Nunca hubiera reparado en este libro de autor
impronunciable y por supuesto difícil de recordar, de no haber sido por mi
amiga y gran lectora Pepa. Por lo general me lleva cierta ventaja en lecturas
de este tipo y sus consejos son siempre imposibles de ignorar, de manera que me
hizo llegar el ejemplar y quedó en reserva para las largas tardes de agosto.
Al parecer gozaba de una buena campaña publicitaria
al haber sido premiado como el “Mejor Libro del Año” por la Academia Sueca de
Novela Negra en 2017, convirtiéndose en un fenómeno de ventas en toda Europa.
“Un año
después de la muerte del rey Gustavo III, los vientos de la Revolución francesa
llegan incluso a Suecia, donde la tensión es palpable en todo el país,
convertido en un nido de conspiraciones, suspicacias y recelos. En esta
atmósfera irrespirable, Mickel Cardell, un veterano de la guerra contra Rusia,
descubre un cuerpo atrozmente mutilado en un lago de Estocolmo. Un abogado
tuberculoso, el sagaz e incorruptible Cecil Winge, se hace cargo de las
pesquisas, pero el tiempo apremia: su salud es precaria, la monarquía hace
aguas y las revueltas están a la orden del día. Winge y Cardell se verán
inmersos en un mundo de truhanes y ladrones, ricos y pobres, piadosos y
pecadores, mercenarios y meretrices. Juntos se enfrentarán al mal y a la
corrupción que anidan en la sociedad sueca para esclarecer la misteriosa verdad
escondida tras ese terrible crimen”.
Dos novelas vinieron a mi memoria cuando llevaba
escasamente cien páginas de este thriller histórico;”El perfume”, de Patrick Süskind, y “El nombre de
la rosa”, de Umberto Eco. La primera contaba la historia de Jean-Baptiste
Grenouille, un asesino cuya arma era el olfato, característica que
asume un gran papel en el relato a través de las descripciones de los malos
olores del París revolucionario del siglo XVIII. La segunda historia era una
novela de misterio en la que Guillermo de Baskerville y su
pupilo Adso de Melk, tenían que desentrañar una serie de muertes en
una abadía en la que los frailes estaban muy familiarizados con maldades de
todo tipo.
Niklas Natt Och Dag, sueco hasta la médula, parece haber hecho una
mezcla descarnada y perturbadora de los dos grandes bestsellers que ya cuentan
con más de treinta años de edad. En la década de los
ochenta estos triunfaron sin condiciones, llevados a la gran pantalla en buenas
versiones cinematográficas y puede que en esta ocasión se repita el fenómeno
visto el éxito obtenido en más de treinta y cinco países; francamente nos gusta
lo “duro”, lo “violento” y lo “macabro”, de otra manera me faltan argumentos
para justificar que en el fondo me ha gustado.
La historia transcurre en el año 1793, de ahí el título de la novela,
Estocolmo y sus calles marcadas por la pobreza y la miseria sirven de escenario
al devenir de una población que sobrevive entre las enfermedades y la
podredumbre, cualquier situación justifica el abanico de posibilidades para
ganarse la vida en un entorno donde no existe la ley, ni la higiene, ni el
orden. Y en este descarnado medio es donde aparece el cuerpo mutilado y
desmembrado de nuestra víctima, descrita con tal lujo de detalles que las
arcadas se hicieron incontenibles.
Huelga decir que sufrí una mezcla de asco y rechazo por el libro y una
curiosidad malsana que hicieron innegociable su abandono, gracias a estos
impulsos contradictorios, hoy puede contaros mis impresiones, pero entenderé
que no podáis seguir hasta el final.
A partir de aquí comienza una curiosa investigación de la mano de dos
protagonistas al más puro estilo detectivesco, el abogado Cecil Winge y Mickel
Cardell, un veterano lisiado de la guerra contra Rusia, quienes
a través de la deducción e inteligencia en sus razonamientos nos llevan a la
resolución de este vil asesinato.
Sobra
decir que es un thriller histórico con un trabajo de documentación incuestionable no
solo en la descripción insalubre de la propia Estocolmo, sino en los ambientes
históricos que aportan datos acerca de los efectos de los aires revolucionarios
franceses, la resistencia a los cambios sociales y el papel del poder desmedido
y corrupto de la época, recreado al más mínimo detalle.
Durante su lectura he
identificado temas que han conseguido dar cuerpo al relato y justificar el
sadismo que salpica toda la novela; la maldad, la crueldad,
el horror, la absoluta falta de empatía, el buen corazón. Me he encontrado con personajes
que disfrutan con el dolor de los demás especialmente con los juegos sexuales,
lo que os he dicho, puro sadismo.
No
quiero contar mucho más, es buena, dura y sobrecogedora, pero por razones que
no vienen a cuenta, es imposible que no te enganche, de manera que una vez
empezada será difícil dejarla a medias. Roza el desagrado en buena parte de sus
páginas, pero no es menos cierto que la resolución del crimen va atenuando los
efectos iniciales, casi se le coge cariño al pobre lisiado y aplaudes la
determinación y el coraje por llegar hasta el final.
He
querido ver un alegato a los derechos humanos y en contra de la falta de libertades y sobre todo,
la denuncia dura y clara de las desigualdades sociales que convierten a comunidades
enteras en miserables por amparar como colectivo las múltiples atrocidades de
los seres humanos.
Al ser
una novela negra e histórica estaría contando mil cosas más de ella, pero
prefiero que la leáis, ya he avisado de sus rasgos despiadados, lo que no es
suficiente para dejar de recomendarla; además, forma parte de una trilogía cuya
segunda parte ya se ha escrito y la tercera está en la parrilla de salida, de
manera que la última palabra es vuestra…, espero que os guste.
“La búsqueda
de la felicidad es una de las causas más evidente de la infelicidad.”
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