Aunque
no he tenido oportunidad de comentarlas,no es la primera novela que
leo de Ildefonso Falcones; las dos anteriores, “La catedral del
mar” y “La mano de Fátima” las leí en cuanto se publicaron y
de ambas sólo tengo cosas buenas que decir. En cuanto a “La reina
descalza” mis impresiones son contradictorias, por una parte he de
reconocer que se trata de una obra bien narrada con un estilo fluido
y sencillo, asequible a todos los lectores y “fuera aparte” otras
pegas que le veo; es entretenida y al fin y al cabo cuenta una
“historia bien contada”.
Ambientada
en el Siglo XVIII español, época con la que no disfruto mucho, en
las ciudades de Sevilla y Madrid, nos sumerge en la vida de Milagros
y Caridad dos mujeres que vivirán sus vidas apegadas a un mundo
especial y concreto como es “el pueblo gitano”.Junto a ellas, una
galería de personajes secundarios que recrean un relato lleno de
amores y desamores, aventuras y desventuras, humillaciones,
desdichas, violencia, sumisión, imposiciones, pasión, odios, hambre
y miserias. Pero por encima de todo el valor de la amistad entre
ambas mantiene el hilo conductor del argumento desde sus inicios
hasta el final.
El
autor demuestra su arte en la documentación lo que es de agradecer
para poder tener una idea de las consecuencias históricas que se
derivaron de las ordenanzas y decretos reales que afectaron a las
minorías étnicas y religiosas en estos años tan convulsos de la
Historia de España.
Ahora
bien, la primera critica que tengo hacia la novela es inevitablemente
las setecientas cincuenta y dos páginas de esta; creo sinceramente
que le sobran al menos doscientas y esto es así porque las
descripciones se alargan y repiten extraordinariamente y llega el
punto en el que vas saltando páginas en las que poco se dice y menos
te pierdes... Además la profusión de diálogos se hace cansino,
tienes la sensación de estar leyendo el libreto de una telenovela y
antes de leer ya sabes las contestaciones. El ritmo es cambiante y
muy lento en puntos de la narración donde se pide a gritos acción;
ello deriva en cierto aburrimiento y en un alarmante peligro de
abandono de la historia.
Es
cierto que Ildefonso no escatima en diseccionar el mundo gitano en lo
referente a principios de vida, leyes internas y costumbres (la
honra, el orgullo de raza, el deber del “gitano”, el patriarcado,
las venganzas y recillas generacionales, los clanes, la defensa de la
familia) que aún hoy les representan.
Precisamente
aquí es donde chirría el final de la novela, resulta poco creíble
que con un monumental conflicto entre Garcías y Vegas, Carmonas y
Heredias, todo se resuelva rozando lo idílico.
Buen
papel otorgado a la mujer, tanto que defiende el matriarcado que por
supuesto es incuestionable en esta raza. En no pocas ocasiones cuando
te has familiarizado con personajes relevantes del relato percibes
que llevan desaparecidos demasiado tiempo y te preguntas qué ha sido
de ellos y dudas de si volverán a formar parte de la trama; por
supuesto el autor los recupera, pero no siempre le encuentras
justificación a dicha aparición.
Aplaudo
la forma original en la que integra ciertos temas que son señas de
identidad de la época: el contrabando, la esclavitud, el mercado y
trabajo del tabaco, los teatros y el flamenco. La música representa
el canto a la libertad y prueba de ello son las numerosas alusiones
en forma de frases cortas que se hacen en toda la novela.
Definitivamente
la recomiendo aunque algo desilusionada por la carga de clichés que
tiene y el exceso de datos y descripciones que la hubieran hecho algo
más dinámica. No obstante no puedo decir que me ha decepcionado y
sí admitir que vamos buscando y exigiendo al autor obras como las ya
escritas y es que “las comparaciones siempre son odiosas”.
“Nosotras
solo podemos luchar por olvidar nuestros dolores y sufrimientos, para
vencerlos, pero nunca para vengarlos. Aferrarnos a la esperanza, por
pequeña que esta sea, y mientras tanto, de vez en cuando, solo de
vez en cuando, intentar volver a sentirnos mujeres”.
( La reina descalza)
( La reina descalza)
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