martes, 5 de mayo de 2020

Pizzeria Vesubio, Walter Riso


En un confinamiento que no parece llegar a su fin, imaginar una pizzería en cualquier lugar de Italia es soñar con los ojos cerrados y el estómago abierto. Me llegó este título tan “apetitoso” a través de un club de lectura y me pareció que era el momento apropiado para “degustar” una novela que seguro me dejaba “buen sabor de boca”.
“Receta para una novela inolvidables
Tómese una masa familiar, trabajada a mano y añádanse los siguientes ingredientes en abundancia, sin escatimar: amor, humor, secretos, traiciones, disparates, pequeños dramas y grandes alegrías… Debe cocerse a fuego vivo, riendo, cantando y dando voces. Imprescindible el acento napolitano.
Querido comensal… es decir, querido lector: aquí te sirvo los avatares de una humilde familia napolitana trasplantada a América a comienzos de los años cincuenta.
Un plato…, o sea, una historia sencilla pero irresistible contada en primera persona por Andrea, el hijo de la familia, quien tendrá la difícil tarea de conciliar los mundos en los que le tocará vivir: Buenos Aires, Nápoles, Barcelona…
Tras infinitas peripecias, idilios, aciertos y errores, Andrea descubrirá que su auténtica patria sigue estando en la modesta Pizzería Vesubio en el corazón del barrio de su infancia”.

Primera novela de Walter Riso con claros tintes autobiográficos. Cuenta a través de Andrea, un joven psicólogo, (alter ego narrativo) la historia de su familia napolitana desde que tomó la decisión de emigrar a Buenos Aires, en la década de los años 50. No me atrevo a encuadrarla en ningún género, es una novela de vida donde se mezclan experiencias del pasado y el presente de todos y cada uno de los miembros de esta singular “tribu”.
La narración en primera persona comienza una vez muere su madre, aunque nos encontraremos con numerosas idas y venidas en el tiempo para poder tener datos de la infancia de nuestro protagonista. Destacaría dos partes en la historia. Una primera donde Andrea, nos cuenta cómo es su vida en Buenos Aires y cómo a través de su padrino, consigue tener unos estudios que son muy importantes en su vida. Y una segunda parte donde se cuentan sus vivencias escapando de una dictadura militar, tras una serie de acontecimientos revolucionarios que le ponen en el punto de mira de las autoridades por las que tiene de salir de Buenos Aires y refugiarse en España. Es aquí donde logra tener una estabilidad personal donde forma una familia propia y comienza una nueva vida trabajando como psicólogo.
Lenguaje sencillo que hace que resulte fácil de leer, pero hay algo que me ha llamado la atención, la forma de pronunciar de esta familia es poco creíble por la cantidad de modismos argentinos y un acento demasiado “ché” para un periodo tan corto de tiempo. Está escrita en capítulos cortos, lo que aporta agilidad a la lectura. Los escenarios donde transcurre la novela, son tres ciudades: Buenos Aires, Barcelona y Nápoles, y cada una de ellas con un gran protagonismo en la trama. No quiero dejar atrás el papel que juega la comida en todos los ámbitos de la vida, herramienta para sofocar tensiones, provocar alegría, motivar encuentros familiares y añorar su tierra alrededor de todo lo que se “cuece” en esa “Pizzeria Vesubio”.
No hay una trama propiamente dicha, es un libro de personajes que van aparecieron gracias a un repertorio de temas como el amor, la pérdida de un ser querido, el trabajo, la gastronomía, la autoestima, la imperfección humana, la traición de un amigo, el perdón, la nostalgia, las raíces, lo que se echa de menos y por supuesto la “familia” y los lazos físicos y emocionales que vinculan a sus miembros.
Es una historia cargada de emociones entorno a la dura experiencia del exilio y la emigración, y la “Pizzeria Vesubio” se convierte en el escenario clave de la novela, el  hilo conductor que une toda la historia, el espacio en el que el amor paterno-filial, la gastronomía y la nostalgia acaban convirtiéndose en los hilos conductores del relato. Nadie escapa a esa percepción de que todo sucede a lo grande, vamos al más puro estilo “napolitano”.
Dividida en capítulos, cada uno de ellos se cierra pero con la característica de quedar vinculado al siguiente, todos con un lenguaje expresivo y una forma de contar las cosas entretenidas y agradables. En muchos momentos me han recordado a las novelas de realismo mágico pero está claro que no pertenece a ese género.
Os la recomiendo por entretenida y bien escrita, aviso que el principio es lento y cuesta simpatizar con la historia, en compensación la tercera parte es la más activa, de manera que habrá que llegar al final. Os gustará.

Tienes que respetar, pero no tienes la obligación de amar”.

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