Las
lecturas relacionadas con asesinatos violentos a manos de mafiosos o redes de
sicarios nunca han estado entre mis preferencias, para que pasen a la lista de
libros recomendados deben venir acompañados de algún consejo personal de
aquellos que conocen mis gustos literarios, o en su defecto de alguna buena
reseña leída en un blog de confianza. En este caso, fue lo primero, pero se le
olvidó el detalle de que “Ese mundo desaparecido” era la
tercera entrega que cerraba una trilogía de Dennis Lehane, “Cualquier otro día” y “Vivir
de la noche”, son los dos títulos anteriores del personaje Joe
Coughlin, protagonista de una serie
dedicada al mundo del Hampa; lo bueno es que se pueden leer independientemente,
de manera que problema solucionado.
“Nos encontramos en plena Segunda Guerra Mundial y el antaño todopoderoso Joe
Coughlin casi ha logrado cortar amarras con su turbulento pasado, aunque no del
todo, pues ejerce de consejero del importante clan mafioso de los Bartolo. Pese
a ello, lleva una vida más o menos tranquila hasta que dos hechos inquietantes
vienen a perturbarla: la aparición del fantasma de un chico que le resulta vagamente
familiar, y, mucho más grave, el soplo de que alguien ha puesto precio a su
cabeza y planea matarlo durante el Miércoles de Ceniza. Así pues, entre su
tarea de mediador entre clanes mafiosos al borde del conflicto y sus pesquisas
para descubrir quién quiere acabar con él, Joe se verá retrotraído a los viejos
tiempos, aquellos años de traiciones y venganzas, bañados en sangre, donde cada
día podía ser el último. Y es que tal vez haya llegado al fin la hora de pagar
por sus pecados”.
Como es casi de esperar
tras una sinopsis como la que acabamos de leer, el guionista de Myster River,
aborda en esta trilogía la trayectoria de un personaje como Joe iniciada a
principios de siglo XX en el corazón de la mafia bostoniana, su devenir en el
tiempo y los crímenes que acompañan su vida. “En un mundo desaparecido”,
el ambiente ha cambiado nos encontramos en los años 40, y el retrato del mundo
de los gangsters en estos momentos responde a una compleja realidad en evidente
declive, donde muchos inadaptados son la antesala de un “un mundo que se
desvanece”, acertado título pues, para este cierre de la saga de mafiosos de
Boston que nos recuerda inevitablemente al Padrino.
Como todo cuadro
representativo de una sociedad criminal que se precie, no deben faltar la
pareja de detectives que luchan contra esta lacra social, Patrick y Angela,
ambos con sus propias historias de vidas, sus pretensiones personales y
profesionales y sus ambiciones por acabar con un mundo plagado de asesinatos, ajustes
de cuentas, muertes escabrosas, mujeres de mala condición, venganzas
enquistadas, luchas de poder y viejas traiciones que nunca se olvidan. Todos
tópicos de este género que mezcla intriga, terror, tensión y complejidad psicológica,
dentro de lo que es sin duda una historia trágica con mayúsculas.
La línea argumental
gira alrededor de una abanico de personajes, de hecho es un libro que va
relatando pequeñas historias acerca de cada uno de ellos, tanto que se convierten
en microrrelatos de experiencias de vidas que permiten conocer su carácter, el
porqué de sus actos y hasta sus futuros. El papel otorgado a los grandes
secundarios enriquece mucho la novela, sin desplazar en absoluto la figura de
Joe y la trama principal de estos capos que acusan el declive de un mundo que “desaparece”.
Engancha desde el
principio, su estilo no lo varía en relación a las entregas anteriores,
escritura sencilla, fácil de entender, lenguaje cuidado y vocabulario muy
acertado para la ambientación, no suele ser detallista pero sí que se recrea en
exceso en acciones violentas y crueles que llegan a ser desagradables, aunque
no por ello injustificadas.
La he leído porque es
una mezcla de novela melancólica dentro de un perfil de obra marcada por la
violencia, pero es amena en su lectura, los diálogos suavizan momentos de
extrema crudeza, los continuos flashbacks están perfectamente administrados y
aportan muchos datos de las novelas anteriores; y porque es imposible no
reconocer la prosa precisa de este guionista que sin querer se delata con ese
estilo cinematográfico que le acompaña en su pluma.
Es cierto que no aporta
nada diferente a lo ya conocido del mundo de estos matones que se movían desde
Florida a Cuba y que tenían su cuartel general en Boston; pero igualmente ha
sabido reflejar la inestabilidad y la atmósfera que se respiraba en la década
de los años 40, abordando temas como las desigualdades económicas, el impacto
de la Segunda Guerra Mundial, el racismo y el peso de unos convencionalismos
aquejados por una fecha de caducidad inminente.
Recomendada por ser una
historia bien contada, con muchas otras narraciones humanas dignas de leer, por
tener a nuestra disposición algo menos de cuatrocientas páginas que se leen
solas y sin duda porque este señor escribe muy bien. Queda pendiente leer las
anteriores. Por cierto el final es de “traca”.
“No dependas de
nadie en este mundo porque hasta tu sombra te abandona cuando estás en la
oscuridad”.
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