Pasear
entre las estanterías de la biblioteca de mi ciudad, me ofrece en no pocas
ocasiones la oportunidad de topar con pequeñas obras de arte que hacen de la
lectura un disfrute íntimo y especial. Tener un ratito para este placer es algo
que me permito bastante a menudo y más si cada vez que lo hago acabó
encontrando relatos como “La mujer de la libreta roja”.
“Sus días de
banquero pertenecen al pasado. Ahora, Laurent Letellier es el feliz propietario
de una pequeña librería parisina. Cuando una mañana, camino del trabajo, se
topa con un bolso de mujer abandonado sobre un cubo de basura, decide
llevárselo a la tienda con la noble intención de devolverlo a su dueña.
Desaparecidos el billetero y el móvil, su propósito parece casi imposible si no
fuera porque, entre diversos objetos femeninos, Laurent encuentra una libreta
roja llena de anotaciones, pensamientos y recuerdos. Cediendo a la curiosidad,
se sumerge en la jugosa lectura y, como un si de un rompecabezas se tratara,
empieza a reconstruir la vida de Laure, amparado por la excusa de hallar alguna
pista que le permita localizarla”.
Me
gustó la sinopsis, la trama sencilla que describe, el asunto del bolso con objetos
que hablaban de toda una desconocida, la intencionalidad sana de Laurent por
buscar a su dueña, “la libreta roja” depositaria de los secretos más íntimos de
esa extraña y la labor detectivesca que presagiaba la nada desafiante tarea de
restituir uno de los objetos más castigados por las mujeres desde el origen de
los tiempos modernos.
Hay
lecturas hechas para momentos especiales, para tardes acogedoras de lluvias,
escasas por cierto, donde un libro de unas ciento cincuenta páginas con
pretensiones justitas, van a garantizar unas horas de disfrute para los
enamorados de esta pasión por leer. Novela bonita que no es pastelosa, bien
escrita, detallista, amena, detectivesca, de narración envolvente como un
cálido abrazo que te aporta serenidad y calor. Muy francesa, parisina diría yo,
bastante predecible y me atrevería a decir poco original, pero imposible de
abandonar cuando te pasea por la ciudad del amor en lo que es sin duda un gran
homenaje a unas de las ciudades más bellas de Europa; un París que adquiere
rango de personaje a través de esas descripciones y detalles que Antoine
Laurain escribe en esta narración, que ya os digo se “lee en una tarde”.
El
bolso perdido es el centro de acción que desencadena la trama, pero personalmente
yo he disfrutado por el cóctel de emociones que en tan pocas páginas he
percibido. Es una historia de amor, relato detectivesco y proyecto de
persistencia y desafío de nuestro protagonista principal. Nuestro librero
parisino exbanquero, crea a partir de un cuaderno con frases carentes de
sentido, un personaje construido por sí mismo del que se enamora, a quien no ha
visto nunca y que tiene que encontrar como empresa de vida. Muchas
proposiciones que encierran un acto cívico digno de aplaudir, una búsqueda
incansable y una no menos preocupante obsesión amorosa.
Narrado
en tercera persona, ausencia de diálogos que no se echan de menos en la
narración, capítulos muy cortos, giro argumental que sorprende, buen final y
continuas alusiones literarias que refuerzan la ambientación de nuestro
librero; estos y otras licencias literarias dan forman a una lectura que me ha
recordado mucho a la famosa “Amélie” y que no siendo inolvidable, tardaré en
olvidar.
Recomendada
especialmente para los que como yo tenemos el vicio de escribir en pequeñas
libretas que siempre nos acompañan o para las que llevan los bolsos a reventar
con objetos que nunca usan y que siempre son imprescindibles, para los que
disfrutan de un sillón y un café, para los adictos a los libros y para los que
quieren conocer París sin viajar…, os gustará.
“A mi modo de ver, una ciudad no es una ciudad sin una librería. Puede
llamarse a sí misma ciudad, pero a menos que tenga una librería no engaña a un
alma”.
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