sábado, 26 de abril de 2014

Las tres bodas de Manolita, Almudena Grandes

La reseña de “Las tres bodas de Manolita” no es algo que se pueda hacer fácilmente; casi ochocientas páginas no se comentan “como si nada”, intentaré ser objetiva y no mostrarme apasionada ante una de las novelas más bonitas de las que he leído últimamente y de una de las autoras con la que más suelo disfrutar. Lo primero que me llamó la atención es el título, tres bodas para una sola “Manolita”, madre mía, si con una es y ya te quedas satisfecha para toda la vida, con tres debía ser de record... y luego, estaba expectante ante la tercera entrega de los “Episodios de una guerra interminable” de Almudena Grandes, puesto que los anteriores ya están leídos y gozan de mi aprobación al igual que este último y en espera de los que faltan.
Voy a empezar por el principio del libro y con ello aviso a los lectores que decepciona y desgana hasta el extremo de plantearse seguir con la obra; para mi gusto es desacertado porque roza tal bombardeo de datos históricos y nombres de una aridez a lo “Guerra Civil” pura, que temes que el resto sea más de lo mismo y te resistes a bucear en planfletos políticos en los que el lector se desorienta sin remedio. Mi sorpresa comienza tras esas primeras tediosas páginas... menos mal, porque ya había arrinconado durante semanas la lectura de Almudena temiéndome algo así.
Una vez superado ese escollo el resto ha sido un disfrutar desde la aparición del primer personaje hasta la última frase de la novela. Su argumento está resumido en la contraportada del libro, pero yo no lo cuento porque no suelo hacerlo; prefiero animar a los lectores a que lean la historia de Manolita y la de todos y cada uno de los personajes que la acompañan en su odisea personal; personajes descritos con el arte de un escultor, ya que talla personalidades al milímetro, tanto que asumes que son reales, sino todos, la mayoría. De cada uno, Almudena teje magistralmente una historia humana, que puede ser leída aisladamente, pero que tarde o temprano acabaran cruzándose con las restantes, confeccionando una asombrosa tela de araña. Historias que ayudan a contextualizar el ambiente del Madrid de Posguerra, retratando la miseria, el hambre y la obligada supervivencia de aquellos que lo perdieron todo y que tuvieron que defenderse de las adversidades más crueles e inimaginables. Sin duda es el reflejo de una sociedad de vencedores y vencidos, de costumbres y hábitos que iban perfilando un futuro a largo plazo, un despliegue de modas, de conductas, moralidad y valores “humanos” con los que se convivió casi cuatro décadas en España.
Para ello utiliza la autora la vida de Manolita y una galería de acompañantes que no pueden considerarse “actores secundarios” por el impacto de sus vivencias y la aportación a la trama; no se puede prescindir de ninguno de ellos pues la obra quedaría “coja” y falta de sentido. Esos mismos personajes aparecen en escenarios que dan riqueza al argumento; tablaos flamencos, tabernas, pastelerías,la cárcel de Porlier, Cuelgamuros, el Valle de los Caídos, los internados, las comisarias y cualquiera de los edificios de Madrid durante los años cuarenta.
La mujer está considerada la columna vertebral de la narración, crece a medida que avanzas en sus relatos de vida y por supuesto Manolita evoluciona con la realidad con la que debieron hacerlo las mujeres de esa época.
Me atrevería hablar de una historia de amores, pasiones, lealtades, compromisos, traiciones, amigos, enemigos y desdichas, mucho sufrimiento y demasiadas penalidades. El recorrido cronológico de la novela abarca hasta la Transición Democrática, lo que resulta reconfortante porque te encuentras con los protagonistas en unas circunstancias de libertades hechas realidad.
Ingeniosa la introducción de pasajes donde Almudena recupera a los protagonistas de sus dos anteriores novelas, resultando gratificante esta decisión; a ello hay que sumar los habituales recursos de la escritora; multitud de personajes, saltos en el tiempo, continuas referencias al pasado y al futuro, ritmo vertiginoso, lenguaje sencillo, uso de las emociones, descripciones minuciosas...
Tengo que reconocer que no es la típica novela agresiva de vencedores con escenas desagradables que yo temía, aunque por supuesto hay una intencionalidad de denuncia a hechos que ocurrieron como parte de la calamidad histórica derivada de la Guerra Civil Española; pero ha logrado una obra de ingeniería literaria y narrativa a lo largo de cientos de páginas que acaban haciéndose pocas, por lo mucho que se disfruta. Igualmente me parece leer entre líneas un homenaje a la mujer, a su fuerza y a su integridad humana.
Ni que decir que en aquella época y en el entorno de Manolita te podías casar tres veces y más; eso sucedía en un lugar determinado, por unas razones concretas y con requisitos muy estrictos... pero no voy a resolver el misterio, prefiero animar a que se lea la novela para desvelar como a las mujeres de esa tiránica vida le quedaban ganas de casarse más de una vez.
Reconozco que en la reseña falta objetividad pero es que en el fondo me he dejado llevar por “las emociones” y por el acierto de haber sido invitada voluntariamente a las “Tres bodas de Manolita”.

La verdad es lo que es y sigue siendo la verdad aunque se piense al revés”.

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