Las
portadas bien elegidas, son una apuesta segura para aquellos lectores
que gustan de la novela histórica; esta vez, contemplando la ciudad
de Venecia al fondo de esta ilustración, mi curiosidad se despertó,
hasta el extremo de no dejar pasar la oportunidad de zambullirme en
las páginas de una obra, donde la cocina cobraba protagonismo y
amenazaba con hacer un “guiso” perfecto, siguiendo
los pasos de una “comanda” a lo más puramente
renacentista.
Con
estos datos, es fácil adivinar la “receta” de esta
narración; la Historia, el Renacimiento, Italia y Venecia, son
“ingredientes” más que suficientes, para elaborar
un magistral “banquete" digno de una época plagada
de sombras, supersticiones y tinieblas; “aderezadas” con
mucha maldad, conspiraciones, traiciones y envidias que acabarán
dando “sabor" ,a un relato “cocinado” en
los fogones de una cocina ducal, en la que se “cuece” una
trama fascinante, con inteligente “mezcla” de
intriga y misterio, “paladeada” a lo largo de casi
seiscientas páginas, “tamizadas” hábilmente por
la autora, fiel a su estilo ameno y agradable.
Las
destrezas culinarias de Amato Ferrero, “chef” del
Dux de Venecia se convierten en el centro de esta novela que refleja
el siglo XV italiano, sus costumbres, sus miedos, sus ansias y lo que
era más peligroso la obsesión por el poder. Elle Newmark, "amasa"
un argumento entorno al misterio de un libro antiguo, deseado
por todos con el fin de apropiarse de las virtudes que esconden sus páginas.
La
obra está perfectamente “aliñada” gracias a la
exactitud de la ambientación y a lo recurrente que resulta el papel
del cocinero en la misma. Junto a él, Luciano, el ladronzuelo que
“escalda” su vida en estos muros, siguiendo las
sabias recomendaciones de su mentor y que lo apartará de la mísera
existencia llevada hasta ahora en las cloacas de la bella ciudad de
los canales.
Aunque
el principio es bastante pausado, la autora lentamente “rehoga”
las posibilidades del tema elegido y consigue “macerar”
las cualidades de sus personajes para darles forma y
consistencia; la suficiente para “hornear” la
narración y lograr que el lector se alegre de haber “degustado”
su relato hasta el final.
Resulta
entretenido, sin grandes pretensiones históricas, con todo lo
necesario para poner en una “batidora” gigante lo
más representativo de esa época; hermandades secretas, creencias
cuestionadas, la existencia de la inmortalidad, papas, familias
poderosas, mecenas, muertes y caídas del poder...
No
quiero dejar pasar la recomendación de su lectura por lo mucho que
se aprende del arte de la cocina, especialmente de los datos que la
autora facilita acerca de otros mundos que invadieron Europa, de
entre los que sin duda Oriente es el más sugerente de todos ellos.
Es
el punto de “almíbar” de una historia, en la que
prevalece el “hervidero” de un desmedido “menú”
que se ha repetido irremediablemente a lo largo de los siglos
y cuyo “plato fuerte” ha sido siempre el codiciado
y bien “gratinado” PODER.
“El
mejor banquete del mundo no merece ser degustado a menos que se tenga
alguien para compartirlo”.
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