viernes, 30 de abril de 2021

Trigo limpio, Juan Manuel Gil


Veinticinco años después de protagonizar una gam­berrada que marcará el transcurso de la vida de un grupo de amigos, el narrador sin nombre de esta no­vela recibe un mensaje de Simón, un miembro de la pandilla que desapareció un buen día sin dejar rastro, con una propuesta inesperada: ¿por qué no escribes sobre nosotros?, ¿sobre lo que nos sucedió?
   Como una falsa novela de detectives, “Trigo limpio”
 sigue los pasos de un escritor dispuesto a cualquier cosa para darle forma a la novela perfecta mientras investiga sobre un pasado que poco se parece a lo que recuerda de su infancia perdida en un barrio periférico. Un juego literario en el que el lector está invitado a conectar las piezas de un hábil rompecabezas.

 

Para ponernos en situación, os puedo contar que el narrador de esta historia se encuentra jugando un partido de fútbol cuando salta una verja y rompe a correr por la pista de un aeropuerto, justo en el momento en el que un avión se dispone a aterrizar. Sucede un verano, a las puertas de su adolescencia, y persigue desesperadamente un balón que el viento de levante quiere arrebatarle para siempre mientras sus amigos le jalean. Mucho tiempo después de aquel frenético incidente que cambiará sus vidas, cuando aquellos hechos parecen ya doblados y ordenados en algún lugar de la memoria más lejana, es cuando recibe el inesperado y desconcertante mensaje.

Juan Manuel Gil es el autor de esta novela que ha ganado el Premio Biblioteca Breve de Seix Barral 2021 y en honor a la verdad me ha gustado mucho. El escritor nos traslada al tierno mundo de la infancia aunque bastante carente de nostalgia y sí de un sentimiento de deuda pendiente bajo un estilo en el que mezcla la ficción con la realidad, sin olvidar las dosis de mentiras y de incertezas. El escritor almeriense busca la mejor forma de estar en el mundo y de enfrentarse a los fantasmas del pasado, lo hace creando una historia que vamos conociendo a través de piezas que nos suelta poco a poco a modo de pistas y que tenemos que encajar de la manera más natural en nuestras cabezas.

Es una historia como muchas caras, que habla de muchos temas, que genera múltiples preguntas, que se empantana en el pasado y que invita generosamente a transitar por los recuerdos, especialmente los idealizados, vamos un viaje al pasado.

Novela de difícil clasificación, narrada en varias capas, con tiempos superpuestos, en la que el narrador se enfrenta  a la memoria de los otros para contrastar lo vivido en los fragmentos de ficción que cada uno se ha contado. Nos cuenta una historia que no le pertenece al narrador sino a nosotros, a los lectores a través de capítulos estructurados en tres tipos bien diferenciados; los que cuentan la infancia del narrador y sus amigos, los que describen los encuentros con ellos y por último la larga conversación con Huáscar en el aeropuerto la noche de la retención por la Guardia Civil.

Estamos pues ante una fabulación que Juan Manuel Gil desarrolla, en ocasiones como si fuera una investigación policiaca, sobre tres personajes: Huáscar, Simón y él mismo. Y así nos encontramos dentro de una búsqueda imposible de la verdad y la memoria, en la que Huáscar es un personaje-mito que alimenta la imaginación de un grupo de niños del Alquián, un barrio junto al aeropuerto de Almería. Simón es uno de los miembros del grupo, junto al propio Juan Manuel Gil, el del fallo multiorgánico y el del síncope, que así se denominan en la novela dos de los amigos de infancia. Porque la novela está contada en un tono desenfadado, en ocasiones humorístico, lejos de la acidez y autocrítica, dando como resultado una divertida historia de identidades cruzadas.

Aunque no soy una experta me atrevería a decir que es una novela metaliteraria ya que el escritor nos explica absolutamente todo lo reflejado en el relato, lo que no impide confundirnos y desconocer qué es realidad y qué es ficción, y cuánto hay de autobiográfico y cuánto de invención.

Puede parecer enrevesado pero os gustará.

“No recordamos días, recordamos momentos”.

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