miércoles, 26 de julio de 2017

El monarca de las sombras, Javier Cercas


Cuando  decidí leer “El monarca de las sombras”, lo hice pensando en el Javier Cercas de “Soldados de Salamina”, novela de la que guardo un recuerdo muy especial por razones íntimas y personales. Mi impresión sobre esta obra de narrativa de ficción de Javier es muy contradictoria, por un lado es muy propio de este extremeño abordar un tema relacionado con la Guerra Civil Española, algo que como historiadora me agrada, pero también me resulta repetitivo y poco novedoso; y por otro el recurso de contar una historia desvelando un secreto incómodo y acallado de su propia familia, sí que me provocó curiosidad y morbo, por eso empecé con muchas ganas y se fue desinflando mi interés muy a mi pesar a medida que avanzaba su lectura, porque he tenido la sensación de estar leyendo más una crónica que no una novela.
“El monarca de las sombras narra la búsqueda del rastro perdido de un muchacho casi anónimo que peleó por una causa injusta y murió en el lado equivocado de la historia. Se llamaba Manuel Mena y en 1936, al estallar la guerra civil, se incorporó al ejército de Franco; dos años después murió combatiendo en la batalla del Ebro, y durante décadas se convirtió en el héroe oficial de su familia. Era tío abuelo de Javier Cercas, quien siempre se negó a indagar en su historia, hasta que se sintió obligado a hacerlo”.
El protagonista indiscutible es Manuel Mena, nombre que se repite incontables veces a lo largo de las casi trescientas páginas de la obra, personaje alrededor del que gira el objetivo del escritor. Era tío abuelo de Javier Cercas, y a modo de relato íntimo y personal, cuenta la vida de este joven falangista acallada por buena parte de la familia y lo hace mirando al pasado y exprimiendo los recuerdos que permanecen en la memoria de quienes aún viven, esperando reconciliarse con todos los miembros de su familia.
He reconocido que esta era la trama principal, pero que en ella hay dos hilos argumentales, uno la propia historia de Manuel y otra el trabajo periodístico y de documentación que ha necesitado para dar vida al relato. No creo que esto sea suficiente para considerarla novela histórica, como he mencionado anteriormente es más crónica que novela.
Tengo la sensación de que Javier ha desaprovechado una buena historia, el ritmo que al principio engancha después se hace lento y te ves leyendo párrafos muy largos que no aportan ni dicen nada de interés; incluso los capítulos son tan extensos que llegan a ser propios de ensayos. No es perezoso a la hora de dar explicaciones de todo, datos históricos acompañados de largas reflexiones y sin saber por qué, la expectación inicial se ha esfumado entre otras razones debido a que Javier lo cuenta todo en el primer capítulo y el lector solo tiene que leer y leer.
La vinculación personal y emocional con el protagonista puede ser la causa de ésta percepción que destila la novela, los sentimientos del autor empañan la objetividad con el hecho real que narra, me llama la atención su ideología de izquierdas y como ha querido “quedar bien” con los de posturas ideológicas opuestas, una forma generosa de no lesionar la memoria de su tío abuelo.
Ha sido algo decepcionante y hasta cansina, la empecé con ganas y salvo las descripciones de personajes como su madre que es de una ternura extrema, o la riqueza de su prosa que no deja lugar a dudas, no la recomendaría si no es a los que disfrutan sin condiciones del tema “Guerra Civil Española”. Sigo quedándome con mi “Soldado de Salamina”, aunque como siempre os digo la última palabra es vuestra.

“Yo no hablo de venganzas ni perdones, el olvido es la única venganza y el único perdón”.

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