Nunca
sabes de cuanto tiempo puedes disponer hasta que éste te sobra
cuando menos te lo esperas y deseas. Estaba disfrutando de semejante
beneficio en el momento en el que buceando en mi biblioteca me topé
con “El guardián del tiempo” y mi asombro inicial
ante tal título me llevó a preguntarme si es que alguien guarda y
vigila el tiempo... Los relojes, esos maravillosos objetos que marcan
las pautas de todos nuestros actos son el testimonio más fiel y
cotidiano de que eso que tanto disfrutamos pasa inexorablemente
delante de nuestra narices y no niego que tenga guardián pero de lo
que estoy segura es que campa libremente sin que nadie haga lo que
tanto quisiéramos; detenerlo.
En
esta maravillosa y entretenida fábula, repleta de frases de esas que
me gustan coleccionar, se afirma que el tiempo es el tesoro más
preciado y valioso que tenemos, pero que no tiene dueño, no se
compra ni se vende, llega a ser nuestro aliado cuando deseamos que
pase rápidamente y nuestro enemigo cuando en una bofetada de lucidez
observamos la velocidad de su recorrido. El gigante del
“tiempo” se convierte en el organizador de nuestra
existencia, divide nuestra realidad en pequeñas parcelas: segundos,
minutos, horas, días, semanas, meses, años... así hasta el final
de la vida. Muchos mortales viven atemorizados por el paso del
tiempo, tanto que no lo disfrutan y es que hasta para decir los años
que cumplimos recurrimos a tretas para engañar a quien es el más
sabio de todos dueños de nuestra presencia.
El
autor de esta narración utiliza el hilo conductor del “tiempo”
y crea una trama entorno a tres personajes; el guardián, condenado a
la eternidad por la osadía de medir ese paso de la existencia
humana, Sarha una adolescente que quiere dejar de prescindir del don
del “tiempo” y Víctor, obsesionado con convertirse
en inmortal y convencido en su soberbia de burlar al paso del
“tiempo”.
Doscientas veinticuatro páginas
ambientadas entre lo fantástico y la realidad, con una cronología
que comienza en la Prehistoria y nos lleva hasta el Nueva York actual
gracias al desarrollo de tres historias independientes que al final
convergen originalmente. La temática roza las tildes de autoestima
de intentos por valorar aquello que diariamente no apreciamos por
considerarlo eterno, de llamada a la reflexión sobre el uso y
disfrute que hacemos del tiempo que nos toca vivir.
Como en toda fábula la mezcla de lo
ficticio y realidad no extraña a nadie, delicadamente nos hace
asumir que el “tiempo” nunca marcha enteramente a
nuestro gusto, que somos esclavos de él irremediablemente, que marca
nuestros actos desde que amanece hasta que anochece,que no deja
indiferente a nadie,que la vida es tan frágil como el “tiempo”
que la sostiene y que más vale que ante la evidencia de su caminar y
desconociendo su duración, al menos supiéramos usarlo
inteligentemente...
Para finalizar quiero destacar lo
mucho que me gustó un repertorio de elementos que embellecen este
relato; el reloj de arena, la Torre de Babel, los lamentos y quejas
de los mortales, la cueva del agua y las ansías de inmortalidad
reclamadas por la humanidad. Todos ellos encontrarán justificación
si decidís leer la fábula. Sin duda la gran misión del autor es
darnos una lección de cómo apreciar el “tiempo”
transcurra a la velocidad que él mismo decida y en contra de nuestra
insignificante voluntad.
“Cuando
el tiempo es infinito, nada es especial. Sin perdidas ni sacrificios
no podemos valorar lo que tenemos”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario