sábado, 2 de marzo de 2013

El maestro del prado, Javier Sierra

La elección de la obra de Javier Sierra no fue tanto por el autor sino por lo sugerente del título, dos palabras despertaron en mi la inquietud y el deseo por leerlo: ”Maestro” y “Prado”, quedaba claro que se refería al Museo o Pinacoteca más extraordinaria del mundo. Al inicio del comentario he adquirido la costumbre de justificar las razones que me impulsan hacia ciertas novelas que en el fondo me hacen desconfiar de la calidad literaria de las mismas... pero hay que dar una oportunidad por si me equivoco.
Tengo que decir que mi entusiasmo se desinfló poco a poco a medida que iba avanzando en la novela y es que tal y como me temía, Javier recurre al tema trillado de las sectas religiosas que resulta un tanto cansino y más cuando en tiempos no muy remotos la literatura acabó saturada de templarios, masones, profecías, herejes, inquisición, conspiraciones y visionarios que tras leer un libro de este género, nada nuevo te aportaban los siguientes.
En la línea del autor y a lo largo de trescientas páginas, dos personajes, maestro y aprendiz, recorren las principales salas del Museo del Prado para desentrañar todos y cada uno de los cuadros mencionados en la novela. Para aquellos que tenemos muchos conocimientos de arte, la familiaridad de las obras que se mencionan así como los autores de las mismas, resulta entretenido y hasta puede valer de repaso académico; por el contrario a los que mirar un cuadro o ir de museos sea solamente una actividad cultural atractiva, el libro acaba produciendo agobio y cansancio por la abrumadora cantidad de datos, fechas y detalles difícil de asimilar y resumir...
En el fondo no he acabado de encontrar la trama y mucho menos el desenlace, es demasiado sencillo en su planteamiento; un aprendiz de la mano de un maestro imaginario se detiene en los pintores renacentistas y tras observar el cuadro elegido, estos adquieren la condición de protagonistas al igual que sus autores y la historia representada, la misma que encierra secretos indescifrables y de contenidos misterios y proféticos.
Narrada de manera sencilla en primera persona, aporta conocimientos de arte, pintores, personajes históricos y anécdotas de esa época de fácil comprensión si el propósito no es quedarse con todos los datos relatados por el autor.
Puede que Javier nos haya querido presentar una novela no sólo para darnos lecciones de arte, sino para conocer que aquellos hombres del Renacimiento ocultaron una visión de la vida alejada de los dogmas religiosos establecidos, a los que irremediablemente tuvieron que someterse y obedecer.
Aún así, puede ser del agrado de los que gusten de este tipo de novelas, pero aviso que el final me acaba pareciendo tan absurdo como el principio, aunque no me importaría pasear por El Prado y que un “Maestro” me guiara por sus salas con tal despliegue de sabiduría como el que accidentalmente encuentra nuestro narrador...”No caerá esa suerte”

El mejor maestro de la vida es el tiempo, incluso sin hacerle preguntas te contesta sabiamente gracias a las experiencias que asumes en su transcurrir”.