Confieso
que la mayor parte de las veces las portadas determinan mi interés
por el contenido de un libro; si a eso le unimos un nombre tan
sugerente como el de Andreï, es decir un ruso, la decisión está
tomada.
Hace
unos días me devolvieron unos libros que tenía dejados a una
persona muy especial; como en los últimos meses mis lecturas han
sido siempre digitales casi no los había extrañado.Al colocarlos me detuve ante esta novela que para mi sorpresa no
recordaba haber leído, repasé la reseña y no estaba en mi disco
duro ni el más mínimo recuerdo de lo que la historia contaba; de
manera que ante la urgencia de buscar un nuevo ejemplar porque se
terminaba el que estaba llegando a la meta, lo coloqué en la
parrilla de salida y justifiqué así la necesidad de disfrutar de un
ejemplar en papel que francamente sigo echando mucho de menos.
Pues
todo esto creo que es lo más entendible de la novela. Ya he dicho al
principio que me dejo llevar por las portadas, no recuerdo cuando lo
compré y debió quedarse pendiente de lectura porque tampoco era
como “para tirar cohetes” y para mi pesar algo de verdad hay en
ello.
Nunca
había leído nada de este autor tan premiado por los franceses, de
nombre y origen ruso cuenta con nacionalidad francesa y un montón de
publicaciones que para mí eran del todo desconocidas. “Entre
el cielo y la tierra”, que es justamente donde nos
encontramos todos los mortales, es una historia que navega entre las
memorias de un adolescente y los recuerdos de un adulto bajo el
marco histórico de la Batalla de Stalingrado de 1942 y los años
sesenta del siglo XX, con una trama que gira alrededor de una fugaz
pero intensa historia de dos amantes y las vivencias de un huérfano
en un orfanato ruso que demuestra una desmedida curiosidad por la
lectura y la vida de un héroe mitad ficción mitad realidad.
No
está copiado del resumen de la contraportada es tal como lo cuento.
Ante semejante falta de claridad me pasé unas horas dándole vueltas
a cada párrafo que leía y no encontraba la sencillez a la que hacia
referencia la novela; debía ser cosa de franceses y rusos y mi falta
de costumbre a la hora de enfrentarme con este estilo de narración.
Como soy inasequible al desaliento y mi curiosidad es titánica, me
empeñé en terminarlo y dar algo de sentido a tan original lectura.
Brevemente
os cuento, al final he leído dos historias separadas; una de ellas
es la narración en primera persona de un adolescente hijo de
combatiente ruso en un orfanato soviético y de todas y cada una de
sus experiencias durante el tiempo que duró su encierro en un
colegio donde la desgracia, la escasez, la militarización y la
deshumanización eran ligeramente paliadas por su pasión por la
lectura y el contacto con un personaje femenino conocido por
diferentes nombres, pero que le aportó la ternura y el afecto del
que carecía en su cruel destino. Y una segunda narración que es la
historia de amor entre piloto y enfermera, como se conocen, como
viven su efímera pasión, que misión lleva a cabo el piloto y su
final lógico y previsible; esta segunda parte es más fácil de
seguir.
Cronológicamente
es difícil de ubicar, pero al término de las doscientas páginas se acaba situando a cada protagonista en su espacio físico y temporal.
Lo más curioso es que la trama se desenvuelve en los años de la
Segunda Guerra Mundial y Posguerra, pero los detalles acerca de ella
pasan de puntillas, es sólo el hilo conductor del argumento. Para mi
que el escritor que dice recuperar la historia del piloto delata
ciertos rasgos autobiográficos. No he visto un perfil de personajes
depurados, me ha costado discernir entre ficción y realidad, entre
recuerdos y experiencias... tal vez sea la primera y la última que
lea de Andreï y para otra vez intentaré dejarme llevar por otros
impulsos, que estos me han sumido en una madeja con demasiados nudos
para lo sencilla que prometía ser la novela.
Ni
que decir tiene que si la he comentado es porque la he terminado.
Pero lo de recomendarla mejor lo dejo.
“Las
palabras son sin duda la droga más potente utilizada por la
humanidad”.
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