Es
un auténtico reto hacer la reseña de una novela tan potente como
“La ladrona de libros”. Hace unos meses, escuché a
un compañero que la estaba leyendo y recordé como si de ese
instante se tratara la grandeza de esa obra que leí hace ya unos
años en unas condiciones francamente inolvidables. Comentando
detalles de la misma me propuse releerla en navidades y me alegro de
haberlo hecho porque he vuelto a disfrutar tanto o más que cuando la
leí por primera vez.
No
me intimidó el número de páginas que Zusak Markus utiliza para
narrar una historia ambientada en la Segunda Guerra Mundial, porque
su título me daba buenas vibraciones y casi aposté por el hecho de
que el protagonismo de la misma no se lo iba a llevar el conflicto
bélico, sino que en esta ocasión, pasaría a ser algo secundario;
me alegré de haber acertado...
El
papel principal recae sobre Liessel, una niña alemana de nueve años
dada en adopción a una familia que la enseña a leer y que convierte
este acto en su razón de vida. El amor por la lectura preside todo
el relato, permitiéndonos a través de ella una inmersión en el
mundo de las palabras; palabras que transmiten un poder que le
aportan esperanza, valentía y dignidad.
Junto
a Liessel, aparecen un reducido número de personajes brutalmente
construidos y definidos por acciones y rasgos que engrandecen la
narración y sobre los que cae el peso del argumento de manera muy
equilibrada. Todos evolucionan en el transcurrir de la historia y se
convierten en vehículos de emociones y sentimientos. Todos van
facilitándonos sus experiencias de vida en el momento en el que por
azar se cruzan en el camino de esta niña.
En
una ambientación histórica milimétrica, el autor nos muestra la
visión de quienes vivieron este cruel acontecimiento como ciudadanos
normales que lucharon por sobrevivir al margen de tan desgarrador
hecho; para ello utiliza un estilo ágil y sencillo, con invitaciones
continuas a la reflexión, para ser leída con lentitud y
detenimiento y sin duda apta para todos los públicos.
Sorprende
gratamente el enfoque de un mundo de horrores que nos llega a través
de los ojos de Liessel, convirtiendo este escenario en un muestrario
de cruda realidad en el que no faltan los guiños de ternura y
emociones, lo que la dotan de una sensibilidad enternecedora.
Estructurado
en diez partes divididos en capítulos que favorecen la ya sencilla
lectura de la novela. Muy bien escrita y descrita a partes iguales y
plagadas de alusiones paisajísticas y estados emocionales que se
ayudan de dosis de ironía, cinismo y notas de humor negro.
Utiliza
el recurso de mostrar hechos del futuro que aún no han sucedido, lo
que te deja la sensación de reventar aquello que está por venir; al
igual que hacer continuos incisos con escritura diferente; ambos
recursos al principio descolocan, pero poco a poco se aceptan como
parte de la estructura de la novela.
He
querido reservar para el final el detalle más carismático de esta
obra; existe un narrador de excepción con el que nunca me había
topado en mi vida como lectora; LA MUERTE, su protagonismo preside y
acapara la mitad de la obra, al principio impacta pero después te
acostumbras y aceptas el papel otorgado a este personaje que no hace
discriminaciones ni excepciones y que comienza por arrebatar la vida
del hermano de nuestra pequeña Liessel, lo que la marcará para
siempre. Es esta muerte la que ayuda a evadirse a quienes conviven
con ella en los horrores de la guerra, la misma que nos presenta una
autopsia de la Alemania Nazi, y es ella la que proporciona un final
de impacto, imprevisible, que conmociona pero que se asume con el
corazón sobrecogido, porque nunca nada estuvo tan bien anunciado
desde sus comienzos.
“Ya
viene la ladrona de libros. Una sonrisa en su labio tan pura como el
papel. Viene incorruptible en el tiempo. Solo viene a leer”.
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