Tras una portada tan misteriosa y elegante, es
predecible que se encuentre una buena obra de intriga al más puro estilo
Benjamin Black, seudónimo del maestro irlandés de las letras, Premio Príncipe
de Asturias, Jhon Banville. No es la primera de sus lecturas, en esta ocasión
es la séptima entrega de las aventuras del patólogo Quirke que protagoniza una
de las saga de novela negra más adictivas de las que he leído en los últimos
años.
“Incapaz de guardar reposo pese a sus alucinaciones
y desvanecimientos, Quirke regresa al trabajo en la morgue de Dublín. Es a él a
quien llaman cuando aparece un cuerpo en el interior de un coche calcinado:
todo apunta al suicidio de un funcionario advenedizo, pero Quirke no puede
quitarse de la cabeza la sospecha de que algo no encaja. La única testigo se ha
esfumado, han borrado todo rastro de ella.
Al reunir
las piezas de su desaparición, el patólogo se ve atraído hacia las sombras del
universo de las élites dublinesas: sociedades secretas y política eclesiástica
de altos vuelos, políticos corruptos y hombres con mucho dinero que perder.
Mientras la psicoanalista austriaca Evelyn Blake entra en su vida y en su
corazón, la pista acaba por llevar a Quirke hacia su propia familia, y pasado y
presente entran en colisión. Los crímenes de antaño han de permanecer ocultos,
y Quirke ha agitado la telaraña”.
Diez años lleva nuestro forense siendo el
protagonista de estos casos de crímenes que tienen como escenario el Dublín de
los años 50. Nuevamente las parejas hacen aparición a la hora de enfrentarse con
los crímenes; detective Hackett y doctor Quirke. La arquitectura de los
personajes es lo más admirable en el autor de “El libro de las pruebas” y las
seis entregas anteriores de esta saga. La lectura de todas ellas se puede hacer
de forma independiente, pero en esta última entrega se aprecian innumerables alusiones
a las anteriores, de ahí que es bueno leerlas cronológicamente, pero no
imprescindible, quedan pués recomendadas todas.
Por la sinopsis podría parecer que hay un crimen
más que resolver y al que enfrentarse con las capacidades físicas y vicios
conocidos de Quirke, con la ayuda de su compañero Hackett; pero en realidad el
argumento es más complejo. Dos historias se entrelazan en esta maraña de
acontecimientos. Una averiguar la identidad del cuerpo calcinado y otra la
historia y relación con su hija Phoebe, quien se pone en contacto para
comunicarle la desaparición de una amiga, hecho aparentemente aislado pero que resulta
ser parte del misterio.
Una trama principal y subtramas llenas de emoción,
los temas y las preocupaciones son recursos repetidos y que nos son familiares
por las entregas anteriores, las críticas a la sociedad berlinesas y sus
relaciones con la Iglesia, son igualmente trabajadas por Benjamin Black en una
ambientación muy cuidada y directa. Los turbios negocios de los miembros del
clero en una Irlanda ultracatólica no escapan a su mordaz escritura, sin que
por ello la narración deje un solo cabo suelto. El dominio del lenguaje y las
expresiones tienen sello propio.
Coincido con un amigo que la ha leído que en esta
ocasión el peso de los sentimientos y las emociones, han desplazado al
potencial de la intriga y la búsqueda del asesino y la chica en paradero
desconocido; es la entrega más emotiva del autor, tanto que en el desarrollo
argumental se deja ver unas microhistorias familiares de los protagonistas.
Ante mi disfrute de la séptima entrega y mi
recomendación para los seguidores del género, os dejo la relación de los
títulos que conforman la saga de novela negra protagonizada por este curioso y
hasta sombrío personajes, todas vale la pena leerlas.
El secreto de Christine (2007),
El otro nombre de Laura (2008), En busca de April (2011), Muerte en verano
(2012), Venganza (2013), La rubia de
ojos negros (2014), y Órdenes Sagradas (2015).
“Perder nuestro nombre es como perder nuestra
sombra; ser sólo nuestro nombre es reducirnos a ser sombra”.
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