Tras
una recomendación muy bien vendida y un montón de halagos hacia
este escritor, he decidido otorgarle una oportunidad a “Viajes
con Heródoto” , la ocasión ha venido de la mano de mi
compañera Marigel, de manera que a ella dedico esta reseña y
aprovecho para darles las gracias por tan acertada invitación.
Ryszard
Kapuscinki, era hasta este momento desconocido para mi, tal es el
caso, que mi compañera conocedora de mis aficiones literarias no
salía de su asombro; fue de esta sencilla forma, como llegó a mis
oídos el nombre de este escritor con apellido de tildes en las
consonantes, escritor que no había tenido el gusto ni la oportunidad de leer.
Junto a “Viajes con Heródoto”,“Ébano”
era la otra gran obra maestra que avalaba la merecida fama de este
polaco que nos abandonó el año 2007, no sin antes legar unas obras
de gran maestría y calidad literarias.
Prefiero
poner la sinopsis del libro para encarrilar a todos los que decidáis
como yo leerlo.
Todo
comienza a mediados de los cincuenta. El autor viaja por la Polonia
de la posguerra haciendo reportajes y soñando con la idea de “cruzar
la frontera”, y descubrir otros mundos más allá de lo conocido.
En su periódico por fin le dan la oportunidad de hacer sus primeros
viajes, nada menos que a la India y a China, dos gigantes difíciles
de asumir para una persona proveniente de un mundo tan pequeño y
rural. Con el libro de Heródoto bajo el brazo, el reportero da los
primeros pasos fuera de su patria.
Ahora,
a mi me toca contaros que hay dos personajes principales en la obra,
Heródoto y el propio autor; ambos absorben la totalidad de las más
de trescientas páginas de la narración, que es difícil de
catalogar entre lo que definiríamos como ensayo, libro de viajes,
biografías, hechos etnográficos, políticos, sociológicos... y
hasta relatos de aventuras. Cuando llevaba leído la mitad del mismo,
pensé lo mucho que disfrutarían los licenciados en clásicas o los
de Historia Antigua, bueno en general los amantes de la Historia.
No
soy yo muy habitual de los ensayos, pero creo que en este caso lo es
y lo mejor es que resulta entretenido y didáctico. Mi impresión es
que este periodista polaco ha descrito dos viajes paralelamente, en
dos épocas diferentes, mezclando personajes y hechos del pasado con
la actualidad más evidente, mostrando con fidelidad las
observaciones y conocimientos de los viajes de Heródoton su propio y
más cercano mundo.
La
obra del historiador griego de Halicarnaso, se convierte en su
inseparable compañero de viaje, sin duda la paternidad de la
Historia es bien merecida, a través de él cobran vida, Darío,
Jerjes, el Sha de Persia, Salamina, las Termóplias y la mismisima
Muralla China y junto a estos nombres los acontecimientos del siglo
XX en los que Kapuscinki tuvo su papel como reportero y corresponsal.
Al parecer es un intento por reflejar como pasado y presente son
parte de un mismo cóctel; que saber, conocer, contar, observar,
escuchar y recordar, son bases para mantener intacta la memoria de la
humanidad; memoria en la mayor parte de las ocasiones, frágil,
engañosa y traicionera.
Con
esa devoción y admiración del autor por Heródoto, consigue que su
obra de más de dos mil años de antigüedad nos llegue como una
magistral clase de Historia, ofreciendo la cara más humana del
viajero de Halicarnaso, haciéndonos disfrutar con ese repertorio de
guerras, batallas y sucesos vividos en primera mano por el que se
considera el primer gran historiador del mundo.
No
quiero hacer esta reseña más larga, parecería la propia “Historia
de Heródoto”,
ahora bien, me gustaría decir que para los amantes de la Historia es
la lectura perfecta, en especial para los que disfrutan con los
episodios entre griegos y persas; para los que huyen de esta mágica
y especial forma de narrar el pasado de los hombres, mejor que no
depositen expectativas “de sobra”;
sea como sea, apostaría por el éxito..., muy difícil que estos
viajes decepcionen a lector alguno.
”El
viaje no empieza cuando nos ponemos en ruta ni acaba cuando
alcanzamos el destino. En realidad empieza mucho antes y
prácticamente no se acaba nunca porque la cinta de la memoria no
deja de girar en nuestro interior por más tiempo que lleve nuestro
cuerpo sin moverse de sitio. Al fin de cuentas, lo que podríamos
llamar “contagio de viaje” existe, y es, en el fondo, una
enfermedad incurable”.
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