lunes, 1 de diciembre de 2014

El lector, Bernhard Schlink

En ocasiones al terminar un libro y plantearme el comienzo de otro, me acerco a las estanterías de mi modesta biblioteca y sigo con la mirada los ejemplares que ya han pasado por mis manos; casi siempre hago un ejercicio de memoria acerca del momento en el que los leí y me llevan a ciertas asociaciones en el tiempo y en el espacio. Como ya vamos teniendo una edad, sucede que a veces solamente recuerdas que te gustó y flojea ligeramente el impacto literario de un libro con el que sin lugar a dudas disfruté; eso me ocurrió con “El lector”, no soy yo muy dada a releer porque siempre digo que necesitaría dos vidas para consumir las lecturas que tengo pendientes, pero tenía ciertas lagunas sobre esta intensa novela, las suficientes como para decidir otorgarme la excepción de abrirla y recordar por qué me pareció buena.
Tras leerla, puse en pie que iba conmigo en el bolso acompañándome en los ratitos de visitas médicas, también que la leí con urgencias sin perderme detalles, que me gustó por la temática y los valores que contenía, por la potencia de sus personajes y por el anzuelo que muerdes ante los planteamientos morales que desarrolla el autor y la propia historia y ante los que te rindes asumiendo que de esos, nadie se libra...
De manera excepcional os voy a contar la sinopsis de la novela del alemán Bernhard Schlink, jurista que se atrevió con esta historia narrada en tres partes muy bien definidas y que contó con la aceptación y el rechazo de toda la comunidad literaria a nivel internacional. Un adolescente conoce a una mujer madura con la que inicia una relación amorosa. Antes de acostarse juntos, ella siempre le pide que le lea fragmentos de Goethe, hasta que un día sin explicaciones ella desaparece. Tras años y siendo estudiante de derecho, el joven acude a un juicio de cinco mujeres acusadas de crímenes nazis y descubre que una de ellas es su antigua amante.
Dos personajes absorben la totalidad de la trama argumental, Michael y Hanna; ambos son exponentes de mundos muy diferentes, los mismos que hacen posible que el autor nos invite a debatirnos en planteamientos morales que van desde la dignidad, la culpa, el amor, lo correcto, la libertad, la felicidad, la injusticia y el perdón.
Recuerdo que lo que más me llamó la atención de la novela es la capacidad autodidacta que tiene Hanna para aprender a leer, siempre que hago referencia a esta obra resalto ese detalle que para mi es admirable. Su analfabetismo era tan deshonroso que prefirió declararse culpable de las acusaciones en el juicio, antes que evidenciar esa falta.
Es de lectura rápida, con diálogos muy cortos y concisos, engancha y la estructura es muy asequible; aunque el tema de fondo son los crimenes de guerra nazis no hay recreo morboso en estos acontecimientos, de ahí que no se huya de su lectura. El final, en mi segunda lectura me ha gustado mucho, es adecuado, claro y previsible para la intensidad de la historia.
No os decepcionará.

De los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro; todos los demás son extensiones de su cuerpo...Sólo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria”.

1 comentario:

  1. Hay dos emociones que a menudo se solapan, el orgullo y la vergüenza. Menudo libro.

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