Confieso
que unos de mis géneros favoritos es la novela histórica, y también
reconozco que no hay ninguna época en especial que me atraiga por
encima de las otras; sin duda la atracción hacia lo contemporáneo
es inevitable, pero no excluyente de cara a cualquier momento de la
humanidad.
En
esta ocasión le ha tocado a Leonardo Padura, su novela “El
hombre que amaba a los perros” ha estado en mi lista de
espera sin causa aparente y ahora que ya la he leído reconozco que
debería haberla colado por delante de otras lecturas, pero a veces
es difícil priorizar.
Más
de quinientas páginas de Historia Contemporánea dan vida a esta
obra escrita en el año 2009, toda bajo una estructura compleja que
hilvana una parte real y otra novelada en un entramado histórico que
acaba encajando a la perfección. Si tuviera que resumir el contenido
de la misma diría: “Es la narración de los últimos años
de trayectoria política y vital de liev Davidovich, alias León
Trosky, en especial aquellos que rodearon a su cruel exilio”.
Es
en este momento, cuando aquellos que saben del periplo sufrido por
este hombre se acuerdan de otro nombre propio ligado a él en su
fatal destino; Ramón Mercader, su ejecutor en Méjico tras un
atentado en 1940; este catalán de ideología comunista fue entrenado
por el servicio secreto ruso para llevar a cabo el magnicio que acabó
con la vida Trosky.
Partiendo
de estas circunstancias que rodearon al exilio, reclusión, huidas a
diferentes países del mundo, privación absoluta de libertad, escaso
apoyo de gobiernos internacionales y férrea vigilancia de este padre
de la Revolución Rusa; Leonardo construye el hilo argumental de esta
narración paseándose minuciosamente por décadas de Historia que en
algunos momentos y sin proponérselo ha resultado excesiva y cargada
de acontecimientos difíciles de procesar.
Iván
es el protagonista de la parte ficticia, tras un episodio de su vida
vivido en 1977 cuando
conoció a un enigmático hombre que paseaba por la playa en compañía
de dos hermosos galgos rusos, decide contar y reconstruir las vidas
de los dos anteriores protagonistas, abarcando una cronología de
hechos, ideologías y situaciones que van desde el destierro impuesto
por Stalin a Troski en 1929 hasta el atentado que pondría fin a su
vida.
Ambas
historias, la ficticia y la real completan su sentido cuando sobre
ellas proyecta Iván sus avatares vitales e intelectuales en la Cuba
contemporánea y su destructiva relación con el hombre que amaba a
los perros.
No
hay que desmerecer que la forma de narrar de este escritor es sobria
y concisa, muy ajustada a lo descrito y pulcramente documentada, con
un repertorio de datos políticos, ideológicos y sociales impecables
y que son estos los que crean el escenario para una historia
siniestra plagadas de traiciones, debilidades y miserias que
persiguen sin duda alguna su salida a luz pública.
Personalmente
creo que esa rigurosidad y detallismo de Leonardo hace demasiado
densa la lectura, incluso la extensión de la misma podría dar para
más de una novela. He reconocido tres planos que pueden ayudar a no
dejarla a medias; en primer lugar la accidentada peregrinación de
Trosky, por otro las maniobras de espionajes y gestación de su
asesinato y por último el relato del joven cubano que conoce en la
playa al anciano Ramón Mercader.
Todos
los personajes confeccionados milimétricamente, tanto que se
convierten en una biografías exageradas que al final resultan
tediosa.
La
novela está narrada en voces alternativas, entre la primera y la
tercera persona que describen estas vivencias entrelazadas, así como
su trágico final.
Para
terminar quiero animar especialmente a los apasionados del género
histórico, a los lectores que no son perezosos ni cobardes antes
obras voluminosas y por supuesto a los que tengan lagunas acerca de
uno de los episodios más relevantes del tan convulso y prolifero
siglo XX; siglo en el que hay que mirarse continuamente para
encontrar explicación a nuestro presente más incierto.
“La
vida es hermosa. Que las futuras generaciones la libren de todo mal,
opresión y violencia y la disfruten plenamente”.
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