Sin despreciar y mucho menos
comparar a otros grandes escritores del género negro y policial, mi admiración
por este guionista francés es un secreto a voces. Orgullosa de decir que he
leído todo lo que ha escrito, y disfrutando sin límites de todas sus novelas;
para mí su joya hasta ahora es “Nos vemos allá arriba”, por la que obtuvo el
Premio Goncourt de 2013, la que recomiendo encarecidamente.
En esta ocasión, “Tres días y una
vida” se sale de los clichés a los que nos tiene acostumbrados y mezcla el
suspense y la tensión en una trama muy original que pretende conducirnos a una
reflexión necesaria acerca de la condición humana, hurgando en un repertorio de
emociones soterradas que piden “paso” en la atormentada vida del protagonista
de esta breve pero intensa novela.
Antoine Courtin, doce
años, vive junto a su madre en un pequeño pueblo francés rodeado de bosques. Su
padre vive en Alemania y cumple con sus obligaciones de padre divorciado en la
distancia: pagar pensión y enviar regalos en fechas señaladas. Una vida plácida
en un pequeño entorno donde cualquier insignificante suceso tiene una gran
repercusión. Cómo no va a tenerla que Rémi, seis años, desaparezca cerca de la Navidad de 1999.
Con esta escueta sinopsis conocemos al personaje sobre el que recae el peso
de la historia. El escenario es la asfixiante vida de provincias de un pueblo
donde nunca pasa nada, en el que todos se conocen y allí donde un
acontecimiento inesperado marcará la vida del mismo. Sin embargo, Pierre ha
contado con su maestría habitual el relato vital de un adolescente de 12 años,
que en un arrebato de mal genio y bajo una situación límite, provoca un hecho
fortuito y desgraciado que condicionará toda una vida y la de sus vecinos. Este
microcosmo social es utilizado por Lamaitre para contar en tres actos, un drama
en el que lo verdaderamente importante son sus consecuencias y las
repercusiones en el tiempo, verificando que “el pasado siempre regresa para
pedir cuentas”.
Estructura narrativa sencilla y brillante, milimetrada y bien planificada.
Tres momentos dividen la trama, presentadas en años, 1999, 2011 y 2015. Durante
ese espacio de tiempo, Antoine ha crecido y con él su sentimiento de culpa, su
vida atormentada y repleta de angustias, desasosiego y resignación, marcando
profundamente su personalidad. En esta ocasión, el escritor nos presenta por
adelantado al asesino, la investigación gira entorno a una desaparición que con
el tiempo se va desinflando, describe paso a paso el proceso del destino de
Rémi, el niño del que no se ha vuelto a saber nada y el crecimiento personal y
social del protagonista, y lo narra en
tres días. Como novedad este genio del suspense, profundiza en el interior de Antoine,
describe sutilmente sus movimientos y esfuerzos para vivir con el peso de esa
culpa, que sin duda llega a ser la verdadera estrella del relato.
No quiero alargar la reseña porque la novela son doscientas páginas y
podría descubrir la malla de mentiras, silencios, ignorancias y sorpresas que
nos depara su lectura. Pierre Lamaitre es un gran organizador de historias
capaz de presentarnos la felicidad y la desgracia en un único acto, provocador
hasta hacernos empáticos con un culpable que no deja de ser una “víctima”,
manipulador a través de vuelcos inesperados y generador de frases lapidarias
inolvidables.
Recomendada sin reservas, el desenlace es digno del maestro que una vez más
escribe una historia cerrada a la perfección, aunque con una pequeña fisura que
regala al lector a modo de cuestionamiento moral; ¿Qué hubiéramos hecho cada
uno de nosotros en el lugar de Antoine?. Os gustará… y mucho.
“La vida a veces depende de un solo instante, y ese
momento fortuito puede convertirse en la clave de nuestro destino”.
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