El hecho de
leer tanto y contar con poco tiempo supone un desafío a la hora de llevar al
día el blog en el que comento mis lecturas; es por eso que faltando a mi
costumbre de no copiar sinopsis de los libros, me veo obligada a utilizarlas al
menos hasta que consiga acortar el número de comentarios pendientes.
“Un hombre anticipa con
ilusión el momento de reunirse con su esposa mientras ultima los preparativos
de su nuevo hogar en Lisboa. Atrás queda una etapa de sus vidas en Nueva York
marcada por el indeleble recuerdo del 11-S. Él se adelanta con la mudanza
mientras Cecilia organiza el traslado de su proyecto científico sobre los
mecanismos neuronales que rigen la memoria y el miedo.
Un tranquilo barrio de Lisboa ofrece la promesa de un futuro que él se esmera en preparar con minucioso detalle. Pero incluso el refugio buscado y la rutina más apacible pueden resultar desconcertantes cuando la sospecha de una amenaza incierta altera su espera”.
Un tranquilo barrio de Lisboa ofrece la promesa de un futuro que él se esmera en preparar con minucioso detalle. Pero incluso el refugio buscado y la rutina más apacible pueden resultar desconcertantes cuando la sospecha de una amenaza incierta altera su espera”.
Gestionar la decepción de una novela a la que avalaba un nombre como el
de Antonio Muñoz Molina, no es algo para lo que estoy preparada, lo digo con
ironía y precaución, porque vaya por delante que mi reseña es solo la opinión
de una lectora, eso sí, algo indignada ante lo que para mí parece una “tomadura
de pelo”.
Dice el final de la sinopsis: “novela
de suspense psicológico en la que la memoria, la razón y el miedo son los
elementos que determinan la realidad tangible. Sutil y progresivamente Antonio
Muñoz Molina muestra que sometida a la lente de un microscopio, la realidad
desvela fisuras que pueden derrumbar lo que con tanto cuidado nos hemos contado
sobre nuestras vidas”. Por partes, lo del suspense lo he buscado tanto que
he desistido sin haberlo encontrado, francamente dudo que exista y el resto de
lo que arriba nos cuenta, me he perdido en “tangible”, de manera que no puedo
decir que me haya servido para aclarar el argumento o las pretensiones del
escritor.
He querido reconocer tres momentos en este libro de algo menos de
trescientas páginas, un inicio donde esperas que se genere cierto interés por
la historia, una mitad puramente descriptiva y anecdótica que ya pone en
peligro la escasa atención generada y un final donde acabas convenciéndote que
las hojas se pasan sin ocurrir nada más allá de las descripciones detallistas y
accesorias que acaban saturando al lector más entregado.
Puede que esta visión de la novela me venga del hecho de haber pensado
que me iba a encontrar con la historia de dos ciudades, Nueva York y Lisboa,
algo erróneo y producto de mi fantasía; a cambio me he topado con una mezcla de
vivencias personales y apocalípticas, de fines de varios mundos y de juicios
finales que si no han llegado nos van a caer sin piedad.
Cincuenta y dos capítulos insufribles, los mismos que me he terminado
con la esperanza de un desenlace que me compensara tal esfuerzo. Repertorios de
temas que van desde el Atentado de las Torres Gemelas, la destrucción del
planeta y el verano asfixiante a la reconciliación más íntima con uno mismo.
Hay que ser osada para decir que me ha resultado aburrida, lenta y
tediosa la última novela de Antonio Muñoz Molina, pero mentiría si dijera lo
contrario. Es desconcertante y creo que responde al éxito comercial o a una
buena campaña promocional el hecho de haberla vendido como una obra a la usanza
de este gran escritor, decir que es un thriller psicológico es una broma pesada
y un resbalón para los que tanto amamos ese género.
Creo suficiente con lo dicho para no recomendarla, está claro que ni me
ha cautivado ni será inolvidable ni siquiera por el hecho de haber utilizado
Lisboa como referente geográfico, hasta en eso se ha quedado corto. Lo de
siempre, solo soy una lectora que le gusta disfrutar de los libros y de buenas
lecturas.
“Nadie se desembaraza de un hábito o de un vicio tirándolo de
una vez por la ventana; hay que sacarlo por la escalera, peldaño a peldaño”.
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