jueves, 27 de marzo de 2014

El insólito peregrinaje de Harold Fry,Rachel Joyce

Dos zapatos llamaron mi atención en un momento en el que yo precisamente necesitaba solamente uno. El título acabó por rematar el morbo de la elección, lo último que podría hacer en estas circunstancias es un peregrinaje, al menos en el tren de San Fernando “Un ratito a pie y otro andando”; de manera que muerta de curiosidad elegí la novela para saber si el personaje se hallaba en plenas facultades, bien distintas a las mías, para su peregrinaje y lo que le podía deparar semejante empresa.
Es una historia original, diferente, disparatada, atrevida con dosis de escandaloso realismo y no pocas muestras de rasgos novelescos que cuestionan la existencia de la bondad repartida sin orden ni concierto en un mundo un tanto egoista como el que disfrutamos en los tiempos que corren. No obstante están perfectamente justificadas y no chirrian en la trama, por lo que se aceptan gustosamente.
Durante el viaje que Harold emprende aunque descargado de las connotaciones religiosas de la palabra “peregrinaje”, es verdaderamente un viaje con estos rasgos, tiene una motivación intima que lo hace ponerse en camino hacia un objetivo determinado; desprovisto de lo material que le ha rodeado toda la vida y que ahora parece sobrarle, manteniéndose de la caridad de aquellos con los que se cruza, despertando el fenómeno de masas que le enturbian su privacidad hasta hacerle cuestionar el sentido de su marcha, aprovechando los recorridos para reflexionar y viajar mentalmente hasta su infancia y deteniéndose en los episodios que han marcado su vida a lo largo de los más de sesenta años de existencia.
La autora construye el personaje capítulo a capítulo desvelando los hechos que han formado a este jubilado de vida rutinaria y que en un instante y ante una carta, decide dar un giro a su anodina y conformista vida. Paso a paso iremos conociendo la infancia, la trayectoria laboral, personal, familiar y social de Harold y todos los acontecimientos que justifican una decisión descabellada e injustificada para el resto de los que le acompañan en la novela.
En ocasiones es bueno despertar del letargo que nos tiene anestesiado en una situación cotidiana y sin chispa, responder a la oportunidad de cambio aunque se nos presente en la forma más esperpéntica y jamás calculada. Mientras lees el relato empatizas con este “señor de edad” que sabiamente se enfrenta al descubrimiento de sus luces y sombras a lo largo de la caminata que le pone a prueba física y emocional, y mágicamente establece una simbiosis entre la frescura de los paisajes por los que transita y la liberación de su alma oprimida; más que un peregrinaje es una centrifugadora en la que dan vuelta experiencias de un pasado que ha condicionado una vida complicada que debería haber sido bien sencilla.
Me ha gustado la combinación de pasajes de extremada dureza que sorprenden porque no te detienes en pensar en personajes secundarios, pero cuyo dramatismo ha sido tratado con sutileza y elegancia sin recrearse en aspectos morbosos. Cuenta con una sencillez de lenguaje, linealidad de la narración, ritmo estable, detallismo apropiado y cierta intriga por saber si alcanzará el objetivo lo que mantiene la expectación de la novela.
Creo que el tema estrella son las relaciones humanas reflejadas en la personalidad y retrato del caminante, su forma de gestionar sus sentimientos y los valores que le han acompañado en sus viajes y por los que en el presente es como es. No quiero dejar la reseña sin dedicarle una líneas a los personajes “mudos” que juegan un papel esencial en el desarrollo del argumento; no se les escucha pero son motores del peregrinaje y son imprescindibles en la arquitectura del relato. Junto a ellos, su esposa y el vecino que “siempre está ahí” y que demuestran ser personajes con “corazón y razón”; de intachables actuaciones y que colaborarán en el entrañable desenlace de tan “insólito peregrinaje”.
Tierna e inolvidable, no decepciona y se guarda un agradable recuerdo de ella al menos para los que son habituales peregrinos de la vida.

El secreto de la genialidad es el de conservar el espíritu del niño hasta la vejez, lo cual quiere decir, nunca perder el entusiasmo”.

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