sábado, 2 de mayo de 2020

La sombra de Magui aún está en el jardín, Silvia Lagarda-Mata


Para ser la primera lectura del mes de Mayo ha sido todo un acierto. Muy corta y especialmente bien contada, se disfruta por la sencillez con la que está narrada y puedo decir que me ha dado pena que terminara.

“La desaparición inesperada de una niña es el punto de partida de este
domestic noir ambientado en la Barcelona de los años veinte.
Tras su reciente divorcio, mientras vacía el desván de casa de su madre donde acaba de instalarse, Marc Bonet, procedente de una familia acaudalada venida a menos, descubre que su tatarabuelo, Josep Anton Viladalba, había escrito un libro. Intrigado por su contenido, y por el hecho de que la hermana de su bisabuela, Magui, desapareció misteriosamente de la torre familiar cuando apenas tenía seis años, decide pedir ayuda a una abogada para investigar el enigma familiar.
En la Barcelona de los años veinte, el inspector Hilario Manzaneda es el encargado de investigar el caso de la desaparición de la niña de los Viladalba. Debido a las reticencias de la familia por colaborar con la policía, el inspector enseguida sospecha que saben más de lo que cuentan. Pero su investigación se verá mermada por la falta de interés de la poderosa familia en que se sepa lo que realmente ocurrió”.

Me gustan las historias de familias que guardan secretos centenarios que descubren sus descendientes, retazos de vivencias del pasado y del presente que a modo de rompecabezas se van encajando a lo largo de una investigación que termina con un final de “traca”. Aunque son algo más de cuatrocientas páginas, no se hace largo ni tedioso, el ritmo es muy uniforme y sin que aparezcan grandes giros argumentales ni sobresaltos, la atención y el suspense no decae en ningún momento.
Trama bien planteada alrededor de una familia de la burguesía catalana de inicios del siglo XX, basada en la desaparición de uno de sus miembros del que nunca se supo más y cuyo paradero se ha convertido de forma accidental en el objetivo de un joven historiador con el que comparte lazos familiares.
La escritora catalana nos cuenta dos historias separadas en el tiempo pero a su vez entrelazadas; una en el presente y la otra en la Barcelona de los años veinte.
Dos investigadores, uno para cada historia se encargaran de resolver el dramático misterio que encierra la desaparición de Magui, cada uno lo hará fiel a los métodos de la época pero compartiendo objetivos.
La ambientación que recrea Sylvia Lagarda-Mata de la Barcelona de principios del S.XX resulta ser un gran retrato de la sociedad catalana de la época describiendo como era la vida de una familia de la burguesía, con sus privilegios, reticencias, secretos y poder, donde nada era lo que las apariencias mostraban.
“La sombra de Magui aún está en el jardín” cuenta con una prosa sencilla pero cuidada que le otorga a la novela un ritmo ágil, debiendo destacarse el papel fundamental que juega en la novela el libro escrito y no publicado por Josep Anton Viladalba. Un guiño a la literatura el mostrar un manuscrito dentro de la novela. Tanto esta parte como la que transcurre en el pasado, resulta más atractiva y engancha más que la presente, sin que por ella la actual resulte aburrida.
El eje sobre el que pivota la historia es sin duda la desaparición de la niña, con esa justificación se nos dan a conocer historias de amor de “ayer y hoy”, ansias de herederos, investigaciones manipuladas, redes de influencias sociales, confesiones espeluznantes…, elementos que hacen del relato un thriller bien escrito y con las dosis justas de suspense.
Dividido en capítulo de duración justa que alterna los tiempos en los que se desarrolla el misterio, con personajes que responde a estereotipos que nos resultan familiares, con rasgos sencillos que te permiten empatizar con ellos y que te conducen a un final sorprendente y agradable. Ninguno destaca especialmente por nada, no digo yo que sean planos porque no tengo ni idea de qué significa eso, es cierto que se presentan tal como son y no evolucionan debido a que su protagonismo no lo exige, algo que me ha parecido coherente y nada forzado.
Respecto a la galería de personajes, es cierto que son muchos, pero la escritora se toma la molestia de ir repitiendo los parentescos entre cada uno de ellos, e incluso hace resumen de sus avatares al término de los capítulos, de manera que no agobian ni se cae en la dispersión.
Me ha hecho disfrutar mucho, no ha sido trepidante ni desgarrador, nada agobiante, todo lo contrario es un argumento trazado para disfrutarlo, algo previsible aunque no se acierta del todo en el final, pero se aproxima…, errar también es bueno porque demuestra la destreza de la escritora para tener ella la última palabra. Os gustará.

“Por más que quites las vías, hay un tren que obstinado pasa por el andén de los recuerdos”.

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