De
vez en cuando me gusta cambiar de registro y para ello nada como una
novela de género policíaco y si es español, mejor. Ambientada en la
Barcelona anterior a las olimpiadas, el autor nos presenta una trama
con todos los ingredientes de las novelas negras donde tras la
violación y asesinato de una joven en el barrio del Raval, el
inspector tradicional Méndez, debe resolver el misterio aunque no
sea el encargado de tal misión. Su sentido del deber y ciertas
relaciones personales con el caso, le llevan a desentrañar una
investigación mucho más allá del delito en cuestión.
Estructura
del argumento muy sencilla, con la linealidad propia de estos relatos
donde aparece el inicio, nudo y desenlace; todo ello con una tensión
narrativa muy bien administrada y expuesta en diferentes voces que
nos llevan continuamente del pasado al presente. Destaca el realismo
social expresado en el lenguaje vulgar, irónico, mordaz y critico de
las situaciones que viven los personajes, así como sus historias
personales que nos ponen ante vidas descarnadas y ruinosas.
Aunque
el punto de partida es el esclarecimiento del asesinato de Palmira,
el nudo gira alrededor de otras historias secundarias que
desencadenan el argumento de la novela casi en su totalidad, tanto
que el desenlace es imprevisible por la aparición de esta mujer,
gracias a la cual el final es brillante y muy bien acogido.
Todas
las mujeres de la novela tienen en común desgracias personales,
infancias rotas, pobreza extrema, futuro incierto, indefensión
social y soluciones desesperadas. Tales penalidades quedan inmersas en
un retrato social con todos los ingredientes típicos del género;
injusticias, corrupción, inmobiliarias, venganzas, sicarios, abusos
de poder, prostitución, maltratos, chantajes... Cada personaje está
perfectamente perfilado y descrito con precisión, destacando la
figura de Méndez que nos recuerda a otros inspectores de escritores
y sagas conocidas. Es imposible no desarrollar empatía con este
“individuo” que en nombre de la ley se salta todas las normas
bajo la bandera de una “justicia urbana” particularmente aplicada
y con la que sin quererlo “damos por buena” ante la “injusticia
institucionalizada” de la que a diario cierto sector de la sociedad
es siempre víctima.
El
crimen no representa la prioridad del escritor, es un medio para
desarrollar en el relato otros delitos que se cometen frecuentemente
y con los que estamos familiarizados hasta el extremo de no generar
el sentimiento de repulsión que estos llevan implícitos.
Presentada
en capítulos con abundantes diálogos y entradas alternativas de
personajes con sus historias particulares que van avanzando poco a
poco al mismo ritmo hasta llegar a un cierre único. Sin quererlo las
“cinco mujeres” nos dan un gustazo digno de un final de novela;
ojalá todo fuera así en la cruda realidad. La recomiendo para un
par de tardes sin más pretensiones que entretenerse entre líneas
llenas de criminales, delitos, comisarias, buenos y malos... vamos
toda una crónica social en negro.
“Si
cada uno escribe su propio destino, habrá que tener cuidado con las
faltas de ortografía”.
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