Dos
zapatos llamaron mi atención en un momento en el que yo precisamente
necesitaba solamente uno. El título acabó por rematar el morbo de
la elección, lo último que podría hacer en estas circunstancias es
un peregrinaje, al menos en el tren de San Fernando “Un
ratito a pie y otro andando”; de manera que muerta de
curiosidad elegí la novela para saber si el personaje se hallaba en
plenas facultades, bien distintas a las mías, para su peregrinaje y
lo que le podía deparar semejante empresa.
Es
una historia original, diferente, disparatada, atrevida con dosis de
escandaloso realismo y no pocas muestras de rasgos novelescos que
cuestionan la existencia de la bondad repartida sin orden ni
concierto en un mundo un tanto egoista como el que disfrutamos en los
tiempos que corren. No obstante están perfectamente justificadas y
no chirrian en la trama, por lo que se aceptan gustosamente.
Durante
el viaje que Harold emprende aunque descargado de las connotaciones
religiosas de la palabra “peregrinaje”, es
verdaderamente un viaje con estos rasgos, tiene una motivación
intima que lo hace ponerse en camino hacia un objetivo determinado;
desprovisto de lo material que le ha rodeado toda la vida y que ahora
parece sobrarle, manteniéndose de la caridad de aquellos con los que
se cruza, despertando el fenómeno de masas que le enturbian su
privacidad hasta hacerle cuestionar el sentido de su marcha,
aprovechando los recorridos para reflexionar y viajar mentalmente
hasta su infancia y deteniéndose en los episodios que han marcado su
vida a lo largo de los más de sesenta años de existencia.
La
autora construye el personaje capítulo a capítulo desvelando los
hechos que han formado a este jubilado de vida rutinaria y que en un
instante y ante una carta, decide dar un giro a su anodina y
conformista vida. Paso a paso iremos conociendo la infancia, la
trayectoria laboral, personal, familiar y social de Harold y todos
los acontecimientos que justifican una decisión descabellada e
injustificada para el resto de los que le acompañan en la novela.
En
ocasiones es bueno despertar del letargo que nos tiene anestesiado en
una situación cotidiana y sin chispa, responder a la oportunidad de
cambio aunque se nos presente en la forma más esperpéntica y jamás
calculada. Mientras lees el relato empatizas con este “señor
de edad” que sabiamente se enfrenta al descubrimiento de
sus luces y sombras a lo largo de la caminata que le pone a prueba
física y emocional, y mágicamente establece una simbiosis entre la
frescura de los paisajes por los que transita y la liberación de su
alma oprimida; más que un peregrinaje es una centrifugadora en la
que dan vuelta experiencias de un pasado que ha condicionado una vida
complicada que debería haber sido bien sencilla.
Me
ha gustado la combinación de pasajes de extremada dureza que
sorprenden porque no te detienes en pensar en personajes secundarios,
pero cuyo dramatismo ha sido tratado con sutileza y elegancia sin
recrearse en aspectos morbosos. Cuenta con una sencillez de lenguaje,
linealidad de la narración, ritmo estable, detallismo apropiado y
cierta intriga por saber si alcanzará el objetivo lo que mantiene la
expectación de la novela.
Creo
que el tema estrella son las relaciones humanas reflejadas en la
personalidad y retrato del caminante, su forma de gestionar sus
sentimientos y los valores que le han acompañado en sus viajes y por
los que en el presente es como es. No quiero dejar la reseña sin
dedicarle una líneas a los personajes “mudos” que
juegan un papel esencial en el desarrollo del argumento; no se les
escucha pero son motores del peregrinaje y son imprescindibles en la
arquitectura del relato. Junto a ellos, su esposa y el vecino que
“siempre está ahí” y que demuestran ser
personajes con “corazón y razón”; de intachables
actuaciones y que colaborarán en el entrañable desenlace de tan
“insólito peregrinaje”.
Tierna
e inolvidable, no decepciona y se guarda un agradable recuerdo de
ella al menos para los que son habituales peregrinos de la vida.
“El
secreto de la genialidad es el de conservar el espíritu del niño
hasta la vejez, lo cual quiere decir, nunca perder el entusiasmo”.
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