Muchas
veces las portadas de los libros llaman poderosamente mi atención
por su colorido, originalidad o por evocar imágenes y personajes que
forman parte de mi bagaje sensorial. En esta ocasión me acordé de
la pintora mejicana Frida Kalo,de los aires caribeños, del color de
los pájaros y de esos rostros de viudas cubanas de buena posición;
ni que decir que la sinopsis del libro nada tiene que ver con la
atrevida y alegre presentación del mismo y si me apuro, el título
tampoco.
Al
final la decisión de leerlo se basó en la garantía que me ofrecía
su autora de la que ya había leído un libro maravilloso y difícil
de olvidar, “La casa de los amores imposibles”,
lástima que en esta ocasión ni la portada ni la escritora hallan
podido salvar la historia que nos cuenta, y mucho menos,lo
desacertada que he estado una vez más.
Cristina
López Barrio cuenta una historia ambientada en dos ciudades
históricas como son Madrid y Toledo durante el siglo XVII, eso es
tanto como predecir que la figura de la Santa Inquisición aparecerá
tarde o temprano, por no asegurar que asumirá el papel protagonista.
Es un siglo con el que novelísticamente no me llevo bien por la
presencia aterradora, de todo lo que aconteció alrededor de ese
tribunal inhumano y despiadado que actuó sin “temblores”
con miles de desgraciados, condenados sin razón alguna.
Quién iba a pensar, que una imagen sensual y colorista respondería
en sus páginas a una historia de juicios, magia, herejía, sectas,
hermandades secretas, brujas y ajusticiamientos.
Me
cuesta cada vez más hacer una critica negativa de un libro que acabo
leyendo y que por respeto o curiosidad no dejo inacabado, pero es que
debo ceñirme a la impresión de lo que su lectura me ha provocado y
siento decir que ha estado muy alejada de su anterior novela con la
que disfruté desde el principio hasta el fin.
Podía
contar el argumento para daros pistas sobre el tema central de la
narración, como no es habitual en mi, abriré un amplio abanico de
posibilidades diciendo que no he sido capaz de desvelar si se trata
de una trágica historia de amor, si es una novela apología del
fervor religioso, si por el contrario es la biografía de una mujer
con poderes para curar, “tipo Jesucristo”, o más
bien toda una cofradía de sanadores, cuya cantera se encontraban en
orfanatos y hospicios controlados por hermandades secretas, tampoco
descarto una intencionalidad de relato fantástico mezclado con dosis
de romanticismo, pasión, orgullo y pecados de condena infernal...
sinceramente me ha parecido un “totum revolutum”,
donde el atrevimiento de Cristina ha llegado a utilizar el realismo
mágico propio de la literatura latinoamericana un marco cronológico en el que
desentona y chirría estrepitosamente.
Siguiendo
la línea escogida durante este verano, la obra tiene más de
seiscientas páginas de una densidad acusada en especial a partir de
la mitad del libro, he echado de menos la garra literaria que he
conocido en esta autora, en “El cielo en un infierno cabe”,
las descripciones llegan a convertirse en largas explicaciones y
torbellino de metáforas imposibles de entender; sin quererlo alarga
la novela innecesariamente hasta convertirla en tediosa por la falta
de acción.
Lo
que más me ha desencantado es la ausencia de habilidad para
empatizar con los personajes algo que en muchas ocasiones salva una
novela de ser “quemada en la hoguera” que es más o
menos lo que yo estoy haciendo en esta reseña.
Me
quedo con la historia de amor infantil entre Bárbara y Diego por la
ternura con la que está narrada y acabo avisando de que la última
gran incógnita es el final que me ha sumido en una confusión digna
de tan decepcionante lectura.
“La
codicia de los hombres es como un velo que cae irremediablemente sobre
sus conciencias”.
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