sábado, 23 de mayo de 2020

Las vencedoras, Laetitia Colombani


Leer una novela y que se haga inolvidable, resulta fácil con escritoras como Laetitia Colombani. Ver una nueva producción suya, es no poder resistirse a la corazonada de saber que volverás a disfrutar con una historia llena de emoción y sentimiento, al estilo de la “Colombani”. Sin ser “La trenza”, tal vez porque es irrepetible, puedo deciros que se disfruta con la misma intensidad y que por segunda vez no decepciona la letra de esta escritora recién descubierta.

“A los cuarenta años, Solène lo ha sacrificado todo por su carrera como abogada: sus sueños, sus amigos y sus amores, hasta que un día se derrumba y se sume en una profunda depresión. Para ayudarla a recuperarse, su médico le aconseja que haga tareas de voluntariado. Poco convencida, Solène encuentra por internet un anuncio que despierta su curiosidad y decide interesarse por él. Enviada a un hogar para mujeres con grave riesgo de exclusión social, tiene problemas para relacionarse con las residentes, que se muestran distantes y esquivas; pero poco a poco irá ganando su confianza y descubrirá hasta qué punto desea estar tan viva como ellas.
Un siglo antes, Blanche Peyron libra un combate. Comandante del Ejército de Salvación en Francia, abriga el sueño de ofrecer un techo a todas las excluidas de la sociedad. Con ese fin, en 1925 comienza a recaudar los fondos necesarios para comprar un hotel monumental, y un año después el Palacio de la Mujer abre sus puertas”.

No quiero hacer una reseña comparando su anterior novela, pero es cierto que en lugar de tres historias, en esta ocasión la autora entrelaza dos historias separadas por un siglo, pero unidas por un inmueble muy singular de París: el Palacio de la Mujer. La novela arranca con Solène, una abogada de cuarenta años que presencia el suicidio de uno de sus clientes. Profundamente afectada, esta mujer moderna e independiente se sume en una profunda depresión, agravada por una reciente y tumultuosa ruptura de pareja. Para tratar su enfermedad, su psiquiatra le recomienda, además de una generosa dosis de fármacos, tareas de voluntariado.
Así es como Solène comienza a trabajar en el Palacio de la Mujer, un antiguo hotel reconvertido en un centro de acogida de mujeres en grave riesgo de exclusión social. Allí, mientras atiende a las peticiones de las residentes, experimentará una transformación interior que la llevará a iniciar una nueva vida menos ambiciosa en lo material pero más rica en lo espiritual, recuperando una pasión por la literatura que se gestó en su infancia.
En el centro, Solène conocerá a una serie de mujeres con severos problemas económicos, dramas desoladores y cicatrices tan profundas que le permitirán abrir los ojos a unas realidades en las que nunca había reparado: la de las indigentes que son violadas en la calle, la de las transexuales que no son aceptadas ni en el mundo masculino ni en el femenino o la de las madres que se suicidan tras perder la custodia de sus hijos…
Sin duda las protagonistas son las mujeres, su fuerza, determinación, sus fracasos, sus éxitos, los valores que las definen, el sentido de estar unidas en las desgracias y la necesidad de protegerse como personas invisibles para la sociedad. Ambas narraciones acaban confluyendo en una historia común, algo que nos recuerda gratamente a la “Trenza”.
Esto es tanto como decir que el feminismo es el tema sobre el que pivotan las dos historias de vida, historias de gente corriente que hacen “historia” en el tiempo bajo el paraguas de lo extraordinario.
Estructurada en dos tiempos narrativos que se alternan y evolucionan en cada cambio de capítulo; por un lado la vida de Soléne y por otro la de Blanche, combinando con gran acierto la historia ficticia de una abogada de éxito que necesita reinventarse con la de una activista real que levantó uno de los proyectos más insólitos y admirables para ayudar a las mujeres más desfavorecidas. El resultado es una novela sobre la esperanza y la amistad que, además, nos incita a alzarnos contra las injusticias.
Podemos pensar que es una novela de denuncia social, es cierto, pero Laetitia rinde homenaje a todas las mujeres con espíritu altruista que sacrifican todo por el bien ajeno. La ambientación y el papel otorgado al edificio o Palacio de la Mujer, es de tal calibre que se acaba convirtiendo en un personaje más de la novela, el lugar que supuso todo un descubrimiento para la escritora, quien tras documentarse tomó la decisión de poner al aire los vínculos emocionales que en épocas pasadas mantuvieron unidos a sus residentes.
El resultado es el retrato del mundo de entonces y de ahora, una mirada a la sociedad del Siglo XIX y una reflexión sobre la actualidad de las mujeres en general y de las desfavorecidas en particular. Sensible pero no escabroso ni sensiblón.
Muy recomendable, no deja indiferente nada de lo que les ocurre a estos seres y nos invita a cambiar la manera en la que contemplamos aquello que se cruza diariamente con nosotros. Os gustará.

“Los vencedores nunca se rinden, y los que se rinden nunca vencen”.

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