lunes, 27 de abril de 2020

Fuera de si ,Sasha Marianna Salzmann


“Fuera de si”, ha sido de las lecturas más serias e impactantes de cuantas he abordado en esta larga e interminable etapa de confinamiento por la pandemia mundial. Me llegó a través de un club de lectura que daba buenas críticas de una de las novelas de la dramaturga alemana Sasha Marianna Salzmann, autora desconocida hasta el momento, de manera que tras leer la sinopsis decidí que estaría bien abandonar mis novelas de “muertitos” y saborear algo diferente.

“Los gemelos Alissa y Antón nacen en el Moscú postsoviético. Transcurridos pocos años, su familia emigra a Alemania, donde crecen, estudian y empiezan la universidad. Entonces, Antón desaparece y el único y último rastro de él procede de una postal de Estambul. Alissa se dirige allí en busca de su hermano pero, también, de sí misma. En una ciudad impregnada de cambios políticos y sociales, la búsqueda de Alissa se convertirá en un viaje de conexión y pertenencia.

Confieso que el principio resultó fácil y consiguió secuestrar mi atención, pero igualmente confieso que tras las 50 primeras páginas, tuve que buscar información acerca de la autora y la novela porque me resultaba costoso seguirla y me perdía por momentos, peligrando el desafío de terminarla.
Si os tuviera que vender la novela os diría que narra la historia de cuatro generaciones de una familia de raíces judías a través de su protagonista principal, Alisa, que junto a ella los personajes que la acompañan vivieron dispersos por diferentes países principalmente Rusia y Alemania, de los que vamos conociendo sus personalidades a medida que avanza el relato.
Nuestro papel como lectores, es seguir la historia lineal de las biografías de ocho personajes: bisabuelos, abuelos, padres e hijos, que van contando su andadura a través de un siglo que nos regaló exterminios, persecuciones, emigraciones, refugiados políticos y dos guerras mundiales. Ali en este caso, representa el acceso a la cuarta generación, y es ella la que soporta desde las primeras páginas el legado de las experiencias vividas por sus antepasados. Su papel de bisnieta, le permite observar y analizar la herencia recibida de las generaciones anteriores. Se considera receptora de un baúl de genes y recuerdos que forman parte de su esencia.
Menos mal que la autora ha tenido el gesto de poner un cuadro de personajes al inicio del libro, no son más de una docena, pero eso ha facilitado recurrir a esta “chuleta” cuando reconocer abuelos, bisabuelos y otros parientes se convirtió en una misión imposible. Personajes de una construcción brutal a los que vemos evolucionar con coherencia y equilibrio.
Respecto a la estructura, está dividida en capítulos dedicados a cada uno de ellos o a las parejas formadas por los miembros de esta saga, algo que podría parecer una oportunidad a la hora de aclarar lo leído, pero que no restaba complejidad a la lectura, tan confusa por momentos que se hacía inevitable reforzar la atención.
Es inevitable leerlo línea a línea para ir dando cuerpo a la historia, me recordó a “Cien años de soledad”de Gabriel García Márquez, pero en lugar de ese realismo mágico con el que estoy familiarizada, me he tenido que enfrentar al expresionismo alemán y francamente me quedo con el primero.
Es una novela feminista que investiga la búsqueda de identidad, especialmente de los más débiles y de las mujeres, un relato muy conmovedor y emocionante que se suaviza con la ambientación por ciudades como Moscú y Estambul lugares en los que suceden muchos de los acontecimientos descritos. Los temas de pertenencia a un grupo religioso, una familia y el amor incondicional favorecen la construcción de la novela.
Retrata muy bien algunos pasajes de las desventuras intrafamiliares de esta “tribu” en el contexto histórico de la Rusia postsoviética. Familias que vivieron extrañas circunstancias en el siglo pasado. Catalogada de obra de autoficción en la que es difícil aislar lo real de lo ficticio, al parecer hay muchos recuerdos de la autora que han sido reflejados en estas páginas.
En lo referente al lenguaje es asequible, fácil de seguir, con el detalle de que la Salzmann introduce a menudo cortas expresiones en turco o en cirílico, incrustadas en el texto, que dan una percepción muy visual del desconcierto que produce tener dos lenguas maternas o cuasi maternas. Hay que tener en cuenta que ella vivió en Volgogrado hasta los diez años y que se escolarizó después en Berlín.
La he terminado y mis impresiones son buenas, es una lectura diferente muy bien escrita, que es una humilde opinión de lectora lo que he ido comentando y que sin duda recomiendo. Os gustará.

“Nunca debemos perder aquello que nos hace único”.

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