sábado, 9 de mayo de 2015

Distintas formas de mirar el agua, Julio LLamazares


No es la primera obra que comento de Julio Llamazares, no es solamente un poeta al uso, es un escritor de prosa que le otorga a sus palabras un ritmo especial, es tanto como decir que no solo está bien todo lo que escribe, sino además lo que cuenta y la manera en la que lo hace.
Se publicó en febrero de este año, está recién nacida; extensión corta, unas doscientas páginas que se leen de una “sentada”, de manera que por si no gusta la brevedad es un punto a favor del lector. Podía copiar la sinopsis pero voy a intentar explicar el argumento como hago en otras ocasiones. “Dieciséis miembros de una familia se reúnen tras la muerte del abuelo Domingo. Lo hacen regresando a su pueblo natal, el mismo que abandonaron algunos de ellos, cuando las aguas del pantano anegaron su hogar; de eso hace casi medio siglo, el motivo es cumplir la voluntad de esparcir las cenizas del difunto, en el lugar del que nunca debió marchar”.
Julio, utiliza a todos los personajes para construir una novela coral de recuerdos, cada uno de ellos a través de un monólogo, cuenta su versión de los hechos, y dependiendo de la percepción particular de estos, así es la historia resultante; de ahí el título tan apropiado, “Distintas formas de mirar el agua”. Todos ven las mismas aguas, se reflejan como en un espejo, pero la imagen que les devuelve el río es diferente según quien se refleje, lo que se busque, lo que se sienta o lo que recuerde.
Desde el punto de vista narrativo son dieciséis voces las que actúan, llegando a ser algo repetitivas. Tengo que decir que el desarraigo y la emigración es una herida sin cicatrizar en nuestra Historia, de ahí que lo narrado no solo no sorprenda, sino que nos despierta emociones conocidas en primera persona por seres que han formado parte de nuestras vidas. Los lazos con las raíces y los espacios que vieron nacer a Domingo se han mantenido vivos y se han transmitido a todos los miembros de esta tribu, y sin quererlo dejan ver en esta oportunidad, sus rencores y su rabia en esta dura reflexión del pasado y del olvido.
Es un relato cargado de homenaje a los pueblos, al tesón, la lucha, la supervivencia y la esperanza por recuperar lo que se perdió en el destierro, la persistencia de la memoria y el irreversible paso del tiempo. Como buen poeta, en su prosa deja una impronta de esas raíces que defendía Domingo, en el corazón de todos los suyos. Así consigue que todos, con el paisaje como telón de fondo se desnuden y expongan sus sentimientos, se enfrenten a sus recuerdos en actitudes muy distintas, pasando de la voluntad animosa a la más extrema obligatoriedad.
Si tuviera que decir lo que me ha parecido, diría que sin ser dramática, es triste, que no llegando a enganchar, entusiasma, que siendo lenta, no se hace pastosa... Es cambiante en el ritmo porque cada personaje en esa percepción particular introduce dinamismo en aquello que narra.
Personalmente, siempre me ha conmovido mucho la vida de los que se tuvieron que ir por muchos motivos que por desgracia hoy hemos vuelto a conocer. Que generacionalmente se marcharon los recursos más preciados de nuestros pueblos, los jóvenes, quedando atrás esas raíces que dice Llamazares se arraigan al corazón; que las familias, esperaban emocionadas su regreso para disfrutar con ellos de ese periodo de libertad con fecha de caducidad. Que el paso del tiempo que nada lo para los ha devuelto bien “distintos” de como se marcharon y que de ellos seguro que lo que queda intacto es su corazón, sus ansías por volver y la resignación del destino.
Me ha gustado porque he percibido emociones que imaginaba vivían aquellos que emigraron y los que emigran hoy en día, pero también algunos de estos miembros no se ajustan a los tópicos de fracaso por salir de sus pueblos, más de uno se sienten afortunados y conformes por haber tenido oportunidades que de permanecer en el pueblo del abuelo, no hubieran podido aprovechar.
Quiero dedicárselo a mi amiga Luisa, ella sabe mucho más que yo de esto, ella podría haber escrito esta reseña y ser uno de los protagonistas de la novela; a ella le he oído decir que allí en donde ha hecho su vida, hoy tiene sus hijos, sus nietos, sus recuerdos, amigos y su pasado..., no siempre podemos elegir la vida que nos toca vivir, pero sí podemos ser felices con ella.

El exiliado mira hacia el pasado, lamiéndose las heridas; el inmigrante mira hacia el futuro, dispuesto a aprovechar las oportunidades a su alcance”.

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