lunes, 6 de abril de 2020

No hay luz bajo la nieve, Jordi LLobregat


Primera novela que leo de Jordi Llobregat y no será la última. “El secreto de Vesalio” me espera tras esta primera incursión en la escritura de un auténtico narrador del suspense. Junto con otros ejemplares, “No hay luz bajo la nieve” la elegí en los momentos inmediatos al confinamiento que ya se ha convertido en el gran antes y después de toda la Humanidad. Nada como los libros para evadirte de la cruda realidad en la que nos encontramos, medicina y terapia para refugiarnos de lo que hoy solo es incertidumbre y desasosiego.

Un hombre desnudo y maniatado, con los párpados cosidos con un alambre, ha sido encontrado sumergido en las aguas heladas de una piscina, durante las obras de la estación de esquí Vall de Beau en el Pirineo: la infraestructura más emblemática de la candidatura hispano-francesa para los próximos Juegos Olímpicos de Invierno.
La subinspectora de homicidios Álex Serra y el teniente de policía francés Jean Cassel serán los encargados de la investigación. Después de un tiempo apartada del cuerpo por un grave incidente en el que Serra disparó a un compañero, sus superiores la envían a las montañas a investigar el caso. Serra creció en un pequeño pueblo de la zona, al otro lado del valle. Nadie como ella conoce aquel lugar.
Con su regreso, se reencuentra con todo aquello que creía haber dejado atrás: una montaña inmisericorde, un entorno opresivo dominado por los secretos y los recuerdos de un pasado que todavía no ha superado. Ahora, además, un asesino inteligente e implacable la pondrá a prueba.
Este será solo el primero de una serie de crímenes que tienen que ver con una historia oculta durante décadas. Solo quien la conozca podrá resolver el caso y dar con el misterioso criminal.
Mientras tanto, la tormenta de nieve más devastadora de los últimos veinte años está a punto de desencadenarse.

Segunda novela de este valenciano que desde los doce años soñaba con ser escritor. En ella se pueden reconocer todos los ingredientes para que una vez empezado, te resulta difícil abandonar su lectura. Entra en la calificación de “novelas pegamento”, quedas adheridas a ellas e incluso no las disfrutas como otras por las ansias de llegar al final.
Hubo un conflicto en las primeras páginas que mejor avisar a los lectores de este tropiezo que al parecer nos ha pasado a todos los que ya la hemos leído.
Los primeros capítulos se despliegan ante nosotros de una manera inconexa que nos sumergen en una confusión que a punto estuve de dejar el libro. Nada tenía sentido y los personajes y las situaciones se sucedían en diferentes líneas temporales que no hacían más que sumar caos e incertidumbre a la historia. Pasados estos inicios y de manera muy dosificada se va entendiendo y encajando todos y cada uno de los personajes y las circunstancias que le rodean.
Argumento construido a la perfección con una trama repleta de actores dibujados al milímetro, presentada en capítulos de extremada brevedad, dice Jordi que no superior a 1.500 palabras, algo que le suma tensión y dinamismo a la lectura, un puzzle que va apareciendo pieza a pieza y que el escritor pretende que casemos con habilidad.
Desde el primer momento pensé que el culpable estaba a la vista pero nada más lejos de la verdad. La trama tiene de todo, pasados oscuros, secretos familiares, traumas infantiles, entornos desestructurados, inspectoras inhabilitadas, monasterios y pasadizos, protestas ecologistas, un diario, una mansión terrorífica, suicidas y hasta lobos que adquieren un protagonismo relevante.
Ambientada en los Pirineos con descripciones perfectas que no cierran la posibilidad a que cada uno de nosotros nos imaginemos estos parajes entre la frontera franco-española y el telón de fondo de unos juegos de invierno que están por celebrarse.
La subinspectora Alex arrastra el peso de la narración y sobre ella recaen todos los giros argumentales de la misma, las sorpresas van y vienen en cada capítulo y en todos, ella es el centro de la acción.
Puede que nos encontremos ante una serie en torno a este personaje y Jordi Llobregat nos deleite con sus casos en un futuro no muy lejano.
Me ha recordado mucho a Dolores Redondo en la manera de plantear el misterio y los recursos de los que echa mano para desarrollar la historia, el nudo y el desenlace, con una prosa fluida, diálogos ágiles y un ritmo que no decae en ningún momento sin que por ello sea trepidante aunque sí para volar.
No quiero dejar pasar el acierto que ha tenido el escritor con los capítulos que nos llevan al éxodo judío durante la Segunda Guerra Mundial y la llegada de estos a España, es el rasgo histórico de esta novela donde definitivamente hacen aparición diferentes géneros literarios.
La resolución del caso es más que satisfactoria, un golpe en la mesa donde se confirma lo que ya se intuía: Llobregat lo tenía todo atado y bien atado. Estamos ante un grandísimo best seller, en el sentido más positivo de la palabra: una obra que abarca un gran abanico de temas pero que a la vez es tan accesible y engancha de tal forma que es imposible no recomendar con entusiasmo. Os gustará.

“Todo el mundo sabe que una bola de nieve en la cara es el comienzo perfecto de una amistad duradera”.

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