sábado, 15 de julio de 2017

"Ese mundo desaparecido",

Las lecturas relacionadas con asesinatos violentos a manos de mafiosos o redes de sicarios nunca han estado entre mis preferencias, para que pasen a la lista de libros recomendados deben venir acompañados de algún consejo personal de aquellos que conocen mis gustos literarios, o en su defecto de alguna buena reseña leída en un blog de confianza. En este caso, fue lo primero, pero se le olvidó el detalle de que “Ese mundo desaparecido” era la tercera entrega que cerraba una trilogía de Dennis Lehane, “Cualquier otro día” y “Vivir de la noche”, son los dos títulos anteriores del personaje Joe Coughlin, protagonista  de una serie dedicada al mundo del Hampa; lo bueno es que se pueden leer independientemente, de manera que problema solucionado.
“Nos encontramos en plena Segunda Guerra Mundial y el antaño todopoderoso  Joe Coughlin casi ha logrado cortar amarras con su turbulento pasado, aunque no del todo, pues ejerce de consejero del importante clan mafioso de los Bartolo. Pese a ello, lleva una vida más o menos tranquila hasta que dos hechos inquietantes vienen a perturbarla: la aparición del fantasma de un chico que le resulta vagamente familiar, y, mucho más grave, el soplo de que alguien ha puesto precio a su cabeza y planea matarlo durante el Miércoles de Ceniza. Así pues, entre su tarea de mediador entre clanes mafiosos al borde del conflicto y sus pesquisas para descubrir quién quiere acabar con él, Joe se verá retrotraído a los viejos tiempos, aquellos años de traiciones y venganzas, bañados en sangre, donde cada día podía ser el último. Y es que tal vez haya llegado al fin la hora de pagar por sus pecados”.
Como es casi de esperar tras una sinopsis como la que acabamos de leer, el guionista de Myster River, aborda en esta trilogía la trayectoria de un personaje como Joe iniciada a principios de siglo XX en el corazón de la mafia bostoniana, su devenir en el tiempo y los crímenes que acompañan su vida. “En un mundo desaparecido”, el ambiente ha cambiado nos encontramos en los años 40, y el retrato del mundo de los gangsters en estos momentos responde a una compleja realidad en evidente declive, donde muchos inadaptados son la antesala de un “un mundo que se desvanece”, acertado título pues, para este cierre de la saga de mafiosos de Boston que nos recuerda inevitablemente al Padrino.
Como todo cuadro representativo de una sociedad criminal que se precie, no deben faltar la pareja de detectives que luchan contra esta lacra social, Patrick y Angela, ambos con sus propias historias de vidas, sus pretensiones personales y profesionales y sus ambiciones por acabar con un mundo plagado de asesinatos, ajustes de cuentas, muertes escabrosas, mujeres de mala condición, venganzas enquistadas, luchas de poder y viejas traiciones que nunca se olvidan. Todos tópicos de este género que mezcla intriga, terror, tensión y complejidad psicológica, dentro de lo que es sin duda una historia trágica con mayúsculas.
La línea argumental gira alrededor de una abanico de personajes, de hecho es un libro que va relatando pequeñas historias acerca de cada uno de ellos, tanto que se convierten en microrrelatos de experiencias de vidas que permiten conocer su carácter, el porqué de sus actos y hasta sus futuros. El papel otorgado a los grandes secundarios enriquece mucho la novela, sin desplazar en absoluto la figura de Joe y la trama principal de estos capos que acusan el declive de un mundo que “desaparece”.
Engancha desde el principio, su estilo no lo varía en relación a las entregas anteriores, escritura sencilla, fácil de entender, lenguaje cuidado y vocabulario muy acertado para la ambientación, no suele ser detallista pero sí que se recrea en exceso en acciones violentas y crueles que llegan a ser desagradables, aunque no por ello injustificadas.
La he leído porque es una mezcla de novela melancólica dentro de un perfil de obra marcada por la violencia, pero es amena en su lectura, los diálogos suavizan momentos de extrema crudeza, los continuos flashbacks están perfectamente administrados y aportan muchos datos de las novelas anteriores; y porque es imposible no reconocer la prosa precisa de este guionista que sin querer se delata con ese estilo cinematográfico que le acompaña en su pluma.
Es cierto que no aporta nada diferente a lo ya conocido del mundo de estos matones que se movían desde Florida a Cuba y que tenían su cuartel general en Boston; pero igualmente ha sabido reflejar la inestabilidad y la atmósfera que se respiraba en la década de los años 40, abordando temas como las desigualdades económicas, el impacto de la Segunda Guerra Mundial, el racismo y el peso de unos convencionalismos aquejados por una fecha de caducidad inminente.
Recomendada por ser una historia bien contada, con muchas otras narraciones humanas dignas de leer, por tener a nuestra disposición algo menos de cuatrocientas páginas que se leen solas y sin duda porque este señor escribe muy bien. Queda pendiente leer las anteriores. Por cierto el final es de “traca”.

“No dependas de nadie en este mundo porque hasta tu sombra te abandona cuando estás en la oscuridad”.

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