Cuando
apareció este título delante mía me recordó a un compañero de
trabajo que tenía entre manos la lectura de una novela única y en
cuya critica positiva coincidimos al detalle; era “La ladrona
de libros” y
Pecero
como cariñosamente le llamo por su apellido, es ese compi que espero
haya terminado de leerla a juzgar por lo mucho que estaba disfrutando
de ella. Nada tienen que ver ambas historias lo que las hace común
es la ambientación histórica y el personaje protagonista que
vuelve a ser interpretado por una niña que sobrevive en la terrible
realidad del Holocausto Nazi.
La
Bibliotecaria de Auschwitz está basada en hechos reales, en la
experiencia vivida por Dita Kraus una niña que pasó parte de su
infancia en uno de los grandes infiernos de la humanidad durante la
contienda de la Segunda Guerra Mundial. Muy a mi pesar debo advertir
que en este caso si puedo afirmar desde mi punto de vista de lectora
que nos encontramos ante una novela más de campos de concentración,
de sufrimientos extremos, de historias de supervivencias, de barbarie
y deshumanización que tanto hemos leídos en relatos concernientes
al destino de los judíos y presos de toda condición que acabaron en
esos reductos “olvidados por dios”.
Dita
Dorachova que es el nombre con el que también aparece en la novela
llega a Auschwitz y es destinada al barracón escuela dirigido por
Fredy Hirsch, quien en un arrebato de valentía ha propuesto la
creación de una pequeña escuela para tener entretenidos a los niños
del campo de concentración con la finalidad de que estos no sean un
estorbo para los soldados en su rutina diaria. Bajo este argumento un
pequeño “oasis” nace entre tanta desgracia con el objetivo de
seguir impartiendo cultura bajo la estricta mirada de aquellos que
sostienen sus destinos. El papel de Dita será cuidar del tesoro de
esa pequeña isla, ocho libros que la convierten en la bibliotecaria
de la biblioteca más pequeña del mundo.
Sin
desvelar más la trama, la niña representa a lo largo de su
reclusión todo un ejemplo de supervivencia física, moral y
espiritual. La novela a lo largo de sus casi quinientas páginas es
un repertorio de relaciones personales nacidas entre todos los que
comparten ese angustioso y devastador drama, junto a aquellos que sin
ser parte de él obedecen a sus mandos y sin olvidar a los que hacen
la resistencia en la clandestinidad. Un cóctel al que le falta
mencionar la escalofriante figura del doctor Josef Mengele cuyo papel
es detallado por el autor en pasajes que resultan cruelmente
descritos y en ocasiones difíciles de terminar.
Definitivamente
es la crónica histórica, dura e implacable de la vida de Dita y de
quienes formaron parte de su ennegrecido universo; su impacto es tal
que como todas estas narraciones provoca la sacudida de sentimientos
y agita emociones en un intento de comprender la sin razón de uno de
los momentos más irracionales de la humanidad.
Como
critica negativa decir que le sobran muchas páginas pues tienes la
sensación de convertirse en repetitiva en determinados momentos; el
ritmo se hace muy lento y casi intuyes las acciones que están por
venir, resulta un poco novelesca para saber que es real, tal vez todo
consecuencia de la profusión de novelas acerca del exterminio judío.
Me ha recordado en muchos pasajes a la película “La
vida es bella” y
otras de argumentos similares, lo que no hay que dejar de reconocer
es que es un retrato de la esperanza entre la muerte. Muy bien
documentada, narrada en tercera persona con ciertos guiños de humor
que hacen relajarte entre tanto corazón entallado y con un final
acertado, algo que hay que agradecer al escritor como recompensa tras
semejante desafío como lector.
La
novela termina con datos acerca del destino de los personajes
principales una vez finaliza la guerra. Aunque parezca una más de
entre tantas de este género, es asequible, sencilla, conmovedora y
por muchas que se lean jamás seremos capaces de conocer el alcance
del horror de quienes tuvieron la desgracia de vivirlo.
En
el libro se repetía una frase que motivaba a seguir con la proeza de
mantener ese pequeño mundo de cultura.
“Abrir
un libro es como subirse a un tren que te lleva de vacaciones. Es
abrir una ventana a la libertad”.
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