Gran
desafío el comentario de esta original y entretenida “obra
de arte” que sin buscarla llegó a mis manos al igual que
han llegado otras muchas “cosas” y de las que no
puedo ni quiero renegar.
Nunca
se sabe en que momento podrás recibir un whatsapp de algún contacto
de los que tenemos en el móvil, tampoco si serán interesantes o por
el contrario uno más de los muchos que se mandan, sin sentido y
pinchando a todos los que engrosan esa lista de “afectados”;
sea como sea, los que verdaderamente se esperan y son bien recibidos
a cualquier hora, son los de los hijos; esos seres que ocupan tu
tiempo al mil por mil y a los que nunca le vas recriminar que te
seleccionen como destinataria, de ese mensaje a modo de invento con
nombre cotidiano y divertido de “guasa” de toda la
vida.
La
portada y el título lo dicen todo, una madre y un hijo se envían
frases en un intento de establecer una relación familiar acorde con
las nuevas tecnologías. No puedo contar mucho más, invito a todos a
su lectura, quedarán sorprendidos de lo sencillo que es leer en
papel, las capturas de pantallas de los whatsapp que corren entre el
entusiasmo de ella y el desgano del joven, que con mucha voluntad y no
poca paciencia responde a la madre “inasequible al
desaliento”.
Los
datos literarios acerca del autor se encuentran en Internet, gran
herramienta de información fruto del progreso y que sin querer, ha dejado
en el paro a más de una enciclopedia y diccionario para los que
pocas esperanzas quedan de repetir tiempos pasados que para ellos
“siempre fueron mejores”. Esa es la razón, por la
que no voy a entrar en detalles sobre el francés Alban Orsini, al
que le agradezco esta ocurrencia porque me ha proporcionado muchas
más satisfacciones de las que él se pueda imaginar.
Quiero
dedicárselo a María Dolores, hasta hace poco era una compañera de
pelo rizado que pasaba de vez en cuando por la concurrida sala de
profesores y que siempre va cargada con un bolso que me gusta tanto o
más que la lectura; "dueña" de la biblioteca y metida en todos los
“saraos” me ha arrastrado con ella a una de las
experiencias más gratificante de los últimos años... por supuesto, es el correo que me ha dejado esta historia que no es ni narración
ni relato, pero que ha generado una serie de emociones y una
complicidad que espero sacarle todo el provecho que pueda.
Con
entusiasmo me propuso su lectura y con “picaresca”
me encandiló en algo más que abrir y cerrar un libro... lista la “Mi Dolores”, no tengo que decir que una es débil y atrevida por naturaleza y que me costó bien poco
lanzarme al vacío y disfrutar más que un gato en una matanza; por
eso aprovecho esta ventana tecnológica para darle las gracias por
esa oportunidad y por las que tengan que venir, estoy “lanzada”
pelirroja y a tu entera disposición.
De
todas maneras voy a escribir unas breves pinceladas sobre esta
sencilla, entrañable y divertida propuesta literaria, que cuenta lo
que puede hacer una madre con un “smartphone” si se
lo propone y nada se lo impide. El autor, a partir de una experiencia
personal, asoma en el mundo de las letras sin más pretensiones que la
de poner de manifiesto el alcance de una relación a través de
textos tan esqueléticos como son los whatsapp, evidenciando los
conflictos generacionales, los valores sociales, las emociones, la
privacidad hipotecada, sentimientos encontrados, dependencias
materno-filiales... y todo con un "aparato" que se ha convertido
en una tercera mano, u apéndice de la mayor parte de la humanidad.
Es
de una facilidad que sobran las propuestas para no leerlo y lo mejor
de todo, decir que es mucho más de lo que aparenta; en todas y cada
una de esas pantallas se va tejiendo una historia real como la
vida misma que sólo se lee “entre líneas”, pero
que invita a reflexionar una vez terminada la lectura, por el giro
brutal que toma en los “últimos whatsapp” que
ambos personajes intercambian.
Me
he sentido identificada como muchas de las madres de mi edad, he
acosado literalmente a mi hijo para aprender a manejar casi todo lo
que va conectado a la luz en mi casa, me ha atendido con una
paciencia infinita y me ha esquivado con una destreza digna de un
joven dispuesto a poner excusas que ni yo me las creo... pero no
puedo reprochárselo, al contrario, estoy agradecida y en deuda con
él, porque gracias a sus cada vez más escasos momentos hoy
“wasapeo” con mis contactos, con todos menos con
él, que dice el muy “espabilado” que lo de los whatsapp
no le van mucho... ni más faltaba que me lo creyera.
Ha
sido una de las lecturas más cortas e intensas que he leído y me
gustaría que el ánimo os llevara a compartir conmigo esta opinión;
por supuesto hay gustos para todo, pero no deja indiferente a nadie y
el grado de empatía es tan impactante como un whatsapp inoportuno a
altas horas de la madrugada, cuando menos te lo esperas y sin poder
defenderte. Creo que todos sabemos de que estoy hablando.
Espero
que os guste, ya me mandáis un whatsapp y me contáis.
“Solamente
dos legados duraderos podemos aspirar a dejar a nuestros hijos: uno,
raíces; el otro alas”.
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