.
Con rasgos de thriller, no quiero despreciar un relato donde aparecen nombres como Himmler, Goëring y otros monstruos del nazismo y porque reconozco la grandeza de Giner al dedicarle un homenaje tan merecido a los “leales” compañeros de los hombres, a todos y cada uno de los “campeones” que hacen las vidas de quienes los disfrutan más “grande”.


Aquí reposan los restos de una criatura que fue bella sin vanidad, fuerte sin insolencia, valiente sin ferocidad y tuvo todas las virtudes del hombre y ninguno de sus defectos”.

miércoles, 22 de octubre de 2014

Aurora Boreal, Assa Larsson

Cuando quiero descansar y disfrutar de una lectura sin grandes compromisos, recurro a la novela negra de asesinatos por resolver y detectives femeninos que lo saben todo... Últimamente los escritores suecos se han proliferado como “setas en el bosque”, es fruto de una moda literaria que responde a una inversión segura que garantiza los éxitos de venta en medios cálidos del planeta. Tras el impacto de la trilogía de “Millennium” de Stieg Larsson, no son pocos los autores que en la misma línea han lanzado al mercado, obras muy parecidas en busca de un triunfo igual al del escritor fallecido, en lo mejor de su producción literaria.
Asa Larsson, con quien coincide hasta en apellido es uno de esos casos; “Aurora Boreal” es su primera novela, en ella una abogada que ni siquiera es policía, Rebecka Martinsson, se convierte en la protagonista de todas sus obras, la eficiente mujer que sabe de todo y que será de capaz de resolver hasta el misterio más irresoluble.
Escasamente trescientas páginas son suficientes a Asa para desarrollar un sencillo argumento que comienza con un asesinato en su pueblo natal; este acontecimiento termina con su tranquila y monótona vida, viéndose envuelta en un regreso a su pasado que creía haber dejado atrás. Dicha trama responde al modelo de relato frío sueco que se aprecia en la frialdad de sus personajes y en la incapacidad de empatizar con ellos por lectores de lugares ajenos a esas extremas temperaturas.
Toda la novela descarga su peso sobre el asesinato y sobre el papel otorgado a las mujeres que destaca por encima de los personajes masculinos; de corte clásico a lo más puro “novela negra”,cuenta con todos los ingredientes que identificamos siempre en este género; incestos, violencia, negocios sucios, sectas, rituales, corrupción policial, política de submundo... Es sin duda la lectura de esparcimiento a la que hacia referencia en los comienzos de la reseña.
Para seguir con las similitudes con estos escritores nórdicos, Asa crea una trilogía a modo de saga en la que Rebecka siempre aparece para enderezar los caminos más tortuosos que se mueven a su alrededor, “que peligro ser su amiga” podríamos pensar.
Aunque la trama es bastante lineal y fácil de seguir, no engancha hasta el entusiasmo, se avanza en ciertos momentos con desgano y se nota la falta de garra. Todo se desarrolla en un espacio temporal de siete días, en una comunidad religiosa local, con diálogos cortos y algo incoherentes y con la contrariedad de aportar un listado enorme de personajes de nombre impronunciables; todo ello bajo descripciones paisajísticas muy acertadas, en especial la que realiza del fenómeno boreal, ayudando enormemente a situarte en el ambiente en el que tienen lugar los hechos.
Como anécdota y destacando una nueva similitud con Larsson, deciros que nombra la conocida tienda de IKEA, haciendo un guiño publicitario a la famosa multinacional del mueble.
Os la recomiendo para pasar un par de tarde de entretenimiento metida en un misterio que se mantiene hasta su final y para nada os invito a ver la película, mejor su lectura, aunque como guión de cine creo que estas y otras novelas de Asa serán mejor valoradas que en el campo de las letras.

La aurora boreal se retuerce como un dragón a través de la noche. Las estrellas y los planetas tienen que rendirse al milagro de la luz resplandeciente que, sin prisa, se abre paso en la bóveda celeste”.

sábado, 11 de octubre de 2014

Mis whastsapp con Mamá, Alban Orsini

Gran desafío el comentario de esta original y entretenida “obra de arte” que sin buscarla llegó a mis manos al igual que han llegado otras muchas “cosas” y de las que no puedo ni quiero renegar.
Nunca se sabe en que momento podrás recibir un whatsapp de algún contacto de los que tenemos en el móvil, tampoco si serán interesantes o por el contrario uno más de los muchos que se mandan, sin sentido y pinchando a todos los que engrosan esa lista de “afectados”; sea como sea, los que verdaderamente se esperan y son bien recibidos a cualquier hora, son los de los hijos; esos seres que ocupan tu tiempo al mil por mil y a los que nunca le vas recriminar que te seleccionen como destinataria, de ese mensaje a modo de invento con nombre cotidiano y divertido de “guasa” de toda la vida.
La portada y el título lo dicen todo, una madre y un hijo se envían frases en un intento de establecer una relación familiar acorde con las nuevas tecnologías. No puedo contar mucho más, invito a todos a su lectura, quedarán sorprendidos de lo sencillo que es leer en papel, las capturas de pantallas de los whatsapp que corren entre el entusiasmo de ella y el desgano del joven, que con mucha voluntad y no poca paciencia responde a la madre “inasequible al desaliento”.
Los datos literarios acerca del autor se encuentran en Internet, gran herramienta de información fruto del progreso y que sin querer, ha dejado en el paro a más de una enciclopedia y diccionario para los que pocas esperanzas quedan de repetir tiempos pasados que para ellos “siempre fueron mejores”. Esa es la razón, por la que no voy a entrar en detalles sobre el francés Alban Orsini, al que le agradezco esta ocurrencia porque me ha proporcionado muchas más satisfacciones de las que él se pueda imaginar.
Quiero dedicárselo a María Dolores, hasta hace poco era una compañera de pelo rizado que pasaba de vez en cuando por la concurrida sala de profesores y que siempre va cargada con un bolso que me gusta tanto o más que la lectura; "dueña" de la biblioteca y metida en todos los “saraos” me ha arrastrado con ella a una de las experiencias más gratificante de los últimos años... por supuesto, es el correo que me ha dejado esta historia que no es ni narración ni relato, pero que ha generado una serie de emociones y una complicidad que espero sacarle todo el provecho que pueda.
Con entusiasmo me propuso su lectura y con “picaresca” me encandiló en algo más que abrir y cerrar un libro... lista la “Mi Dolores”, no tengo que decir que una  es débil y atrevida por naturaleza y que me costó bien poco lanzarme al vacío y disfrutar más que un gato en una matanza; por eso aprovecho esta ventana tecnológica para darle las gracias por esa oportunidad y por las que tengan que venir, estoy “lanzada” pelirroja y a tu entera disposición.
De todas maneras voy a escribir unas breves pinceladas sobre esta sencilla, entrañable y divertida propuesta literaria, que cuenta lo que puede hacer una madre con un “smartphone” si se lo propone y nada se lo impide. El autor, a partir de una experiencia personal, asoma en el mundo de las letras sin más pretensiones que la de poner de manifiesto el alcance de una relación a través de textos tan esqueléticos como son los whatsapp, evidenciando los conflictos generacionales, los valores sociales, las emociones, la privacidad hipotecada, sentimientos encontrados, dependencias materno-filiales... y todo con un "aparato" que se ha convertido en una tercera mano, u apéndice de la mayor parte de la humanidad.
Es de una facilidad que sobran las propuestas para no leerlo y lo mejor de todo, decir que es mucho más de lo que aparenta; en todas y cada una de esas pantallas se va tejiendo una  historia real como la vida misma que sólo se lee “entre líneas”, pero que invita a reflexionar una vez terminada la lectura, por el giro brutal que toma en los “últimos whatsapp” que ambos personajes intercambian.
Me he sentido identificada como muchas de las madres de mi edad, he acosado literalmente a mi hijo para aprender a manejar casi todo lo que va conectado a la luz en mi casa, me ha atendido con una paciencia infinita y me ha esquivado con una destreza digna de un joven dispuesto a poner excusas que ni yo me las creo... pero no puedo reprochárselo, al contrario, estoy agradecida y en deuda con él, porque gracias a sus cada vez más escasos momentos hoy “wasapeo” con mis contactos, con todos menos con él, que dice el muy “espabilado” que lo de los whatsapp no le van mucho... ni más faltaba que me lo creyera.
Ha sido una de las lecturas más cortas e intensas que he leído y me gustaría que el ánimo os llevara a compartir conmigo esta opinión; por supuesto hay gustos para todo, pero no deja indiferente a nadie y el grado de empatía es tan impactante como un whatsapp inoportuno a altas horas de la madrugada, cuando menos te lo esperas y sin poder defenderte. Creo que todos sabemos de que estoy hablando.
Espero que os guste, ya me mandáis un whatsapp y me contáis.

Solamente dos legados duraderos podemos aspirar a dejar a nuestros hijos: uno, raíces; el otro alas”.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Dientes de leche, Ignacio Martínez de Pisón

Reconozco que no acabo de decidir qué me conmueve más, si la fotografía del niño militarizado con el saludo fascista o recordar lo que suponía que se te cayeran los dientes de leche... Nunca me he disfrazado de “niña militar”, pero no puedo olvidar los planes que hacia cuando notaba que se me movía un diente; la maquinaria mental se ponía en marcha y la imagen de aquello que podías obtener con semejante acontecimiento extra, se parecía más a la realidad que cualquier tarde de merienda de pan y chocolate.
Soy de la generación del “ratoncito Pérez” y junto a tantas otras cosas de mi infancia, lo echo de menos... Ignacio ha recurrido a los dientes de leche y a las fotografías como simbolismo de la evidencia del paso del tiempo, como testigo de lo irreversible de ciertos hechos cotidianos que nos obligan a admitir lo vivido y a aceptar el pasado. Cuando detenemos nuestra mirada en una foto de la niñez nos golpeamos con esa realidad, nos ponemos nostálgicos y pasamos de la emoción a la tristeza sin lógica pero con resignación.
Con esta introducción aprovecho para calificar esta joya de la narrativa española como novela de lo cotidiano, porque son situaciones corrientes las que nos cuenta el autor con una prosa sencilla y sin sobresaltos, de ahí que lo costumbrista sea un calificativo adecuado para apellidar esta lectura de vocabulario accesible, frases limpias y sin duda alguna “apta para todos los públicos”.
Aunque la portada pueda sugerir un tema evidente, yo confirmo que no es un libro acerca de la guerra, ni bélica ni de política o ideologías. Ambientada con mucho acierto en un largo camino que abarca desde los años de la Guerra Civil hasta el triunfo socialista de 1982. Con una cronología tan jugosa se puede hablar de un gran lienzo de la Historia de España en el que aparecen “pintados” los momentos más relevantes de décadas de nuestro país; Guerra, Posguerra, Desarrollismo, Dictadura en horas decadentes, Transición y Democracia, escenario completo para albergar el devenir de una saga familiar a través de tres generaciones.
El descubrimiento de una fotografía por Juan Cameroni destapa “el baúl de los recuerdos”, el interés por desentrañar el contenido de la misma abre la trama de esta novela que gira alrededor de la figura del abuelo Rafaelle Cameroni, voluntario brigadista italiano que llega a España con la intención de luchar en el bando fascista y que por circunstancias no previstas nunca regresará a su Italia natal.

En esta estampa familiar tienen cobijo a partes iguales la crudeza y la delicadeza, lo dramático y lo humorístico, la ternura y la diversión. Lo común y cotidiano adquiere en las letras de “Pisón” rango de importancia suprema, por lo que significa y por como lo narra; no escatima en evidenciar la complejidad de las relaciones humanas echando mano de temas que aparecen inteligentemente desplegados en el libro como son, el amor el odio, la mentira, el miedo, los secretos, la venganza... en definitiva las luces y sombras de las vidas de cualquiera de nosotros.
Trescientas ochenta y cuatro páginas no exenta de equilibrio literario entre tanta dicotomía y emociones que saltan en el tiempo sin abandonar un modelo lineal y progresivo de narrativa, que jamás hace peligrar lo impecable de su construcción literaria.
Se disfruta desde sus inicios, sin tener un ritmo trepidante siempre están pasando cosas, pequeñas cosas que no parecen tan insignificantes y que maquillan esa ausencia de acción. Los personajes que protagonizan esas diminutas situaciones son “de carne y hueso”, que gracias al rescate de sus recuerdos y al buceo en su memoria, recuperan del olvido su pasado lo aceptan y superan, en un juego sabio en el que claudican al paso del tiempo.
Aparece una “paleta” de seres sobre los que destacan Rafaelle y sus dos mujeres, Isabel y Elisa, no son los únicos y por encima de todo, sus vivencias y la resolución de situaciones a las que tuvieron que hacer frente y que sin duda alguna dotan a esta novela de un interés mantenido desde el principio hasta su final.
Os aseguro que se disfruta porque está excelentemente bien contada, porque guarda un secreto que promete ser revelado y porque todo lo que son “historias de familias” siempre acaban enganchando.
Me ha gustado mucho, es conmovedora, tierna, intimista y nostálgica; es única como todos y cada una de esos dientes de leche que tanto anhelábamos perder para obtener pequeñas satisfacciones pasajeras y que hoy tanto echamos en falta.

Finalmente me metí el dedo índice en la boca y empecé a chuparlo. Algo comenzó a moverse en mi cerebro, un pensamiento que se iba abriendo camino allí dentro, un invento completamente loco: ¿Y si lo mordiera? Y sin pensarlo ni un instante cerré los ojos y apreté los dientes”.

viernes, 19 de septiembre de 2014

El secreto de Maribárbola, María Teresa Álvarez


Que todos tenemos secretos es una afirmación que no deja lugar a dudas. Nuestra vida los acumula sin ningún plan preconcebido, los alimenta y se hacen viejos con nosotros; luego el día menos pensado dejan de serlos y sin aviso se escapan de sus baúles, unas veces somos nosotros mismos quienes destapamos el arcón y otras nos los abren sin permiso... lo cierto es que hay que volver a llenar lo que se quedó vacío, fabricarlos, buscarlos y colocarlos en un lugar seguro para recrearnos en el misterio de su intimidad.
María Teresa Álvarez nos habla en su novela del secreto de Maribárbola, la enana del cuadro de “Las Meninas” de Velázquez, que mira desafiante al espectador con gesto serio y sin pudor; personaje que vivió en el Álcazar formando parte de la corte de Felipe IV y reconocida en esta pintura tras el estudio de una de las obras más significativas de la producción de este grandioso pintor.
Arte e historia se mezclan en esta novela de poder, intrigas palaciegas, amores prohibidos, relaciones sociales y misterio que giran alrededor del secreto inconfesable de una familia noble de la época y cuyo conocimiento depararía consecuencias dolorosas y funestas.
Trescientas treinta y seis páginas que se leen fácilmente por la sencillez de su argumento y que aporta al lector unos conocimientos acerca de la época de una España que marcó un estilo social dentro del siglo XVII, reflejo del declive de todo un imperio y la decadencia de una monarquía venida a menos.
La trama está inspirada en el propio cuadro con personajes de ficción pero con una documentación rigurosa, el marco histórico está muy bien representado a través de esa sociedad de arraigadas costumbres y falsa moral de un siglo altamente decadente. Los enanos eran personajes de los que habitualmente se rodeaban los reyes españoles, la corte llegó a contar con más de cuarenta conviviendo al mismo tiempo y relegados a funciones muy concretas dentro de la misma.
Maribárbola fue uno de ellos. Considerada una mujer de gran inteligencia, la novela le atribuye su enanismo solo en apariencia ya que su capacidad de acción nada tenía que ver con su menguada talla. Estuvo muy cercana a la infanta María Teresa con quien se encariñó y a la que se le vinculó mientras permaneció en palacio. Formó parte del extraordinario lienzo porque frecuentaba el taller del pintor y su personalidad se deja sentir por su actitud al posar  que no dejó indiferente a los que contemplaron la obra.
Cuentan que estaba dispuesta a pactar con el diablo si de ello dependía el abandonar su cuerpo deforme que tan infeliz le hacia. Conocedora de un secreto que podría hundir a una familia de nobles españoles, la trama se pasea por el Madrid de la época y por la capital italiana, y en la posibilidad de destapar el misterio a través de cartas y confesiones que obran en su poder. Siempre que ella lo decida, el enigma estará seguro en sus manos evidenciando el poder que en algunas ocasiones tenían estos personajes cortesanos.
Ser enano y vivir en el Álcazar era casi un privilegio, no se llegaba allí de forma accidental, sólo unos pocos gozaban de esa suerte; suerte siempre ligada a la obligación de soportar burlas y vejaciones en una vida tirana al servicio del espionaje y la confidencia. Utilizados para estar en sitios estratégicos y pasear “secretos” de aquellos que rodeaban a los reyes más inútiles de la monarquía española. Partiendo de esta realidad histórica nuestra autora ha escrito un relato cargado de misterio, enigma y humanidad, en un reconocimiento hacia estos seres “afortunados” de un destino cruel y marcado desde su nacimiento hasta su muerte por aquello que se consideraban sus únicos dueños.
Recomiendo su lectura por ser a pesar de su crudeza muy ilustrativa de una época de la que mejor avergonzarnos que enorgullecernos, por aportar muchos datos acerca del papel de estas víctimas de las miserias reales, de sus atrevimientos y valorar que el tiempo ha mejorado esta actitud indecente de la sociedad; he buceado en Internet para saber más de los enanos de la corte de FelipeIV, os invito a que lo hagáis, descubriréis las razones rastreras que llevaban a los monarcas a sentirse más reconocidos cuando estas “diminutas” personas estaban a sus veras... no deja indiferente a nadie. La condición del hombre es un misterio que no un secreto y su capacidad de lastimar es sólo comparable a su poder para hacerlo. Os resultará interesante.

Cuando desciende el sol de la cultura, hasta los enanos proyectan grandes sombras”.

viernes, 12 de septiembre de 2014

El balcón en invierno, Luis Landero

Me detuve ante esta obra de arte de la fotografía, para contemplar su belleza y recrearme en todo lo que me trasmitía. Ese fue el motivo principal para ojear otra novela más, de uno de los escritores extremeños que más me hacen disfrutar de la lectura. Ternura, cariño y admiración .. nuestros mayores son una de las riquezas más universales de la humanidad; la sabiduría que nos aportan no se encuentra en ningún otro lugar conocido, de manera que un “aplauso” por la elección de tan maravillosa portada y una “ola” por el contenido de sus páginas, que una vez más me confirman la grandeza de Luis Landero y su particular manera de escribir.
Hay que reconocer que un balcón en invierno es poco recomendable, pero hay que admitir que en cualquier otra fecha del calendario, el goce y entretenimiento está asegurado; es la vía de escape para salir al exterior sin abandonar nuestro interior más inmediato. Es un poco el planteamiento que el autor hace en la novela, su balcón le garantiza asomarse a la vida sin poner en riesgo su pasado y su presente.
De carácter autobiográfico, nos plasma un repertorio de recuerdos y realidades que le sirven como protesta a la saturación de ficciones de las que se siente en franco rechazo. Si tenemos una realidad que contar no hay necesidad de recurrir a la imaginación, a la fantasía... es la renuncia de ficción en pro de esa realidad personal e íntima que necesita exponer en el desnudo más atrevido literariamente hablando que nunca pensó ejecutar.
El balcón en invierno” comienza cuando se pone fin a una novela sobre un jubilado que transita con un revólver; hastiado de tanto “más de lo mismo”, hace un giro atrevido y extremo y decide escribir los pasajes de su vida en tono autobiográfico, recorriendo los momentos más inolvidables de su vida, partiendo de un recuerdo relacionado con otra salida a otro balcón en otro momento y junto a la que fuera su madre, tras la pérdida repentina e inesperada de su padre.
Tal como es habitual en Landero en tan sólo doscientas cuarenta y cinco páginas se pueden contar más de media vida sin necesidad de abrumar y bajo la invitación a la lectura calmada, sosegada y placentera.
Ni que decir que lo personal marca toda la narración de una infancia en una familia de labradores de Extremadura y una adolescencia en un barrio obrero madrileño de nombre “Prosperidad”; las alusiones a sus raíces campesinas son un clásico en este escritor, admirador de un tiempo pasado y empeñado en rescatar sentimentalmente una geografía, unos paisajes, unas costumbres, unos oficios, lazos familiares, compromisos vitales; todo a base de recopilar sus vivencias, fantasías, recuerdos y añoranzas, bajo la lupa de la melancolía y la nostalgia. Sin duda es la fotografía de un país y una época que le tocó vivir; la posguerra española, de agradecer que sus alusiones aparezcan con cuenta gotas, por supuesto se entienden sus verdades encadenadas en este escenario que formó parte de su “existir” y del que se considera parte.
Para los que frecuentamos a Luis, la novela ha permitido conocer la fuente de inspiración de muchos de los personajes que aparecen en obras anteriores. Escrito con saltos imprevistos en el tiempo y en lugares sin orden pero con una mimada ubicación. Llama la atención sus referencias al descubrimiento de las letras por un niño en un mundo donde no había libros ni se sabía leer.
Confieso que al principio me desilusionó porque le encontré muchos parecidos con una novela de Perozo titulada “Rosas para Gabriela”, pero tras pocas páginas valoré la posibilidad de aprovechar la oportunidad de sentirme nuevamente identificada con “cosas” del pasado que me suenan de haberlas vivido, y más si las contaba el “Landero” como si de una diapositiva de la vida de las gentes se tratara.
Os recomiendo su lectura sin urgencias, no la necesita, en una tarde ante una buena infusión y en un tranquilo rincón os asomaréis al balcón de la vida de este escritor que bien podíamos ser “cualquiera de nosotros”.

En cada frase en cada instante, en cada suspiro, en cada pequeño acontecer, lo trivial y lo misterioso van a partes iguales. Eso es todo y no hay más que contar. Un grano de alegría, un mar de olvido”.

lunes, 8 de septiembre de 2014

El jardín de Dachau, Ellen Marie Wiseman

Hay momentos en los que sin querer, todo lo que encuentras como novedades literarias giran entorno a un tema que agotan hasta la saciedad y por más que busques, nada de nada, todos acaban abordando una temática de la que huyes y que irremediablemente te acaba atrapando. La parte positiva es que a pesar del tema “estrella” las formas de tratarlo y los argumentos que pueden generarse alrededor del mismo, suelen ser diferentes y originales por lo que en definitiva terminas dando por buena la elección de una obra que en sus primeros momentos condenamos sin razones a la hoguera de los “libros rechazados”.
Ese fue el caso de la novela de Ellen Marie Wieseman, aunque la palabra jardín y Dachau fueran bastante difíciles de congeniar, ella, partiendo de sus raíces familiares y bajo la inspiración de las experiencias de su madre, crea una novela donde los horrores de los campos de concentración pasan a un segundo plano, empañados por el desarrollo de una auténtica historia de amor en el más duro de los escenarios de la vida de sus protagonistas.
No puedo escribir la reseña sin detenerme en la portada; una alambrada divide la ilustración, un brazo con una numeración y un nombre que integra la lista de los lugares más terroríficos de la historia de la humanidad; creo que de no haber puesto el título se podría imaginar. Eso es lo que me hizo echarla hacia un lado y tenerla castigada un tiempo en “la lista de pendientes”, pero en el fondo me parecía de una belleza y elegancia como pocas he visto.
Imagino que estaréis pensando que toda la narración se pasea por esos escenarios dantescos, pues no, por una vez es gratificante identificar marcos diferentes a lo largo de la trama, eso le proporciona agilidad y belleza a la historia entre Christie e Isaac y garantiza no abandonar de un golpe el libro.
Con un argumento sencillo la autora narra la relación amorosa entre dos adolescentes que tienen que hacer frente a todas las adversidades fruto de binomios sociales, familiares, raciales, religiosos y políticos que marcaron una etapa de la Historia de Europa. Ese punto de partida engancha porque es la primera vez que leo un relato donde se deja ver el sentimiento del pueblo alemán que no vestía de uniforme, que no mandaba, que sufría hambre y que padeció una guerra en sus propias familias, en sus casas, en sus vidas y de las que poco hemos sabido o por las que menos nos hemos interesado.
Hablar de víctimas de la violencia nazi es hablar de genocidio judío, de campos de concentración, de cámaras de gas, de exterminio y muerte; pero Ellen Marie nos muestra la pobreza, la miseria, los reclutamientos forzados, asesinatos indiscriminados, expolio, robos, violaciones y otras desgracias a las que no fueron ajenas los alemanes y que sufrieron en nombre de uno de los personajes más impactantes del siglo XX, Adolf Hitler.
Por las pupilas de Christie conocemos todo esto y más, pero aún en los momentos de máxima crueldad, la autora dosifica el drama y canaliza el dolor desviando la atención hacia los valores reflejados en su novela: amistad, valentía, superación y esperanza en un futuro que pusiera fin a tanto horror.
Dividida en treinta y ocho capítulos de extensión moderada que facilita la lectura rápida, escrita con un ritmo muy bien marcado ayudándose de diálogos continuos que hacen avanzar progresivamente la obra hacia el desenlace final, destacando una dificultad que es la profusión de términos alemanes que dificulta en toda la obra la comprensión de ciertos localismos y que sin querer te hacen perder el hilo de lo narrado.
No me va a mi mucho el género romántico pero la mezcla con el tema histórico y la excelente ambientación de los hechos me hacen reconocer que he disfrutado bastante, porque de vez en cuando hay que ponerse “tierna” y asumir que en aquellas miles de historias de dolor debieron existir amores imposibles, sonrisas cómplices y guiños a hurtadillas que aportaron oxígeno a tan asfixiante destino.
Quiero sacar mi vena de profe de Historia y recordar que las sanciones dictadas hacia la vencida Alemania de la Primera Guerra Mundial, fueron las grandes responsables del resentimiento de un pueblo castigado y desmilitarizado, arruinado y señalado como único causante del conflicto. La pregunta sería ¿cómo se sintieron los alemanes con una condena como esta?. Jamás asumieron las imposiciones internacionales y arrastrar el sentimiento colectivo de culpabilidad provocó que afloraran en ellos odios y rencores imposibles de controlar y menos tras la aparición de fuerzas y lideres como los que parió décadas después la Gran Alemania Hitleriana.
Bonito acto de reflexión al que invita la escritora y original visión del trillado tema mundial.

Combatirse a si mismo es la guerra más difícil; vencerse a sí mismo es la victoria más bella”.

miércoles, 27 de agosto de 2014

La analfabeta que era un genio en los números, Jonas Jonasson

Al final he acabado llamando “la analfabeta” cuando realmente el gran mérito de la protagonista es el de saber leer en una parte del planeta donde se tiene como dogma la ecuación de “Negro=analfabeto”. Segunda novela del autor Jonas Jonasson que cae en mis manos; al igual que en “el abuelo que saltó por la ventana y se escapó” la elegí por lo disparatado del título y a diferencia de esta, no me ha resultado tan especial como la primera.
Brevemente su argumento se resume en una historia se inicia en los años setenta en Soweto, el famoso gueto de Johannesburgo, con el apartheid en todo su apogeo. La protagonista se llama Nombeko, una niña que trabaja en las letrinas y a la que su afán de conocimiento la lleva a aprender a leer Comienza así una vida repleta de increíbles aventuras que la llevarán muy lejos del lugar que nació.
Lo que parece ser una trama sencilla se convierte en una novela curiosa que sigue el esquema literario de este autor, con muchos puntos en común con “el abuelo” pero sin duda no tan impactante. Con solo doce años, el infortunio y la calamidad forma parte de la vida de esta niña prodigio de los números, tocada por el ansia de superación de un destino con el que no se conforma y al que no se resigna. El autor con un derroche de imaginación y bajo los recursos del humor y la ironía, construye una narración surrealista, original, trepidante y plagada de critica.
Podría considerarse novela histórica por el marco elegido por Jonas para contar las vivencias de Nobemko; los años setenta absorbieron acontecimientos de gran calado humano entre los que destaca el movimiento de “Apartheid”, en lo que yo siempre suelo llamar, “los espacios del planeta olvidados de Dios”. Sudáfrica no es el mejor lugar para nacer, el hecho del color de la piel sólo puedo empeorarse con el de ser mujer y si para colmo estás huérfana, poco más te puede pasar para sentenciar tu destino. A todo esto se enfrenta nuestra protagonista, a esto y al devenir de su vida a través de una autopista repleta de situaciones disparatadas junto a personajes que van desde el impostor físico, los gemelos que se suplantan, la activista histérica, un trío de china o los agentes del Mossad, sin olvidar al obsesionado que pretende acabar con la vida de un rey.
Dos escenarios en extremos geográficos y emocionales dan vida al viaje de nuestra heroína; de “Sudáfrica a Suecia”, con un origen y un destino, los recorre nuestra lista, independiente y autodidacta mujer; siempre con la compañía de personajes que entran y salen a lo largo de décadas y de los que aprende hasta formar el carácter que la lleva de aquellas letrinas de su niñez al codeo con la realeza sueca.
Veo una intencionalidad del autor para que reflexionemos en cuestiones políticas, sociales y medioambientales; nos invita a que no nos mostremos indiferentes ante las cuestiones raciales o la polémica carrera nuclear y que tengamos una opinión de las ambiciones políticas que mueven el mundo en una sociedad de altos niveles de hipocresía y maldad. En esta ocasión la novela sin apartarse del estilo de Jonasson es más mordaz en las cuestiones de las relaciones internacionales.
Me gusta más la primera parte y he de confesar que al final me ha costado terminarla por el exceso de situaciones ridículas y caricaturesca que ya no me sorprendían. Es cierto que los personajes están bien conseguido, que cada uno de ellos es a cual más original, que la actualidad recae sobre “el cruzado” que pretende acabar con la monarquía en Suecia en favor de una república y que nadie cuestiona el trasfondo de superación que adorna toda la novela; pero se alarga innecesariamente y al final se disfruta y poco más. Sin duda estoy bajo el efecto de la comparación con “el abuelo” y tal vez me falte objetividad.
Aún así vale la pena leerla y dedicar unas tardes a un estilo de narración que sólo un sueco con la mente helada puede llegar a imaginar.

La diferencia entre la estupidez y la genialidad es que la segunda tiene los límites muy bien marcados y la primera es tan infinita como la ignorancia y el atrevimiento juntos”.

viernes, 22 de agosto de 2014

Nos vemos allá arriba, Pierre Lemaitre

Estaba ansiosa por comenzar diciendo: !!!Me ha encantado!!!, vaya y por fin llegó el momento. Sin duda es de las novelas que más me han gustado de las elegidas para este verano, puedo decir sin lugar a duda que es una “historia muy bien contada”, no cuestiono lo acertado de su premio, porque yo de eso no entiendo y a veces los galardones literarios resultan ser estrategias de las editoriales para vender y no para ofrecer literatura de calidad, en esta ocasión han dado en la diana y personalmente he disfrutado mucho con él.
En lo poco que tuve la oportunidad de pasear en la primavera, casi siempre me detenía en las librerías y posaba mis ojos en el soldado medio aviador sin afeitar que me recordaba a los combatientes de las guerras mundiales; desconocía a cual de ellas correspondía, pero la escasa belleza de la portada también puede despertar mi curiosidad, de manera que en uno de esos rastreos visuales acristalados, me decidí a entrar y leer la sinopsis para aplacar el instinto de “acierto” que me empujaba a darle una oportunidad al “soldado desconocido”.
Esa y no otra fue la situación previa que rodeó mi relación con, no uno sino tres soldados con nombres propios que son los grandes protagonistas de la novela de Pierre Lemaitre, “Nos vemos allá arriba”.
Con motivo del primer centenario del comienzo de la primera gran conflagración bélica mundial, los escritores se han lanzado posesamente a escribir acerca de este desafortunado episodio de la historia de la humanidad, y era difícil esquivarlos y que al final no sucumbiera en alguno que otro; menos mal que “donde puse el ojo, puse la bala”, sobra pues decir que el escenario se sitúa en la última batalla absurda e injustificada de este episodio histórico que podría haberse evitado, porque la guerra ya “estaba herida de muerte”, en ese lance con pretensiones heroicas tiene lugar el inicio del argumento de la novela, muy sencillo por cierto, con un número escaso de protagonistas que tejen una trama a medida que sufren sus experiencias, construyendo una narración clásica con enormes dosis de ironía, humor negro, intriga, angustia y crueldad; todo, con un ritmo genial en el que cada episodio cargado de intensidad deparaba hacia otro aún más emotivo, generando con ello una solidez del relato brutal. No hay nada que deje suelto el autor, todo está perfectamente encajado y cerrado, desde el comienzo hasta su final sorprendente y de gran coherencia, sin fallar a la trayectoria de la narración.
Con frecuencia he oído decir que los amigos que se hacían en la “mili” eran difíciles de olvidar por las circunstancias de desarraigo y obligación en las que se fraguaba esa amistad, quiero hacerme una idea de lo que sería eso en momentos de guerra, con el miedo y la soledad, con la cobardía y la ignorante valentía, con la ceguera y la insolencia de quienes daban las órdenes y la inocencia y sumisión de quienes las obedecían. Mi imaginación me ha ayudado a entender y empatizar con la pareja de Albert y Edourad, los excombatientes “mal parados” de aquella "batallita" que sirvió para la gloria de Pradelle, el “tercero en discordia” y la cara negra de la moneda; aunque no son los únicos, si son imprescindibles en la historia, son la columna vertebral de la misma, y gracias a ellos, el autor consigue una novela de aventuras, detectivesca, thriller psicológico, cargada de critica social, alegato antibélico, humor negro, fuertes alusiones a hechos de rabiosa actualidad como la corrupción y las estafas institucionalizadas; y es que hay rasgos de “humanidad” que los siglos refuerzan con el beneplácito de quienes saben sacar provecho de las desdicha y sufrimiento ajeno.
Con cuatrocientas cincuenta páginas, no le quito ninguna por el ritmo que presenta y que facilita enganchar con el devenir de los “actores” que intervienen dando pases de drama y de humor difícil de congeniar; y es que los binomios están presentes en la historia, “guerra-postguerra”, “fracaso-éxito”,dicha-desdicha”, riqueza-pobreza”... en el momento en el que se lea la novela lo entenderéis perfectamente. Es fácil posicionarse y sentir algo que yo me he preguntado muchas veces, ¿Qué pasa con los excombatientes cuando la guerra termina? ¿Cómo se les integra en la sociedad que dejaron antes del conflicto? ¿Qué reconocimiento obtienen? ¿Son víctimas del olvido?...
Pierre Lemaitre, aborda estas cuestiones a modo de critica mordaz a la guerra y todas sus consecuencias en el marco de “la paz”, una sociedad de héroes “caídos del cielo” y antihéroes que pasan “sin pena ni gloria”, esperando un momento que sólo encontrarán “allá arriba”.
Recomiendo su lectura porque para mi ha sido una historia de amistad en grado superlativo, tras una deuda contraída en momentos cruciales de la vida de dos hombres, que supieron protegerse el uno al otro, enfrentándose a un mundo de desprecio y sabiendo sacar partido de los instintos más miserables del ser humano. Dedicado especialmente a los amantes de la novela histórica mezclada con el suspense y la ironía social.
Por esta vez no doy detalles estilísticos de la narración, aunque no hubieran sido perfectos, está muy bien contada y me ha recordado a la película de Forest Gump y especialmente a los personajes y las relaciones que nacen entre ellos tras la vuelta de otras de las grandes guerras de la humanidad; no hay que olvidar que los hombres han tenido la fea costumbre de coleccionar guerras, de manera que la literatura tiene reservas para rato...

Inteligente es aquel que sabe donde quiere ir y más inteligente es aquel que sabe donde no tiene que volver”.

viernes, 15 de agosto de 2014

El cielo en un infierno cabe, Cristina López Barrios

Muchas veces las portadas de los libros llaman poderosamente mi atención por su colorido, originalidad o por evocar imágenes y personajes que forman parte de mi bagaje sensorial. En esta ocasión me acordé de la pintora mejicana Frida Kalo,de los aires caribeños, del color de los pájaros y de esos rostros de viudas cubanas de buena posición; ni que decir que la sinopsis del libro nada tiene que ver con la atrevida y alegre presentación del mismo y si me apuro, el título tampoco.
Al final la decisión de leerlo se basó en la garantía que me ofrecía su autora de la que ya había leído un libro maravilloso y difícil de olvidar, “La casa de los amores imposibles”, lástima que en esta ocasión ni la portada ni la escritora hallan podido salvar la historia que nos cuenta, y mucho menos,lo desacertada que he estado una vez más.
Cristina López Barrio cuenta una historia ambientada en dos ciudades históricas como son Madrid y Toledo durante el siglo XVII, eso es tanto como predecir que la figura de la Santa Inquisición aparecerá tarde o temprano, por no asegurar que asumirá el papel protagonista. Es un siglo con el que novelísticamente no me llevo bien por la presencia aterradora, de todo lo que aconteció alrededor de ese tribunal inhumano y despiadado que actuó sin “temblores” con miles de desgraciados, condenados sin razón alguna. Quién iba a pensar, que una imagen sensual y colorista respondería en sus páginas a una historia de juicios, magia, herejía, sectas, hermandades secretas, brujas y ajusticiamientos.
Me cuesta cada vez más hacer una critica negativa de un libro que acabo leyendo y que por respeto o curiosidad no dejo inacabado, pero es que debo ceñirme a la impresión de lo que su lectura me ha provocado y siento decir que ha estado muy alejada de su anterior novela con la que disfruté desde el principio hasta el fin.
Podía contar el argumento para daros pistas sobre el tema central de la narración, como no es habitual en mi, abriré un amplio abanico de posibilidades diciendo que no he sido capaz de desvelar si se trata de una trágica historia de amor, si es una novela apología del fervor religioso, si por el contrario es la biografía de una mujer con poderes para curar, “tipo Jesucristo”, o más bien toda una cofradía de sanadores, cuya cantera se encontraban en orfanatos y hospicios controlados por hermandades secretas, tampoco descarto una intencionalidad de relato fantástico mezclado con dosis de romanticismo, pasión, orgullo y pecados de condena infernal... sinceramente me ha parecido un “totum revolutum”, donde el atrevimiento de Cristina ha llegado a utilizar el realismo mágico propio de la literatura latinoamericana un marco cronológico en el que desentona y chirría estrepitosamente.
Siguiendo la línea escogida durante este verano, la obra tiene más de seiscientas páginas de una densidad acusada en especial a partir de la mitad del libro, he echado de menos la garra literaria que he conocido en esta autora, en “El cielo en un infierno cabe”, las descripciones llegan a convertirse en largas explicaciones y torbellino de metáforas imposibles de entender; sin quererlo alarga la novela innecesariamente hasta convertirla en tediosa por la falta de acción.
Lo que más me ha desencantado es la ausencia de habilidad para empatizar con los personajes algo que en muchas ocasiones salva una novela de ser “quemada en la hoguera” que es más o menos lo que yo estoy haciendo en esta reseña.
Me quedo con la historia de amor infantil entre Bárbara y Diego por la ternura con la que está narrada y acabo avisando de que la última gran incógnita es el final que me ha sumido en una confusión digna de tan decepcionante lectura.

La codicia de los hombres es como un velo que cae irremediablemente sobre sus conciencias”.

domingo, 10 de agosto de 2014

El haiku de las palabras perdidas, Andrés Pascual

He de confesar que soy una admiradora de todo lo relacionado con la cultura milenaria y ancestral del país del “Sol Naciente”. Es uno de mis grandes sueños poder viajar a esa isla alargada y original que constituye el paradigma del sudeste asiático. Ante la dificultad de cumplir semejante sueños por diferentes y variadas razones, voy conformándome con la lectura de libros que me permiten aproximarme a una de las civilizaciones más admirables del planeta.
Tras leer al peculiar escritor Murakami, del que he aprendido bastante con sus “extraños” cuentos, en esta ocasión he descubierto de la mano de Andrés Pascual, una historia de sentimientos gracias a un poema japonés que recibe el nombre de “Haiku”,composición de diecisiete sílabas, muy breve en el que destaca la admiración por la naturaleza de aquel que la escribe y la contempla; por supuesto es un género poético de la literatura japonesa y sinceramente nunca había oído hablar de él.
Partiendo del haiku y otorgándole un protagonismo a la altura del resto de los personajes; el autor narra una historia que abarca la nada despreciable cifra de setenta años. Dicho espacio de tiempo ofrece cobertura a dos historias paralelas, distantes en el tiempo y con diferente impacto en la obra.
Japón, tuvo que hacer frente a uno de los episodios más crueles de su historia, el nueve de agosto de mil novecientos cuarenta y cinco, las ciudades de Hiroshima y Nagashaki sufrieron el impacto de las bombas atómicas por parte del ejército americano y dentro del trasfondo bélico que marcaba los últimos momentos de la Segunda Guerra Mundial. En ese escenario y ajenos a toda maldad, dos adolescentes ven perturbada una cita de enamorados para leer un “haiku” que sellaría su amor eterno. Nunca se llegó al esperado encuentro y sus vidas quedarían marcadas para siempre.
Trasladados al año dos mil diez, el panorama es muy diferente, el mundo se mueve alrededor de la energía atómica manejado por sus defensores con intereses desmedidos y enfrentados a sus detractores con criticas a las centrales nucleares y los peligros que están ocasionan al margen del desarrollo de las civilizaciones.
En estos dos escenarios, dos parejas, dos historias, dos destinos y un único motor de la trama; el poema, que permite desarrollar un argumento en el que la intencionalidad básica es proporcionarnos instrumentos emocionales, para superar las desgracias y los avatares que irremediablemente han de integrarse en nuestras vidas.
Prosa muy sencilla en la que se recrea las costumbres, ritos, valores y espiritualidad del pueblo nipón, es sin duda una elegante manera de introducirnos en la cultura oriental.
Narrada en tercera persona, de ritmo ágil, dividida en capítulos alternos que nos llevan del pasado al presente, marcando la historia antigua una diferencia de potencial narrativo con respecto a la época actual. No es cargante en las descripciones y evita generosamente los detalles morbosos entorno a los desastres de aquella terrible decisión de la humanidad.
Sin duda dos temas presiden lo que parece un sencillo libro apto para todos los públicos; el debate nuclear y la capacidad de los japoneses para renacer de sus cenizas tantas veces como el destino lo exija.
No quiero que se me olvide la alusión a un precioso cuento de la literatura japonesa, “Las grullas de papel”, son esas historias que sólo pueden inventar los orientales y que no dejan de asombrarnos por su dulzura y originalidad.
Destacar que el final es sorprendente e inesperado, bastante ajustado a la realidad y eso en el fondo aunque resulte cruel, se agradece. Curiosamente fue escrito antes de la última catástrofe nuclear vivida en Japón, al parecer Andrés se adelantó a lo inevitable y con el tiempo se ha demostrado que con “haikus” o sin ellos los nipones son un ejemplo de superación, ante los que plegamos rodillas y admitimos que son “dignos de admirar”.

Si quieres saber lo que serás en el futuro, mira a ver lo que estás haciendo en tú presente”.