domingo, 21 de diciembre de 2014

La ladrona de libros, Zusak Markus

Es un auténtico reto hacer la reseña de una novela tan potente como “La ladrona de libros”. Hace unos meses, escuché a un compañero que la estaba leyendo y recordé como si de ese instante se tratara la grandeza de esa obra que leí hace ya unos años en unas condiciones francamente inolvidables. Comentando detalles de la misma me propuse releerla en navidades y me alegro de haberlo hecho porque he vuelto a disfrutar tanto o más que cuando la leí por primera vez.
No me intimidó el número de páginas que Zusak Markus utiliza para narrar una historia ambientada en la Segunda Guerra Mundial, porque su título me daba buenas vibraciones y casi aposté por el hecho de que el protagonismo de la misma no se lo iba a llevar el conflicto bélico, sino que en esta ocasión, pasaría a ser algo secundario; me alegré de haber acertado...
El papel principal recae sobre Liessel, una niña alemana de nueve años dada en adopción a una familia que la enseña a leer y que convierte este acto en su razón de vida. El amor por la lectura preside todo el relato, permitiéndonos a través de ella una inmersión en el mundo de las palabras; palabras que transmiten un poder que le aportan esperanza, valentía y dignidad.
Junto a Liessel, aparecen un reducido número de personajes brutalmente construidos y definidos por acciones y rasgos que engrandecen la narración y sobre los que cae el peso del argumento de manera muy equilibrada. Todos evolucionan en el transcurrir de la historia y se convierten en vehículos de emociones y sentimientos. Todos van facilitándonos sus experiencias de vida en el momento en el que por azar se cruzan en el camino de esta niña.
En una ambientación histórica milimétrica, el autor nos muestra la visión de quienes vivieron este cruel acontecimiento como ciudadanos normales que lucharon por sobrevivir al margen de tan desgarrador hecho; para ello utiliza un estilo ágil y sencillo, con invitaciones continuas a la reflexión, para ser leída con lentitud y detenimiento y sin duda apta para todos los públicos.
Sorprende gratamente el enfoque de un mundo de horrores que nos llega a través de los ojos de Liessel, convirtiendo este escenario en un muestrario de cruda realidad en el que no faltan los guiños de ternura y emociones, lo que la dotan de una sensibilidad enternecedora.
Estructurado en diez partes divididos en capítulos que favorecen la ya sencilla lectura de la novela. Muy bien escrita y descrita a partes iguales y plagadas de alusiones paisajísticas y estados emocionales que se ayudan de dosis de ironía, cinismo y notas de humor negro.
Utiliza el recurso de mostrar hechos del futuro que aún no han sucedido, lo que te deja la sensación de reventar aquello que está por venir; al igual que hacer continuos incisos con escritura diferente; ambos recursos al principio descolocan, pero poco a poco se aceptan como parte de la estructura de la novela.
He querido reservar para el final el detalle más carismático de esta obra; existe un narrador de excepción con el que nunca me había topado en mi vida como lectora; LA MUERTE, su protagonismo preside y acapara la mitad de la obra, al principio impacta pero después te acostumbras y aceptas el papel otorgado a este personaje que no hace discriminaciones ni excepciones y que comienza por arrebatar la vida del hermano de nuestra pequeña Liessel, lo que la marcará para siempre. Es esta muerte la que ayuda a evadirse a quienes conviven con ella en los horrores de la guerra, la misma que nos presenta una autopsia de la Alemania Nazi, y es ella la que proporciona un final de impacto, imprevisible, que conmociona pero que se asume con el corazón sobrecogido, porque nunca nada estuvo tan bien anunciado desde sus comienzos.

Ya viene la ladrona de libros. Una sonrisa en su labio tan pura como el papel. Viene incorruptible en el tiempo. Solo viene a leer”.

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