Me
ha costado mucho empezar esta breve novela que llevaba algunas semanas
quedándose atrás, el motivo es que leía una y otra vez la sinopsis y no acababa
de convencerme, aunque estaba segura que algo fuerte me esperaba, tras leerla
puedo deciros que es una novela que habla de hombres y
de mujeres, de grupos violentos que conviven en la sociedad con nosotros, de
miedos a que los hijos se hagan mayores, de temores hacia nuestros seres
queridos, de heridas del pasado y de la masculinidad y el feminismo que a día
de hoy ya nadie cuestiona.
“Ismael es un escritor que después del éxito se ve
bloqueado. No es capaz de encontrar la voz para su próxima novela, no es capaz
de narrar nada que suene natural. Además, últimamente sufre pesadillas y
algunas de las noticias que aparecen le causan una gran angustia pensando que
también les puede pasar a sus hijas.
Su madre sufre un accidente lo que no hace más que
agravar la situación ya que a todo lo anterior se va a sumar que tiene que
hacerse cargo de su padre, un padre con el que no se siente precisamente a
gusto y los recuerdos que le provoca tampoco son placenteros.
Mientras, su mujer, que siempre le ha ayudado con
sus textos, ahora que su vida familiar le deja más tiempo, ha vuelto a
escribir, aunque no quiere Ismael lo sepa”.
Tal vez porque La casa del padre no es una
novela que destaque porque pasen grandes cosas ni sea un relato épico o
extraordinario o tenga un ritmo trepidante. Es más bien una novela de
personajes complejos y de sus sentimientos que hay que leer recreándose en cada
línea. Al decir esto no me estoy refiriendo a una novela coral, pues aquí hay
un par de protagonistas principales: Ismael y su mujer Jasone, acompañados por la
madre y el padre de Ismael, su hermana Libe, Jáuregui su editor y Aitor un
primo de su infancia. No hay más personajes. En doscientas escasas páginas
hemos conocido el retrato de familia que conforman estos “actores” que guardan complicadas relaciones entre sí y que dan
cuerpo a un argumento que muestra el desván de sus personalidades, sus
sueños ocultos y, sobre todo, sus palabras no dichas.
El eje sobre el que se
muévela trama es la incapacidad de escribir de Ismael y la incidencia que este
hecho acarrea en la convivencia con su esposa, ambos volcados en el mundo de la
literatura y las editoriales. Una pareja de escritores con maneras muy
diferente de afrontar sus expectativas laborales.
Estructurada en bloques con
capítulos breves que toman como referencia a tres personajes para darnos tres
puntos de vista diferentes sobre un mismo y universal tema: Ismael, Jasone y
Libe, aunque esta última en mucho menor medida. De ellos, únicamente el de
Jasone está narrado en primera persona, tal vez porque, aunque en principio
pueda parecernos Ismael el protagonista principal, es en realidad Jasone el
centro de la novela, el personaje en torno al cual se mueven los demás. Todos
ellos comparten el peso de lo no
dicho, lo anhelado y callado que les inquieta y que les enfrenta a sus propias
contradicciones
Ismael es
el reflejo de la huella y las
consecuencias que una determinada educación han ido dejando generación tras
generación
Una
novela sobre los roles de género, sobre la masculinidad y la feminidad que, a menudo de forma más pasiva que
activa, se transmiten a través de la familia y la sociedad. En
definitiva, La casa del padre es
una novela inteligente y profunda sobre la construcción de la identidad como
hombre y mujer que invita a la reflexión del lector independientemente
de su sexo.
Además esta breve historia
va a profundizar en el mundo de los libros, en lo que supone escribir, en las
dificultades que entraña. Todo ello desde dos puntos de vista diferentes, del
de una mujer que quiere retomar su vieja pasión por la escritura y la de un
escritor en pleno bloqueo creativo, con la necesidad de entregar ya su novela y
sin nada escrito.
Más allá de la escritura,
la novela gira en torno a un problema muy actual en nuestra sociedad: ¿Qué es la masculinidad? ¿Qué papel ha de desarrollar el hombre? Porque
eso es lo que se plantea Ismael, con un padre del que es consciente que nunca
llegó a cumplir las expectativas que de él se esperaban.
La trama es en apariencia
mínima, tan metido estás en conocer y compartir sentimientos con los
personajes. A pesar de ello, tiene un final muy bueno que convence y le otorga
puntos a la novela.
No tiene edad de lectores
aunque estoy segura que la percepción variará con este detalle, es una
novela que debe leerse para intentar entender un poco mejor cómo somos o cómo
son nuestros padres y nuestra sociedad. Una novela muy emotiva por momentos y
cargada de realismo.
Os la recomiendo por el
tratamiento que hace de temas que nos afectan a todos, la educación recibida y
sus consecuencias, la culpa, las heridas sin cicatrizar, los errores del
pasado, las actitudes machistas de antes y de ahora, la pasión feminista, la
valentía de las mujeres en un mundo de hombres, el valor de los sueños por
conquistar y lo más importante porque encontraréis tantas interpretaciones como
lectores y eso pocas veces ocurre. Os gustará.
“No importa quién fue mi
padre, lo importante es el recuerdo que tengo de quién fue mi mejor maestro”.
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