En
ocasiones al terminar un libro y plantearme el comienzo de otro, me
acerco a las estanterías de mi modesta biblioteca y sigo con la
mirada los ejemplares que ya han pasado por mis manos; casi siempre
hago un ejercicio de memoria acerca del momento en el que los leí y
me llevan a ciertas asociaciones en el tiempo y en el espacio. Como
ya vamos teniendo una edad, sucede que a veces solamente recuerdas
que te gustó y flojea ligeramente el impacto literario de un libro
con el que sin lugar a dudas disfruté; eso me ocurrió con “El
lector”, no soy yo muy dada a releer porque siempre digo
que necesitaría dos vidas para consumir las lecturas que tengo
pendientes, pero tenía ciertas lagunas sobre esta intensa novela, las suficientes como para decidir otorgarme la excepción de abrirla
y recordar por qué me pareció buena.
Tras
leerla, puse en pie que iba conmigo en el bolso acompañándome en
los ratitos de visitas médicas, también que la leí con urgencias
sin perderme detalles, que me gustó por la temática y los valores
que contenía, por la potencia de sus personajes y por el anzuelo que
muerdes ante los planteamientos morales que desarrolla el autor y la
propia historia y ante los que te rindes asumiendo que de esos, nadie
se libra...
De
manera excepcional os voy a contar la sinopsis de la novela del
alemán Bernhard Schlink, jurista que se atrevió con esta historia
narrada en tres partes muy bien definidas y que contó con la
aceptación y el rechazo de toda la comunidad literaria a nivel
internacional. Un adolescente conoce a una mujer madura con la que
inicia una relación amorosa. Antes de acostarse juntos, ella siempre
le pide que le lea fragmentos de Goethe, hasta que un día sin
explicaciones ella desaparece. Tras años y siendo estudiante de
derecho, el joven acude a un juicio de cinco mujeres acusadas de
crímenes nazis y descubre que una de ellas es su antigua amante.
Dos
personajes absorben la totalidad de la trama argumental, Michael y
Hanna; ambos son exponentes de mundos muy diferentes, los mismos que
hacen posible que el autor nos invite a debatirnos en planteamientos
morales que van desde la dignidad, la culpa, el amor, lo correcto, la
libertad, la felicidad, la injusticia y el perdón.
Recuerdo
que lo que más me llamó la atención de la novela es la capacidad
autodidacta que tiene Hanna para aprender a leer, siempre que hago
referencia a esta obra resalto ese detalle que para mi es admirable.
Su analfabetismo era tan deshonroso que prefirió declararse culpable
de las acusaciones en el juicio, antes que evidenciar esa falta.
Es
de lectura rápida, con diálogos muy cortos y concisos, engancha y
la estructura es muy asequible; aunque el tema de fondo son los
crimenes de guerra nazis no hay recreo morboso en estos
acontecimientos, de ahí que no se huya de su lectura. El final, en
mi segunda lectura me ha gustado mucho, es adecuado, claro y
previsible para la intensidad de la historia.
No
os decepcionará.
“De
los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso
es el libro; todos los demás son extensiones de su cuerpo...Sólo el
libro es una extensión de la imaginación y la memoria”.
Hay dos emociones que a menudo se solapan, el orgullo y la vergüenza. Menudo libro.
ResponderEliminar