La
reseña de “Las tres bodas de Manolita” no es algo
que se pueda hacer fácilmente; casi ochocientas páginas no se
comentan “como si nada”, intentaré ser objetiva y
no mostrarme apasionada ante una de las novelas más bonitas de las
que he leído últimamente y de una de las autoras con la que más
suelo disfrutar. Lo primero que me llamó la atención es el título,
tres bodas para una sola “Manolita”, madre mía, si
con una es y ya te quedas satisfecha para toda la vida, con tres
debía ser de record... y luego, estaba expectante ante la tercera
entrega de los “Episodios de una guerra interminable” de
Almudena Grandes, puesto que los anteriores ya están leídos y gozan
de mi aprobación al igual que este último y en espera de los que
faltan.
Voy
a empezar por el principio del libro y con ello aviso a los lectores
que decepciona y desgana hasta el extremo de plantearse seguir con la
obra; para mi gusto es desacertado porque roza tal bombardeo de datos
históricos y nombres de una aridez a lo “Guerra Civil”
pura, que temes que el resto sea más de lo mismo y te resistes a
bucear en planfletos políticos en los que el lector se desorienta
sin remedio. Mi sorpresa comienza tras esas primeras tediosas
páginas... menos mal, porque ya había arrinconado durante semanas
la lectura de Almudena temiéndome algo así.
Una
vez superado ese escollo el resto ha sido un disfrutar desde la
aparición del primer personaje hasta la última frase de la novela.
Su argumento está resumido en la contraportada del libro, pero yo no
lo cuento porque no suelo hacerlo; prefiero animar a los lectores a
que lean la historia de Manolita y la de todos y cada uno de los
personajes que la acompañan en su odisea personal; personajes
descritos con el arte de un escultor, ya que talla personalidades al
milímetro, tanto que asumes que son reales, sino todos, la mayoría.
De cada uno, Almudena teje magistralmente una historia humana, que
puede ser leída aisladamente, pero que tarde o temprano acabaran
cruzándose con las restantes, confeccionando una asombrosa tela de
araña. Historias que ayudan a contextualizar el ambiente del Madrid
de Posguerra, retratando la miseria, el hambre y la obligada
supervivencia de aquellos que lo perdieron todo y que tuvieron que
defenderse de las adversidades más crueles e inimaginables. Sin duda
es el reflejo de una sociedad de vencedores y vencidos, de costumbres
y hábitos que iban perfilando un futuro a largo plazo, un despliegue
de modas, de conductas, moralidad y valores “humanos”
con los que se convivió casi cuatro décadas en España.
Para
ello utiliza la autora la vida de Manolita y una galería de
acompañantes que no pueden considerarse “actores
secundarios” por el impacto de sus vivencias y la
aportación a la trama; no se puede prescindir de ninguno de ellos
pues la obra quedaría “coja” y falta de sentido.
Esos mismos personajes aparecen en escenarios que dan riqueza al
argumento; tablaos flamencos, tabernas, pastelerías,la cárcel de
Porlier, Cuelgamuros, el Valle de los Caídos, los internados, las
comisarias y cualquiera de los edificios de Madrid durante los años
cuarenta.
La
mujer está considerada la columna vertebral de la narración, crece
a medida que avanzas en sus relatos de vida y por supuesto Manolita
evoluciona con la realidad con la que debieron hacerlo las mujeres de
esa época.
Me
atrevería hablar de una historia de amores, pasiones, lealtades,
compromisos, traiciones, amigos, enemigos y desdichas, mucho
sufrimiento y demasiadas penalidades. El recorrido cronológico de la
novela abarca hasta la Transición Democrática, lo que resulta
reconfortante porque te encuentras con los protagonistas en unas
circunstancias de libertades hechas realidad.
Ingeniosa
la introducción de pasajes donde Almudena recupera a los
protagonistas de sus dos anteriores novelas, resultando gratificante
esta decisión; a ello hay que sumar los habituales recursos de la
escritora; multitud de personajes, saltos en el tiempo, continuas
referencias al pasado y al futuro, ritmo vertiginoso, lenguaje
sencillo, uso de las emociones, descripciones minuciosas...
Tengo
que reconocer que no es la típica novela agresiva de vencedores con
escenas desagradables que yo temía, aunque por supuesto hay una
intencionalidad de denuncia a hechos que ocurrieron como parte de la
calamidad histórica derivada de la Guerra Civil Española; pero ha
logrado una obra de ingeniería literaria y narrativa a lo largo de
cientos de páginas que acaban haciéndose pocas, por lo mucho que se
disfruta. Igualmente me parece leer entre líneas un homenaje a la
mujer, a su fuerza y a su integridad humana.
Ni
que decir que en aquella época y en el entorno de Manolita te podías
casar tres veces y más; eso sucedía en un lugar determinado, por
unas razones concretas y con requisitos muy estrictos... pero no voy
a resolver el misterio, prefiero animar a que se lea la novela para
desvelar como a las mujeres de esa tiránica vida le quedaban ganas
de casarse más de una vez.
Reconozco
que en la reseña falta objetividad pero es que en el fondo me he
dejado llevar por “las emociones” y por el acierto
de haber sido invitada voluntariamente a las “Tres bodas de
Manolita”.
“La
verdad es lo que es y sigue siendo la verdad aunque se piense al
revés”.
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