Siguiendo
la costumbre de volver a leer novelas que me dejaron una huella inolvidable, ha
sido casi obligado detenerme en “La tía Julia y el escribidor”. No
recuerdo los años que hace que la leí ni las veces que la he podido recomendar
cuando me refería a Mario Vargas Llosa. Ahora que reseño los libros que leo y
algunos que repito por pura añoranza, me reafirmo en lo mucho que disfruté
entonces y en la oportunidad de poder compartirlos desde mi humilde labor de
bloguera.
“El joven de dieciocho años Mario Vargas trabaja en una radio peruana,
cuyos jefes han traído desde Bolivia al más exitoso escritor de radioteatros,
Pedro Camacho, un individuo excéntrico que aparte de escribir sus libretos,
también los interpreta. Al tiempo, Marito se enamora de la tía Julia, una
pariente política suya, divorciada y de treinta años. Ese amor prohibido
desafía a la amplia familia del aspirante a escritor que inicia toda una odisea
para poder consumarlo”.
Puede hacer más de
treinta años que topé con este libro en las estanterías de mi casa cuando era
adolescente; la portada me atrapó, tantas fotos pequeñitas montadas unas encima
de otras me invitaron a curiosear entre los renglones de una novela que desde
sus primeras páginas consiguió algo muy importante, hacerme reír. Si no me
equivoco ya había descubierto al peruano Varguitas con “Pantaleón y las visitadoras”,
de manera que me era familiar su estilo y no necesitaba más razones.
Gracias al paso de los años
y a la madurez que tengo tras décadas de lectora, hoy puedo entender mejor a la
Tía Julia y al Escribidor, y apreciar que además de ser un libro curioso y divertido,
es la historia de amor de nuestro Premio Nobel, quien en su etapa de joven
escritor principiante, desafío a la sociedad limeña de los años cincuenta con
un amor cuestionado y prohibido.
Dos argumentos van
corriendo de manera paralela, lo hacen intercalando capítulos correspondientes
a la relación de Mario y Julia con las historias de Pedro Camacho, el
escribidor de relatos folletinescos de gran ingenio en los que se mezclan
situaciones hilarantes y desquiciadas de personajes no menos surrealistas y
curiosos. Los capítulos pares se reservan a la historia autobiográfica de
Vargas Llosa, y los impares a las vivencias personales y labor de guionista del
segundo gran protagonista de este libro, Camacho, quien desbordado por el
exceso de trabajo, acaba mezclando a sus personajes radiofónicos provocando un
caos en las historias, algo que acaba con su ingreso en un psiquiátrico.
Aunque la estructura
pueda parecer algo compleja, la presentación en capítulos lo simplifica todo.
No cuesta trabajo seguir el día a día de Varguitas con su tía y la evolución de
su historia de amor, y por otro lado, familiarizarnos con las radionovelas de
Camacho, historias ocurrentes, pícaras y por supuesto altamente surrealistas.
Los estilos son muy diferentes; y mientras los primeros destacan por un tono
muy literario, los segundos representan la literatura de consumo que forma
parte imprescindible de la cultura popular. Un homenaje merecido a los seriales
de un pasado que llegaban a una inmensa mayoría de radioyentes.
Para animaros deciros
que el humor juega un papel estelar en el libro, especialmente en la parte
folletinesca gracias al lenguaje redicho, irónico y emotivo utilizado por el
escribidor para confeccionar un retrato esperpéntico y a la vez real de la
sociedad limeña de la época. Un derroche de imaginación que acompaña a una
narración bajo el paraguas del humor fino y elegante de Llosas.
Sobra decir que me
gustó y que me ha vuelto a gustar, que los diálogos cortos y las buenas
descripciones suavizan la profusión de vocablos latinos, que no dejan de ser
una dificultad cuando no estás familiarizados con dichos localismos, pero que
no es razón de peso para dejar de admirar la riqueza y elegancia de su
lenguaje.
Imposible no detenerse
en la galería de personajes que protagonizan estos cuentos al más puro estilo
realismo mágico, y los secundarios que rodean a Varguitas en su realidad
social, todos formando parte de aquellos años como estudiante de derecho y
aspirante al escritor que es hoy.
No solo es divertida,
se atreve a presentar la sociedad hipócrita que le tocó vivir, las
manifestaciones de racismo de las que fue testigo y el clasismo que imperaba en
un régimen militar de una época con demasiado rotos y descosidos de una
burguesía falsa y conservadora.
Os gustará por sus
escenas tremendistas que rayan lo absurdo y porque la mezcla de personajes a
medida que avanza la locura de Camacho es un no parar de reír. No descarto una
tercera vez aprovechando que se puede saltar de los pares a los impares. De
verdad espero que la disfrutéis.
“Cada uno de
nosotros guarda algo desconocido de las vidas ajenas”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario