Cuando
decidí leer “El monarca de las sombras”,
lo hice pensando en el Javier Cercas de “Soldados de Salamina”, novela de la
que guardo un recuerdo muy especial por razones íntimas y personales. Mi
impresión sobre esta obra de narrativa de ficción de Javier es muy contradictoria,
por un lado es muy propio de este extremeño abordar un tema relacionado con la
Guerra Civil Española, algo que como historiadora me agrada, pero también me
resulta repetitivo y poco novedoso; y por otro el recurso de contar una
historia desvelando un secreto incómodo y acallado de su propia familia, sí que
me provocó curiosidad y morbo, por eso empecé con muchas ganas y se fue
desinflando mi interés muy a mi pesar a medida que avanzaba su lectura, porque
he tenido la sensación de estar leyendo más una crónica que no una novela.
“El monarca de las sombras narra la búsqueda del rastro perdido de un muchacho
casi anónimo que peleó por una causa injusta y murió en el lado equivocado de
la historia. Se llamaba Manuel Mena y en 1936, al estallar la guerra civil, se
incorporó al ejército de Franco; dos años después murió combatiendo en la
batalla del Ebro, y durante décadas se convirtió en el héroe oficial de su
familia. Era tío abuelo de Javier Cercas, quien siempre se negó a indagar en su
historia, hasta que se sintió obligado a hacerlo”.
El protagonista indiscutible es Manuel Mena, nombre que
se repite incontables veces a lo largo de las casi trescientas páginas de la
obra, personaje alrededor del que gira el objetivo del escritor. Era tío abuelo
de Javier Cercas, y a modo de relato íntimo y personal, cuenta la vida de este
joven falangista acallada por buena parte de la familia y lo hace mirando al
pasado y exprimiendo los recuerdos que permanecen en la memoria de quienes aún
viven, esperando reconciliarse con todos los miembros de su familia.
He reconocido que esta era la trama principal, pero que
en ella hay dos hilos argumentales, uno la propia historia de Manuel y otra el
trabajo periodístico y de documentación que ha necesitado para dar vida al
relato. No creo que esto sea suficiente para considerarla novela histórica,
como he mencionado anteriormente es más crónica que novela.
Tengo la sensación de que Javier ha desaprovechado una
buena historia, el ritmo que al principio engancha después se hace lento y te
ves leyendo párrafos muy largos que no aportan ni dicen nada de interés;
incluso los capítulos son tan extensos que llegan a ser propios de ensayos. No
es perezoso a la hora de dar explicaciones de todo, datos históricos
acompañados de largas reflexiones y sin saber por qué, la expectación inicial
se ha esfumado entre otras razones debido a que Javier lo cuenta todo en el
primer capítulo y el lector solo tiene que leer y leer.
La vinculación personal y emocional con el protagonista
puede ser la causa de ésta percepción que destila la novela, los sentimientos
del autor empañan la objetividad con el hecho real que narra, me llama la
atención su ideología de izquierdas y como ha querido “quedar bien” con los de
posturas ideológicas opuestas, una forma generosa de no lesionar la memoria de
su tío abuelo.
Ha sido algo decepcionante y hasta cansina, la empecé con
ganas y salvo las descripciones de personajes como su madre que es de una
ternura extrema, o la riqueza de su prosa que no deja lugar a dudas, no la
recomendaría si no es a los que disfrutan sin condiciones del tema “Guerra
Civil Española”. Sigo quedándome con mi “Soldado de Salamina”, aunque como
siempre os digo la última palabra es vuestra.
“Yo no hablo de venganzas ni perdones,
el olvido es la única venganza y el único perdón”.