“Historia de un crimen perfecto”, es
una de esas opciones que llegan al terminar una novela potente que te han
quedado impactada y que sin duda quisieras encontrar en la siguiente elección. Igualmente,
es el momento de descansar y rematar una tarde con un relato corto a modo de paréntesis
para el libro que ya pide paso con urgencias.
"Me llamo Eric Rot y escribo estas últimas líneas de mi
vida para confesarme: Soy un asesino. Yo lo hice. La maté. Linda Fitzwilliams
está muerta. Ni huida con su amante, ni jugando a esconderse para irritar a su
familia, como apuntaron en su momento las revistas del mundo rosa... "
No
había leído nada de este autor, y me ha gustado bastante; en pocas páginas,
unas ciento sesenta, ha logrado un relato lleno de intriga y suspense, intenso
y sencillo, en el cual y para variar no hay que buscar al asesino que se
presenta al principio de la narración. Planteado a modo de confesión, narra en
un acto de sinceridad consigo mismo, como si de un lavado de conciencia se
tratara, no solo su vida sino el cómo y las razones por las que mata a su
amante Linda. Así con este argumento tan escueto, Mikel Santiago aborda el tema
psicológico del asesino a través de los efectos de la culpa que pueden llegar a
derivar en auténtica locura.
Visto
desde este prisma, el remordimiento es el detonante de la trama, la necesidad
de eliminar los motivos que le impiden seguir con una vida normal. Poco más se
puede contar en la reseña debido a la brevedad de este ligero thriller muy
susceptible de ser llevado al cine. Buen ritmo, lenguaje adecuado a la
historia, intensidad de relaciones entre el binomio asesino y amante, escenarios
muy bien descritos, ambientación cuidada en la ciudad del amor, París, dividida
en capítulos y cargada de diálogos que favorece el ritmo trepidante de la
lectura. A pesar de saber la autoría de los hechos, no está exenta de sorpresas,
aunque lo predecible sea muy evidente en estas escasas páginas.
Recomendada
por que garantiza un par de horas de entretenimiento y porque no deja de ser
curiosa la actitud de este asesino que nos ofrece la historia de un asesinato
con autoría propia. Ni que decir que brillan por su ausencia los polis
borrachos y los investigadores depresivos; aquí es él y solamente él.
“La señal de que no amamos a alguien es
que no le damos todo lo mejor que hay en nosotros”.
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