Leer
una novela y que se haga inolvidable, resulta fácil con escritoras como
Laetitia Colombani. Ver una nueva producción suya, es no poder resistirse a la
corazonada de saber que volverás a disfrutar con una historia llena de emoción
y sentimiento, al estilo de la “Colombani”. Sin ser “La trenza”, tal vez porque
es irrepetible, puedo deciros que se disfruta con la misma intensidad y que por
segunda vez no decepciona la letra de esta escritora recién descubierta.
“A los cuarenta años, Solène lo ha sacrificado todo
por su carrera como abogada: sus sueños, sus amigos y sus amores, hasta que un
día se derrumba y se sume en una profunda depresión. Para ayudarla a
recuperarse, su médico le aconseja que haga tareas de voluntariado. Poco
convencida, Solène encuentra por internet un anuncio que despierta su
curiosidad y decide interesarse por él. Enviada a un hogar para mujeres con
grave riesgo de exclusión social, tiene problemas para relacionarse con las
residentes, que se muestran distantes y esquivas; pero poco a poco irá ganando
su confianza y descubrirá hasta qué punto desea estar tan viva como ellas.
Un siglo antes, Blanche Peyron libra un combate.
Comandante del Ejército de Salvación en Francia, abriga el sueño de ofrecer un
techo a todas las excluidas de la sociedad. Con ese fin, en 1925 comienza a
recaudar los fondos necesarios para comprar un hotel monumental, y un año
después el Palacio de la Mujer abre sus puertas”.
No quiero
hacer una reseña comparando su anterior novela, pero es cierto que en lugar de
tres historias, en esta ocasión la autora entrelaza dos historias separadas por
un siglo, pero unidas por un inmueble muy singular de París: el Palacio de la
Mujer. La novela arranca con Solène, una abogada de cuarenta años que presencia
el suicidio de uno de sus clientes. Profundamente afectada, esta mujer moderna
e independiente se sume en una profunda depresión, agravada por una reciente y
tumultuosa ruptura de pareja. Para tratar su enfermedad, su psiquiatra le
recomienda, además de una generosa dosis de fármacos, tareas de voluntariado.
Así es como Solène comienza
a trabajar en el Palacio de la Mujer, un antiguo hotel reconvertido en un
centro de acogida de mujeres en grave riesgo de exclusión social. Allí,
mientras atiende a las peticiones de las residentes, experimentará una
transformación interior que la llevará a iniciar una nueva vida menos ambiciosa
en lo material pero más rica en lo espiritual, recuperando una pasión por la
literatura que se gestó en su infancia.
En el centro, Solène
conocerá a una serie de mujeres con severos problemas económicos, dramas
desoladores y cicatrices tan profundas que le permitirán abrir los ojos a unas
realidades en las que nunca había reparado: la de las indigentes que son
violadas en la calle, la de las transexuales que no son aceptadas ni en el
mundo masculino ni en el femenino o la de las madres que se suicidan tras
perder la custodia de sus hijos…
Sin duda las protagonistas
son las mujeres, su fuerza, determinación, sus fracasos, sus éxitos, los
valores que las definen, el sentido de estar unidas en las desgracias y la
necesidad de protegerse como personas invisibles para la sociedad. Ambas
narraciones acaban confluyendo en una historia común, algo que nos recuerda
gratamente a la “Trenza”.
Esto es tanto como decir
que el feminismo es el tema sobre el que pivotan las dos historias de vida,
historias de gente corriente que hacen “historia” en el tiempo bajo el paraguas
de lo extraordinario.
Estructurada en dos tiempos
narrativos que se alternan y evolucionan en cada cambio de capítulo; por un
lado la vida de Soléne y por otro la de Blanche, combinando con gran acierto la
historia ficticia de una abogada de éxito que necesita reinventarse con la de
una activista real que levantó uno de los proyectos más insólitos y admirables
para ayudar a las mujeres más desfavorecidas. El resultado es una novela sobre
la esperanza y la amistad que, además, nos incita a alzarnos contra las
injusticias.
Podemos
pensar que es una novela de denuncia social, es cierto, pero Laetitia rinde
homenaje a todas las mujeres con espíritu altruista que sacrifican todo por el
bien ajeno. La ambientación y el papel otorgado al edificio o Palacio de la
Mujer, es de tal calibre que se acaba convirtiendo en un personaje más de la
novela, el lugar que supuso todo un descubrimiento para la escritora, quien
tras documentarse tomó la decisión de poner al aire los vínculos emocionales
que en épocas pasadas mantuvieron unidos a sus residentes.
El
resultado es el retrato del mundo de entonces y de ahora, una mirada a la
sociedad del Siglo XIX y una reflexión sobre la actualidad de las mujeres en
general y de las desfavorecidas en particular. Sensible pero no escabroso ni
sensiblón.
Muy recomendable,
no deja indiferente nada de lo que les ocurre a estos seres y nos invita a
cambiar la manera en la que contemplamos aquello que se cruza diariamente con
nosotros. Os gustará.
“Los
vencedores nunca se rinden, y los que se rinden nunca vencen”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario