lunes, 24 de febrero de 2014

Me deseó felices sueños, Massimo Gramellini

Lo más habitual en las madres cuando acuestan a sus hijos es desearles “felices sueños”, nadie como ellas para pronunciar esas palabras cargadas de un sencillo y a la vez único deseo.
El título me atrapó en una librería de Madrid y sin pensarlo dos veces lo puse en la lista de lecturas pendientes; luego cuando leí la contraportada me quedé un poco indecisa porque me dio mucha pereza enfrentarme a un tema bastante triste y que se convertía en la trama de la novela. Lo dejé y en un momento de exceso de optimismo me lancé “como piedra en tirachina” y tal como la inicié la terminé. Efectivamente se necesita estar animosa para no huir de una historia desgarradora convertida en un homenaje a todos los que tuvieron que decir adiós a una madre a la que le faltó la oportunidad de despedirse.
Tal es el grado de realismo que la narración es autobiográfica, Massimo un niño de nueve años vive una infancia dramática como consecuencia de la muerte de su madre; ahora contando cuarenta años de edad y desde la visión de adulto, nos trasmite a modo de reflexión intima lo mucho que tal acontecimiento marcó toda su vida.
De seguir mi reseña por este derrotero acabaría exponiendo el contenido de esta breve pero intensa novela. De manera que amparada en mi condición de no desvelar la sinopsis os animo a que la leáis y apreciéis la narración enternecedora y sentimental durante las doscientas páginas que dura la misma. En mi entorno existe una persona a la que yo siempre he diagnosticado de un sindrome como el que nos relata nuestro escritor; la pérdida de su madre le ha condicionado de por vida en muchas facetas de su existencia y comportamiento. En más de una ocasión he creído ver el sentimiento de rabia e impotencia por un adiós que nunca debió decirse y lo más duro es tener la sospecha de que aún tras décadas de aquella partida sigo en la certeza de que su corazón se paró aquel terrorífico mes de abril.
Acaba gustando la sencillez y agilidad de la narración en la que se aprecian ciertos toques de humor e ironía, momentos en los que se buscan respuestas, fracasos justificados por el pasado del que se es prisionero, propósitos de cambio, intentos por reinventarse, ansias por abandonar la oscuridad... todo está muy justificado en el final de la obra, sorprendente aunque predecible.
Entiendo que el libro es el desafío del autor a la hora de verbalizar lo más intimo de su secreto, un derroche de sinceridad y un viaje a lo más profundo de sus sentimientos. Vale la pena leerlo, eso sí, cuando nos sobren toneladas de vitalidad y sentido optimista de la vida, ese, será el momento justo para apreciar la finalidad de semejante ejercicio emocional para quien una vez tuvo hecho jirones su pequeño e infantil corazón.
No quiero pasar por alto la ternura de la portada, un niño de plastilina con su globo que se le escapa irremediablemente de sus manos. Bonita metáfora de aquello que se pierde para siempre por el hecho de ser “inalcanzable”

En ocasiones sólo en los libros se puede cambiar nuestra propia vida”.

lunes, 17 de febrero de 2014

Amistad de juventud, Alice Munro

Es la primera novela que leo de la autora canadiense ganadora del Nobel de literatura y es posible que no la vuelva a leer al menos como una de mis prioridades. Había escuchado poco o nada acerca de Alice Munro y sí que en las librerías me he sentido atraída por las portadas de sus libros porque son francamente elegantes; ahora bien aunque las sinopsis de estos no me disgustaban no acababa de decidirme a elegirla para pasar un rato entretenido con las historias que prometía contar.
Amistad de juventud son diez cuentos o relatos que se convierten en diez historias a mi gusto excesivamente largas, son lo que se suele decir narraciones que llegan a ser novelas individuales. De todas formas, es de mi entero agrado este tipo de cuentos que te permiten elegirlos desordenadamente y que se pueden disfrutar sin necesidad de terminarlos todos. Tienen en común el abarcar momentos muy dilatados en el tiempo para la duración del relato y el repertorio de ambientes acompaña a la profusión de hechos acontecidos en el transcurso del mismo. No dejan de ser historias curiosas de personajes originales, especialmente de mujeres, es notable el marcado carácter femenino y casi autobiográfico una vez que te informas sobre la vida de la escritora.
Los temas a los que recurre en la mayoría de estas historias son la muerte, el dolor, la mentira, el amor y sin quererlo identificamos que en realidad relata dramas cotidianos, de personajes reales, de pueblos comunes y que de alguna manera nos hace bucear en el mundo interno de los protagonistas porque de no ser así no se entiende la intencionalidad de cada narración.
Desde el principio he tenido que estar muy atenta a la lectura porque no estoy familiarizada con este estilo de relatos y mira que con Murakami dejé el listón bien alto, tal vez mi predisposición no fuera la adecuada, ni tampoco el momento anímico... para leer “Amistad de juventud” hay que estar cargada de optimismo y dispuesta a enfrentarse con algún que otro drama demasiado triste para recrearse en ellos. En su favor decir que no hay aburrimiento ya que presenta una diversidad de historia que nos aleja de la monotonía incluso con la repetición de temática. Son bonitos, no es para despreciarlos, es solo que me estreno con la autora y estas historias de supervivencias no eran lo que yo buscaba en estos momentos.
No quiero que parezca una mala critica, están magistralmente narrados, con lenguaje muy sencillo, de buen ritmo literario y para nada rechazable. Tal vez en otro momento retome a la autora y lea otra de sus novelas de cuentos, porque tengo entendido que es su especialidad.

El instinto dicta el deber y la inteligencia pretextos para eludirlos”.

jueves, 13 de febrero de 2014

El juego de Ripper, Isabel Allende

Uno más de Isabel Allende terminado. No voy a poner puntos suspensivos que mi tutor se pregunta a qué responde esa debilidad por “los puntos”, no había caído hasta ahora pero a lo mejor es por la cantidad de “puntos” que yo misma llevo en mis carnes serranas.
Bromas aparte y sin mencionar los consejos de “Mi Candi” que luego todo se sabe; me encuentro en un gran dilema a la hora de hacer una reseña acerca de la última creación de una de las escritoras que mejores ratos me han hecho pasar leyendo y que nunca me ha decepcionado. Alguna vez tenía que ser la primera...
Conozco la costumbre de la escritora de comenzar un libro todos los años el día de “Reyes”, lo ha contado en entrevistas y claro yo estaba esperando el lanzamiento de la novela porque ya tocaba. Nada más verlo en las librerías me dispuse a colocarlo en la lista de prioridades con el entusiasmo con el que siempre recibo yo a los “hijos de Allende” y que pereza tener que mostrar mi desilusión y desencanto por la misma. Estoy “pez” en el tema de los juegos de rol de manera que ese trasfondo no lo puedo criticar, lo que sí puedo valorar es la estructura que elige para la novela, la temática, el género, la trama y el desenlace.
Las primeras líneas del libro te enganchan y te frotas las manos emocionada sabiendo que vas a disfrutar mucho, porque un inicio así sólo puede deparar una gran historia con un final de iguales o semejantes características. Puede que esas expectativas hayan contribuido a mi desencanto. 
En un intento por desvelar una serie de asesinatos en la ciudad de San Francisco y bajo los rasgos de la novela policíaca o negra; la autora despliega una trama donde el vaticinio de dichas muertes por parte de una astróloga pasa a segundo plano ensombrecido por la “allendista” manía de otorgar a los personajes un papel estelar que arruina el contenido de la trama, su desarrollo y final. Creo que si lo hubiera leído sin saber su autor lo habría descubierto porque es fiel a su estilo, lo que me obliga a decir que la he terminado porque era ella, de no ser así tal vez la hubiera abandonado.
Cuatrocientas ochenta páginas para describir minuciosamente personajes que se incorporan en cualquier momento a la narración y de los que nos cuenta absolutamente todo de su vida pasada, presente y futura; podría decirse que es una novela de “Historias de personajes” y tras doscientas páginas siguiendo este modus operandi, recupera los asesinatos y a los frikis que llevan una investigación que “ríete tú de la CIA”.
A medida que avanzaba hacia el final, el que descubrí ante de lo que yo pensaba, me venían a la cabeza novelas suecas y películas trilladas de televisión que le restaban emoción y originalidad. Francamente esperaba otra cosa y repetir que el desfile de participantes en la novela, bien relacionados, y sus descripciones, te plantea el interrogante de si la autora no “rellena” en exceso sus novelas en un intento de hacerlas grandes en páginas y pequeñas en contenido. Mejor que cambie el “rol” y nos deleite con más calidad y menos cantidad.
Siento decir que no es el género para ser trabajado por ella, aunque las connotaciones de sagas familiares están presentes, abuelo, hija, yerno, nieta, madrinas y … (ahora tocaban puntos). No obstante a los fieles lectores de Isabel les gustará, la considerarán valiente por haber coqueteado con la novela negra, por sus cambios de registros que le alejan de lo estrictamente familiar y evocaciones de recuerdos; pero confieso que en determinados momentos del libro pasaba las hojas muy ligera porque sabía que no me perdía gran cosa y en las lecturas que suelo elegir me gusta recrearme y disfrutarlas al máximo.
Al comentarla no tengo por menos que recordar a María Dueñas y su “Misión olvido”, claro que en este caso la producción literaria no permite comparación.
Para finalizar comentaros que los adolescentes que participan en el juego padecen todos serios problemas físicos, psíquicos, emocionales, afectivos y de habilidades sociales; vamos lo que yo digo frikis, porque no me creo que sean todos así y luego extremadamente inteligentes... eso en mi instituto no pasa; todos muy sanitos pero de inteligencia “cortitos” (la tienen reservada para otras cosas).

Daría todo lo que se por la mitad de lo que ignoro”.

jueves, 6 de febrero de 2014

Los jardines de la memoria, Michel Quint

Que verdad es que lo breve si es breve dos veces bueno... Los jardines de la memoria cuenta tan sólo con ochenta y seis páginas inolvidables, de una grandeza de contenido que pasa a formar parte de esos libros que recomiendas tanto que al final olvidas hasta el título. Siempre que hablo de él, lo nombro en singular y acabo volviendo loco a quien se lo recomendé y es que a lo plural y diverso no llega nada. No voy a despreciar la ternura de la fotografía, un abuelo que porta en sus hombros el gran trofeo de su vida: SU NIETO, merece poner mayúsculas aunque no correspondan, una imagen que no podría comentar porque no puedo relatar mil palabras; me quedaría corta...
Relato sencillo, fluido, intenso, conmovedor y original. De carácter autobiográfico, es el homenaje al recuerdo y a la memoria de los antepasados del narrador. Desde niño tuvo que soportar la extraña costumbre de su padre, Gastón, de provocar la risa vestido de payaso a todos los que coincidían con él en eventos y fiestas familiares. Esta actitud en ocasiones se repetía en los lugares más insospechados por lo que la vergüenza sufrida desde niño marca la visión y respeto hacia su padre. Años más tarde, su tío tendrá la oportunidad de explicar el comportamiento de Gastón y las razones del pasado que marcaron la vida de su padre y como la única salida a lo vivido por este era la risa.
En ese momento la novela toma un giro inesperado y se convierte en una reflexión acerca del dolor, del drama, del papel que el humor juega en la vida de los seres que han sufrido y lo que en un principio contemplado por los ojos de un niño era rechazo, en la madurez se convierte en devoción, admiración y orgullo hacia quien tan injustamente enjuició.
Marco histórico nada despreciable, las dos Guerras Mundiales, pero que no se convierten en el tema del relato, aunque sí que sirve de escenario para la trama de la misma. Es la novela que dice mucho en muy pocas palabras; la leí hace unos meses pero sin querer la he vuelto a leer y me ha gustado tanto o más que la primera vez. La memoria es un enorme baúl que a veces permanece cerrado y que de vez en cuando tendríamos que abrir al menos para recordar lo bueno de nuestras vidas y hacer justicia con aquellos a los que un día se la negamos.
El final es una extraordinaria demostración de amor de un padre a un hijo.

La vida es irónica; se necesita tristeza para conocer la felicidad, ruido para apreciar el silencio y ausencia para valorar la presencia”.