martes, 27 de enero de 2015

Lo que sé de los hombrecillos, Juan José Millás

Al ser tan original el argumento de esta “menuda” novela , que en realidad es un microrrelato, prefiero tirar del tan temido recurso de usar la sinopsis, pero es una garantía de que se entiende la intención del autor.
La rutina diaria de un profesor universitario se ve perturbada por la irrupción de perfectas réplicas humanas en miniatura que se mueven con soltura por el mundo de los hombres. Un día, uno de estos hombrecillos, creado a imagen y semejanza del catedrático, establece una conexión especial con él y convierte en realidad sus deseos más inconfesables. En este libro, el académico narra el último de estos encuentros secretos, que resulta también el más intenso y peligroso, pues además de averiguar dónde viven, qué costumbres tienen y cómo se reproducen estos hombrecillos, interviene en su pequeño mundo mientras la vida sin inhibiciones convierte el suyo en una verdadera pesadilla. Piénsalo por un segundo: ¿soportarías ver cumplidos todos tus deseos?”.
Bueno, ahí queda eso... No recuerdo en qué estaba pensando cuando lo elegí, pero es cierto que Millás era conocido por mí, aunque lo último que he leído ha sido “El mundo” y en esa ocasión lo autobiográfico era evidente.
Parece la historia de los sueños de un esquizofrénico al más puro estilo daliniano, ingeniosa, atrevida, irónica y absurda; tal vez estos rasgos de originalidad me han permitido acabarla, porque en honor a la verdad, no es una joya literaria que digamos.
He querido entender o descifrar la intencionalidad de Juan José en mostrarnos el mundo de las dualidades, el hecho de lo que hacemos y lo que nos gustaría hacer, lo que vivimos y lo que verdaderamente querríamos vivir; todo ello lo personaliza en los desdoblamientos que el personaje padece con esos “hombrecillos” que invaden su vida y que le llevan a realizar actos impensables e injustificados.
Demasiado surrealista para mi gusto, aunque no dejo de reconocer que no existiría relato sin la relación que el autor establece entre el profesor y sus diminutos intrusos,puesto que las vivencias que describe son el motor de la trama, si es que se puede decir que existe trama.
Incuestionable la riqueza de léxico, la impecable gramática y la excepcional manera de escribir del autor, que no está reñido con lo mucho o poco que yo haya disfrutado con él. Igualmente es innegable la cantidad de temas que aborda esta mezcla de realidad e imaginación, la economía, el sexo, la naturaleza, el mundo animal... Menos mal que son algo menos de doscientas páginas que se leen en pocas tardes y que su estilo y estructura es de gran agilidad.
No puedo invitar a mucha gente a su lectura porque es algo “especial” y tampoco es para “tirar cohetes”, aprovecho la expresión ya que es valenciano, es de estos relatos que pueden gustar a rabiar o por el contrario abandonar en la página dos; siento decir que sin arrepentirme de haberlo leído, tengo la sensación que está escrito con urgencia y con prisas, algo más propio de un periodista que de un escritor. La decisión será vuestra, pero como es el acto de leer, seguro que algo bueno depara, ánimo y que en vuestros sueños no aparezcan “hombrecillos” como los de Millás, son tela de eróticos.

La vida es una imaginación perpetua con las sorpresas de la realidad”.

jueves, 22 de enero de 2015

Juntos nada más, Ana Gavalda

Antes de desvelar el contenido del libro, quiero decir que con una frase como esta es difícil no detenerse y reflexionar sobre lo maravilloso que sería “estar juntos nada más”...y valorar que cualquier otro compromiso estaría “de más”.
La escritora francesa se ha lucido en esta entrañable y sencilla novela de corte intimista, basada en la vida de cuatro personajes que le ayudan a construir un argumento inolvidable por sus dosis de emotividad y ternura.
Cualquiera que sepa ya de mis gustos literarios podría estar pensando que me he estrenado en la novela romántica, a lo que yo contesto que no tengo la menor idea de si es así, lo cierto es que es una historia con romance, pero es un relato de amistad entre esos protagonistas, con un comienzo que engancha, un desarrollo que te atrapa y un final que no se olvida.
Ana Gavalda se ha convertido con su novela en una artesana de perfiles físicos y psíquicos, construyendo unos personajes que asumen y empañan el argumento en sí de la obra. Su habilidad narrativa la descarga en el modelaje de Camille, Franck, Philibert y Paulette; siendo el resultado un relato para el recuerdo.
Creo que lo mucho que me ha gustado tiene que ver con el momento en el que la he leído, a lo que hay que unir la facilidad para empatizar con estos seres maltratados, a los que se les reconoce como piezas defectuosas que no encajan en el “perfecto puzzle de la vida”. Identificarse con ellos ha resultado sencillo, tanto como la lectura que ha ido creciendo en intensidad a medida que avanzaba, hasta concluir en un final muy bien acogido, yo diría que previsible pero no por ello aburrido ni criticable.
Quiero compartir unos pequeños rasgos de estos cuatro pilares de la novela, como si de cuatro perdedores del corazón se tratarán y que en un desesperado intento por parchear sus heridas y soledades, remiendan sus jirones con una convivencia que acaba siendo su tabla de salvación.
Camille tiene 26 años, dibuja extraordinariamente bien, pero su pasado y escasa fuerzas le impiden hacerlo; Philibert, su vecino vive en un apartamento enorme sobre el que se cierne la sombra de una herencia que podría privarlo del mismo; por su parte, Franck, es cocinero, mujeriego, joven de costumbres poco sanas y que es inquilino del anterior y a su vez el nieto de Paulette, anciana de 83 años que irremediablemente y muy a su pesar aguarda el final de sus días en un asilo...”
Todo muy familiar y reconocible, dramas cotidianos, microcosmos personales de aplastante sencillez que se repiten a cada paso que damos,y temas impecablemente tratados; la anorexia nerviosa, la vejez, la resistencia al paso del tiempo, los efectos de infancias crueles, el abandono, la homosexualidad, el clasismo, la generosidad, el temor al futuro...
Podría parecer más seria de lo que en realidad es la novela que destaca por sus valores de humanidad; está escrita con una estructura sencilla con diálogos continuos y dividida en capítulos breves que ayudan a la fluidez de la lectura, abundan las expresiones coloquiales y las descripciones permiten imaginar los escenarios y acciones con bastante exactitud. No quiero olvidar que Ana Gavalda describe la ciudad de París con una calidez conmovedora.
Hay que leerla sin asustarse por las más de quinientas páginas, hay que disfrutarla y reconocer que a veces en las extravagancias está el éxito de la vida y que no solo en la perfección está la alegría, el caos proporciona en ocasiones una ruina bien avenida y en la que hasta las almas más heridas pueden despegar los pies de su pesado suelo.

La vida es en muchas ocasiones más divertida y llevadera, cuando en ella existe un poco de inquietud y desorden”.

lunes, 12 de enero de 2015

Asesinos sin rostros, Henning Mankel

Buscando lecturas en el catálogo de libros pendientes, me he topado con Henning Mankel, ya he leído otras obras de este autor y la verdad que aunque no resultan inolvidables, son de gran utilidad como puente a otras lecturas que siguen igualmente en la parrilla de salida y ante las cuales hay que ir bien preparada.
Es conocida mi resistencia a contar la sinopsis, pero en este caso lo voy hacer porque es la garantía para “vender” un poco la novela, no todos tenéis en buena estima las “cansinas” peripecias del mundo sueco y sus muertes misteriosas, de manera que antes de lanzar un “otra vez no”, os relato el argumento y vosotros decidís.
Kurt Wallander atraviesa uno de los momentos más sombríos de su vida personal, cuando tiene que ponerse al frente de la investigación del asesinato de un apacible matrimonio de ancianos en una granja de Lenarp. El marido ha sido horriblemente torturado y la mujer muere estrangulada poco a poco, con el tiempo justo para pronunciar antes de morir la palabra “extranjero”. Kurt Wallander y sus colegas deberán enfrentarse no sólo a un asesino muy especial, que tiene la sangre fría de alimentar a los caballos del establo después del crimen, sino a una comunidad irascible, presa de insospechados prejuicios raciales. Wallander sabe de sobra que la pacífica apariencia de algunas personas oculta a veces a un auténtico monstruo, de modo que no se hace ilusiones acerca de la sociedad en la que vive.
En general responde al esquema de novela negra sueca. Cuenta con todos los ingredientes propios de este género con el que estamos familiarizados gracias a la enorme producción literaria de los últimos años y que para nuestra perplejidad han inundado los escaparates de las librerías, como si los asesinatos fueran hoy “patrimonio” exclusivo de los nórdicos, empañando la idilica visión que los del “sur” tenemos de esas heladas y serenas latitudes.
Para quien no lo sepa, el protagonista es un investigador habitual de las novelas de Henning, en total resuelve y capitanea investigaciones en la nada despreciable cifra de once novelas; lo que le ha permitido hablar de “saga”, aunque no llevan un hilo cronológico continuado y estas se pueden leer de manera aislada. Precisamente es la primera de ellas, y el autor no presenta a su “Colombo” sueco como un individuo de carne y hueso que padece todos los males de la humanidad; abandono de su esposa, hostilidad de su hija, demencia senil de su padre, deterioro físico y un montón de malos hábitos que lo llevan irremediablemente por el camino de la autodestrucción.
Incido en Wallander porque la construcción del personaje es lo más curioso de la obra, su evolución y el carácter que se repetirá cada vez que abordemos una novela de la mencionada saga.
El escenario huelga decir que es una localidad gélida, de nombre impronunciable, de la también helada Suecia, que sirve de marco para alterar la sosegada y monótona vida de sus habitantes con la muerte de este matrimonio de jubilados. A partir de este acontecimiento se desata la trama que comienza con fuerza y que pierde intensidad hasta que en las últimas páginas se reactiva, precipitando un final al que hay que hacer frente casi por imposición del autor.
No resulta larga, son trescientas páginas de lectura ágil, sin sobresalto, de manera pausada, mezclando lo personal del protagonista con lo profesional de su actividad como inspector. Estructurada en quince capítulos, muy bien aprovechados por Henning para abordar dos temas de candente actualidad como son, la vejez y la inmigración de fuerte carga de xenofobia. Decir que llama mucho la atención los detalles referentes al proceso y avance de la investigación y en especial a la falta de referencias a las tecnologías actuales; recordar que está escrita en 1991 y que las técnicas que campean hoy en día en materia de investigación estaban en esas fechas en “pañales”, lo que la hace más ajustada a su tiempo y por mi parte un punto a favor del escritor.
Cuando terminé de leerla mi imagen de sociedad perfecta quedó seriamente lastimada y pensando en el frío y las horas de oscuridad, dejó de ser el “paraíso” con el que se puede soñar para vivir en paz.
Buena para ejercer el gratificante acto de pasar los ojos por las letras que unidas en un incansable acto de “maridaje”,consiguen formar textos que siempre cuentan historias que son de agradecer.

Nuestros destinos dependen con frecuencia de algunas decisiones nefastas y casuales que en ocasiones los demás toman por nosotros”.

lunes, 5 de enero de 2015

Una forma de resistencia, Luis García Montero

Cuando termino un libro me paso unos días buscando la siguiente lectura y casi siempre lo hago sin un criterio determinado; en ocasiones me atraé el título, no pocas veces la portada y habitualmente es el autor el que me hace tomar la decisión final. Con “Una forma de resistencia” puedo decir que se mezclaron todas estas razones y nunca pensé, que me iba a parecer tan acertada la elección. No es una portada de esas que dejan huellas, más bien es curiosa y divertida, familiar diría yo; el título tampoco era profundo ni despertaba curiosidad y en lo que respecta al autor, no había tenido el gusto de leer nada hasta ahora... por ello, sin poner “resistencia” alguna, seleccioné esta lectura, que para más deleite obtuve de la biblioteca y pasando sus páginas he disfrutado gratamente de la elegancia, ironía y sensibilidad de la prosa y ensayo de un escritor que hoy, ya no resulta ser un desconocido para mi.
Estructurada en capítulos con nombre propio, Luis García Montero presenta una relación a modo de inventario de todas las pertenencias que marcaron su pasado y que sirvieron para construir su personalidad y determinar su presente y futuro. Con una brevedad muy agradecida, el autor presenta su universo doméstico, describiendo cada objeto con tal profundidad, que refleja el ansia por no olvidar quienes somos, lo que tenemos y la importancia de conservar lo que nos rodea; en un intento por justificar la presencia de esa herencia material hasta ahora insustituible en su vida.
Vas recorriendo los textos y la sorpresa es mayúscula cuando descubres lo mucho que se puede decir de una cafetera, de un despertador, de las zapatillas de andar por casa, de los espejos, de las fotografías, del sillón especial, de esas gafas que te permiten leer ese periódico diario, o de los bolígrafos que marcan letras para recordar... que manera tan sentimental de otorgar vida propia a enseres que pasan desapercibidos ante nosotros y que enternecedoramente para Luis, es una forma particular de mirar hacia el pasado y reconocer que en esas “cosas especiales” se puede quedar sin quererlo enredada nuestra vida.
Todo lo desconocido que me resultaba el autor pasa a “mejor vida” una vez que he terminado el libro, ya que confecciona una autobiografía íntima que abarca desde la adolescencia hasta su madurez, utilizando como medio de “transporte”, el catálogo material de posesiones que han viajado junto a él a lo largo de la geografía de su existencia; objetos de un “inventario” al que no está dispuesto a renunciar, en justa recompensa y gratitud por la felicidad desinteresada y generosa proporcionada por ellos.
Personalmente me ha resultado corta, sencilla, intensa, ocurrente y original. Extraordinariamente bien contada la disección de los objetos y los sentimientos de estos; encierra una nostalgia con la que es fácil identificarse, y te permite bucear en el pasado y recordar aquellas “pequeñas” cosas que marcaron un momento especial en nuestras vidas, que se perdieron o no hemos sabido conservar y que hoy, gracias a esta entrañable lectura, reconocemos echar mucho de menos.
Sin querer, yo iba elaborando mi propio repertorio de “cacharros” que no he podido olvidar y que sin duda hoy son el “mapa” de mi vida; algunos me los arrebataron, otros los perdí y muchos renuncié a ellos, bien por necesidad o por la ignorancia de no apreciar su valor más allá de lo meramente material.
Hay un texto con el que sin duda me quedo por lo especial y profundo que me ha resultado; “La soledad”, se aparta del concepto de objetos, pero es un sentimiento descrito con una precisión difícil de olvidar. Me ha gustado tanto que casi lo he copiado en mi “cuaderno” de frases y no creo que deje indiferente a nadie.
El libro es precioso sin más, de los más recomendables de cuantos he reseñado y me gustaría que estas letras sirvieran para animar a su lectura y disfrute.

La soledad aparece y desaparece, se esconde entre los pliegues de la vida, y surge cuando menos lo piensas, lo hace siempre con la naturalidad de las viejas amantes y de las buenas e inolvidables historias”.

jueves, 1 de enero de 2015

Milena o el fémur más bello del mundo, Jorge Zepeda Patterson

Como todos los años por las mismas fechas, llega hasta nosotros los renombrados “Premios Planetas”; y como en otras ocasiones, no me resisto a ojear el acierto o desacierto de un jurado que en la mayor parte de las veces me han decepcionado y confirmado, que no por ser un premio es una novela impresionante.
La portada es de una belleza incuestionable y en conjunto tampoco puedo desaconsejar la lectura de “Milena o el fémur más bello del mundo” ya que cuenta con buenos ingredientes para al menos garantizar dos o tres tardes de entretenida lectura.
No quiero desvelar el inicio del relato porque es sin duda lo que más engancha y dispara la acción de la trama de esta novela, en la que se mezclan dosis de investigación, persecuciones continuas, violencia en estado puro, escenas difíciles de digerir y crueldad en un mundo del que parece que lo sabemos todo y en verdad lo desconocemos por completo.
Si tuviera que resumir el tema principal del libro, diría que trata del oscuro e inmoral negocio de la prostitución, ejecutado por las mafias ruso-ucranianas y de las víctimas de las mismas en el colectivo de mujeres blancas de la Europa del Este, objetivo implacable desde la más tierna adolescencia, de hombres sin escrúpulos, que hacen del abuso y la vejación de estas “niñas” una forma lucrativa de vida.
En nuestra novela Milena es esa mujer que con dieciséis años es secuestrada e incorporada a una red de tratas de blancas de las que una vez que se entra es prácticamente imposible salir. Su presente y su pasado nutre un argumento que en ocasiones adolece de tensión narrativa, algo extraño porque no le faltan los elementos propios del género de novela negra.
La acción transcurre en México pero las alusiones a Marbella son continuas. Muy bien documentada en lo referente a un negocio que mueve millones de euros en la actualidad y sobre el que planea la afirmación de estar asociado a la corrupción y al poder político.
El ritmo lo marca esta experiencia de vida de Milena, su esclavitud durante años y el seguro de vida que gira entorno a la posesión de una “libreta negra” que todos ansían tener por lo peligroso de su contenido.
Al principio me entusiasmo, pero reconozco que conforme avanza se hace pesado, previsible y algo aburrido; incluso hay personajes que no están como muy justificados en la trama y que parecen sobrar desde su aparición en escena.
Aún así, la recomiendo para los amantes de la acción, la venganza, las escenas fuertes y los actos de personajes “malos malísimos” que abundan en grado superlativo.
Sin duda, lo más importante es la invitación a la reflexión moral acerca de una realidad que convive con nosotros bajo la más evidente inmoralidad, gozando de “privilegios” amparados por millonarios y gobiernos corruptos, que junto a nuestro silencio y nuestra hábil costumbre de “mirar hacia otro lado”, prolonga el sufrimiento ajeno.
Sigo pensando que los “Premios Planetas”, están enfocados a un negocio seguro de ventas más que a una literatura de calidad.

El grado de civilización de una sociedad se mide por el grado de libertad de la mujer”.