Pequeña novela que llegó a mí a través de los
comentarios de un grupo de lectura con el que mantengo contacto. No me era
desconocido el autor, de hecho ya había coqueteado con algunos de sus relatos y
el título del “Año sin verano”, me llamó mucho la atención, solo de pensar en
365 días sin la etapa más generosa de nuestro día a día, esos meses que
esperamos ansiosos, me invitó a buscar este libro y saber si de verdad se puede
vivir “verano”. Tuve que pedirlo a la editorial puesto que no fue nada fácil
adquirirlo. El esfuerzo ha valido la pena, ha sido justo lo que esperaba, de
manera que las expectativas están cumplidas.
“Un
periodista que sufre bloqueo creativo cuando está a punto de comenzar a
escribir su primera novela se encuentra un día en su edificio un manojo de
llaves. Pronto descubre que las llaves abren todas y cada una de las puertas de
su inmueble.
Es agosto no está ninguno de sus vecinos, Madrid está vacío y tiene tiempo y ganas de curiosear. Lo que en principio empieza como un pasatiempo -visitas nocturnas a todos los pisos de su edificio- acaba por convertirse en su ocupación principal, cuando descubre las vidas ajenas de aquellos que tiene a su alrededor, conocidos y al mismo tiempo tan desconocidos, y, sobre todo, una historia de amor y una misteriosa muerte a la que se ve abocado, inevitablemente, a investigar”.
Es agosto no está ninguno de sus vecinos, Madrid está vacío y tiene tiempo y ganas de curiosear. Lo que en principio empieza como un pasatiempo -visitas nocturnas a todos los pisos de su edificio- acaba por convertirse en su ocupación principal, cuando descubre las vidas ajenas de aquellos que tiene a su alrededor, conocidos y al mismo tiempo tan desconocidos, y, sobre todo, una historia de amor y una misteriosa muerte a la que se ve abocado, inevitablemente, a investigar”.
Cuando digo que se ajusta a mis expectativas, quiere decir
que no me ha decepcionado, aunque tampoco es la lectura “Del Año” nunca mejor
dicho. Curioso
libro en el que se intercala lo real y lo ficticio. El protagonista tiene
muchas cosas en común con el escritor y llegas a dudar si lo que cuenta le ha
ocurrido de verdad al escritor o no. Se lee rapidísimo. Tiene momentos tiernos
y algo de misterio. Un libro dentro de un libro. El autor te
involucra en la trama hasta tal punto que más que leer parece que estés frente
a él mientras lo escuchas narrar la historia.
El tema gira alrededor de las intenciones de un escritor que trata de escribir
inspirándose en sus vecinos usándolo como excusa para narrar sus vidas, y cómo se van entrecruzando. Un
tierno relato de amor relacionado con un cuadro, aunque en el fondo no deja de
ser una historia llena de pequeñas historias. Historias ocultas en una
antigua comunidad de vecinos: vidas truncadas, sentimientos incomprendidos,
amores no correspondidos, recuerdos… y mucho olvido. ¡Ah! Y un cadáver, se me
olvidaba.
Carlos narra de manera intimista y meticulosa, describiendo a cada uno de los
personajes porque esta obra, a pesar de las ausencias de los personajes de los
que narra sus vidas, es sobre todo, muy coral. El año sin verano es una sencilla,
deliciosa y minuciosa obra de vidas cruzadas e historias entrelazadas que nos
deja con sabor a más.
Muy interesante
la ambientación en Madrid, en el mes de agosto, ese escenario desierto de
ciudad dormida, en el que un periodista recién incorporado a su trabajo
encuentra de manera accidental ese manojo de llaves de las viviendas de su
edificio, y cuya curiosidad es tan grande que hace que no pueda resistirse a
invadir esa intimidad que todos escondemos tras la puerta de nuestras casas. El
periodista utilizará lo que encuentra en estas casas, sobre todo en una de
ellas, como base para escribir su próxima novela.
La novela
comienza narrada en primera persona por el periodista, personaje del que no
conocemos el nombre y que asume el papel protagonista; ahora bien, a medida que
avanza el libro este protagonismo se hipoteca en favor del abanico de “actores”
que descubrimos poco a poco, es el momento en el que la tercera persona
sustituye a la primera en la narración, un narrador omnisciente es el encargado
de dar buena cuenta de las variopintas vidas de estos particulares inquilinos.
Bien
escrito, apta para todos los públicos, entretenido, con prosa sencilla sin artificios,
con un lenguaje coloquial aunque elegante y pulido, bastante adictiva pero sin
ansiedad a la hora de terminarla porque luego se genera una necesidad de “querer
más”.
Puedo
animaros a su lectura durante este “verano”, la he disfrutado con agrado y el
final ha valido la pena. Os gustará.
“Todo
verano tiene sus propias historias”.