Son
innumerables las veces que contestamos a lo largo de nuestra vida la
tan familiar frase de “estoy
mucho mejor”, tras
ella, siempre viene “gracias”.
Confieso
que el título me atrapó sin sorpresas porque casi podía adivinar
el contenido del mismo. A todo ello hay que sumar que es uno de mis
autores preferidos y que conociendo la calidad de su literatura sabía
que no iba a perder el tiempo, aunque el tema no fuera precisamente
de mi devoción.
Siguiendo
su estilo, David Foenkinos aborda el tema de la salud bajo el prisma
de lo autobiográfico, en su adolescencia estuvo confinado en cama a
consecuencia de una dolencia cardíaca, de ahí que sea inevitable
encontrar en las páginas de esta novela, mucho de su experiencia más
íntima y personal.
El
protagonista trabaja en un despacho de arquitectos y parece un feliz
hombre de familia. Una mañana despierta con un dolor de espalda
insoportable. Después de someterse a varias pruebas, los médicos no
consiguen encontrar la raíz del problema. Comienza aquí un periplo
de visitas a especialistas en busca de una solución a este malestar,
en un intento por desvelar el origen de unas dolencias que pondrán
en jaque mate a su hasta ahora inquebrantable estabilidad. Su
angustiosa carrera contra el dolor va sumiendo al personaje en
frustraciones y fracasos que afectan a los pilares de su existencia,
familia, esposa, trabajo y amigos. En el momento en el que se
enfrenta a los
“nudos” de
su pasado y reconstruye su vida, recuperará las riendas de su
presente, alcanzando nuevamente la felicidad pérdida y poniendo fin
al segundo gran protagonista de la novela, su persistente y acomodado
dolor de espalda.
París
es una constante en el marco de las obras de Foenkinos, en este
escenario incomparable se mueve nuestro sufridor, cada grado de su
“compañero
de viaje”,
representa un estado de ánimo; si tuviera que resumir la trama del
libro diría: “un
hombre que padece un dolor de espalda que lo acaba somatizando en
todo su organismo”,
y es lo más frecuente en nuestro día a día, vivímos en una
dictadura del cuerpo hacia nuestras emociones, cualquier dolencia
acaba convirtiéndose en una acumulación de negatividad que tarde o
temprano nos conduce a replantearnos una actitud, que supere esas
barreras y obstáculos más emocionales y sociales que físicos.
Personalmente
animo a todos los mortales a que atiendan primorosamente los avisos
y alertas del cuerpo, ignorar no trae nada bueno, pero igualmente
invito a dosificar el drama entorno a estas alarmas y que un suceso
aparentemente negativo no condicione ni un solo minuto de nuestra
existencia, o al menos seamos justos en atenciones. Siempre hay
soluciones o al menos con esa positividad hay que enfrentarse a ello.
Respecto
a la novela, todo esto nos lo transmite su autor usando el humor como
arma para narrar los hechos que rodean al angustiado protagonista.
Narración extraordinariamente sencilla y simple, con lenguaje muy
asequible, con ciertos toque de fantasía y grandes propuestas hacia
las reflexiones en las que nunca nos detenemos; así, David sostiene
a lo largo de la novela, que la vida está llena de segundas
oportunidades que pasan por delante nuestra y que casi nunca las
atrapamos con osadía y valor. A lo largo de su lectura entramos en
un proceso de empatización severo, se sufre con el personaje y
anhelamos tanto o más que él, que cese su mal .Ni que decir que
tiene un final feliz, agradecido y bien recibido.
Aunque
parezca poco atractivo el tema, a lo largo de las trescientas treinta
páginas este gran exponente de la literatura francesa contemporánea,
desactiva inteligentemente el drama, el miedo, así como el impacto
social de que las enfermedades ocasionan en nuestra sociedad actual,
y lo hace con la habilidad y sencillez a la que nos tiene
acostumbrados.
Me
ha gustado el recurso puesto en práctica por David Foenkinos a la
hora de utilizar al resto de personajes para nombrar a escritores de
fama mundial, lo que en literatura se llama “metaliteratura”,
ese guiño literario permite recordar autores con los que hemos
crecido en nuestra formación como lectores.
No
me gustan las comparaciones por eso no lo voy hacer, que nadie se
espere una obra como las ya conocidas de este generoso autor, de ser
así la calificaríamos de floja; prefiero como siempre
“venderla”
por si sola y garantizar lo que siempre garantizo, un rato paseando
nuestros ojos por esas líneas que discurren negras entre un océano
de aguas blancas.
“Nuestro
cuerpo se convierte con el paso de los años en la maleta que lleva
todo nuestro equipaje a modo de memoria de nuestras vivencias”.
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