Estaba
ansiosa por comenzar diciendo: !!!Me ha encantado!!!,
vaya y por fin llegó el momento. Sin duda es de las novelas que más
me han gustado de las elegidas para este verano, puedo decir sin
lugar a duda que es una “historia muy bien contada”,
no cuestiono lo acertado de su premio, porque yo de eso no entiendo y
a veces los galardones literarios resultan ser estrategias de las
editoriales para vender y no para ofrecer literatura de calidad, en
esta ocasión han dado en la diana y personalmente he disfrutado
mucho con él.
En
lo poco que tuve la oportunidad de pasear en la primavera, casi
siempre me detenía en las librerías y posaba mis ojos en el soldado
medio aviador sin afeitar que me recordaba a los combatientes de las
guerras mundiales; desconocía a cual de ellas correspondía, pero la
escasa belleza de la portada también puede despertar mi curiosidad,
de manera que en uno de esos rastreos visuales acristalados, me
decidí a entrar y leer la sinopsis para aplacar el instinto de
“acierto” que me empujaba a darle una oportunidad al
“soldado desconocido”.
Esa
y no otra fue la situación previa que rodeó mi relación con, no
uno sino tres soldados con nombres propios que son los grandes
protagonistas de la novela de Pierre Lemaitre, “Nos vemos
allá arriba”.
Con
motivo del primer centenario del comienzo de la primera gran
conflagración bélica mundial, los escritores se han lanzado
posesamente a escribir acerca de este desafortunado episodio de la
historia de la humanidad, y era difícil esquivarlos y que al final
no sucumbiera en alguno que otro; menos mal que “donde puse
el ojo, puse la bala”, sobra pues decir que el escenario
se sitúa en la última batalla absurda e injustificada de este
episodio histórico que podría haberse evitado, porque la guerra ya
“estaba herida de muerte”, en
ese lance con pretensiones heroicas tiene lugar el inicio del
argumento de la novela, muy sencillo por cierto, con un número
escaso de protagonistas que tejen una trama a medida que sufren sus
experiencias, construyendo una narración clásica con enormes dosis
de ironía, humor negro, intriga, angustia y crueldad; todo, con un
ritmo genial en el que cada episodio cargado de intensidad deparaba
hacia otro aún más emotivo, generando con ello una solidez del
relato brutal. No hay nada que deje suelto el autor, todo está
perfectamente encajado y cerrado, desde el comienzo hasta su final
sorprendente y de gran coherencia, sin fallar a la trayectoria de la
narración.
Con
frecuencia he oído decir que los amigos que se hacían en la “mili”
eran difíciles de olvidar por las circunstancias de desarraigo y
obligación en las que se fraguaba esa amistad, quiero hacerme una
idea de lo que sería eso en momentos de guerra, con el miedo y la
soledad, con la cobardía y la ignorante valentía, con la ceguera y
la insolencia de quienes daban las órdenes y la inocencia y sumisión
de quienes las obedecían. Mi imaginación me ha ayudado a entender y
empatizar con la pareja de Albert y Edourad, los excombatientes “mal
parados” de aquella "batallita" que sirvió para la gloria de
Pradelle, el “tercero en discordia” y la cara negra
de la moneda; aunque no son los únicos, si son imprescindibles en la
historia, son la columna vertebral de la misma, y gracias a ellos, el
autor consigue una novela de aventuras, detectivesca, thriller
psicológico, cargada de critica social, alegato antibélico, humor
negro, fuertes alusiones a hechos de rabiosa actualidad como la
corrupción y las estafas institucionalizadas; y es que hay rasgos de
“humanidad” que los siglos refuerzan con el
beneplácito de quienes saben sacar provecho de las desdicha y
sufrimiento ajeno.
Con
cuatrocientas cincuenta páginas, no le quito ninguna por el ritmo
que presenta y que facilita enganchar con el devenir de los “actores”
que intervienen dando pases de drama y de humor difícil de
congeniar; y es que los binomios están presentes en la historia,
“guerra-postguerra”, “fracaso-éxito”,
“dicha-desdicha”, “riqueza-pobreza”...
en el momento en el que se lea la novela lo entenderéis
perfectamente. Es fácil posicionarse y sentir algo que yo me he
preguntado muchas veces, ¿Qué pasa con los excombatientes cuando la
guerra termina? ¿Cómo se les integra en la sociedad que dejaron
antes del conflicto? ¿Qué reconocimiento obtienen? ¿Son víctimas
del olvido?...
Pierre
Lemaitre, aborda estas cuestiones a modo de critica mordaz a la
guerra y todas sus consecuencias en el marco de “la paz”,
una sociedad de héroes “caídos del cielo” y
antihéroes que pasan “sin pena ni gloria”,
esperando un momento que sólo encontrarán “allá arriba”.
Recomiendo su
lectura porque para mi ha sido una historia de amistad en grado
superlativo, tras una deuda contraída en momentos cruciales de la
vida de dos hombres, que supieron protegerse el uno al otro,
enfrentándose a un mundo de desprecio y sabiendo sacar partido de
los instintos más miserables del ser humano. Dedicado especialmente
a los amantes de la novela histórica mezclada con el suspense y la
ironía social.
Por esta vez
no doy detalles estilísticos de la narración, aunque no hubieran
sido perfectos, está muy bien contada y me ha recordado a la
película de Forest Gump y especialmente a los personajes y las
relaciones que nacen entre ellos tras la vuelta de otras de las
grandes guerras de la humanidad; no hay que olvidar que los hombres
han tenido la fea costumbre de coleccionar guerras, de manera que la
literatura tiene reservas para rato...
“Inteligente
es aquel que sabe donde quiere ir y más inteligente es aquel que
sabe donde no tiene que volver”.
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