Hacia
mucho tiempo que yo no me equivocaba tan estrepitosamente con la
elección de una novela; bien, pues en esta ocasión, he dado de
pleno en el “chasco” más monumental “del
mundo mundial”. Yo quiero descargar mi culpa diciendo que
una portada tan actrativa me sedujo tanto, que caí como una
“pardilla” ante una sinopsis que no parecía mala,
pero que ha resultado como historia ser catastrófica.
Con
esto habré desganado a cualquiera que tuviera intención de leerla,
lo que realmente pretendo es que nadie haga un gasto que pueda
evitarse,por otra parte, si alguien quiere corroborar mi desaliento,
se la presto y al menos así la amortizo.
Ahora,
otorgándole esa oportunidad de la que yo siempre presumo, voy a
comentar las impresiones que me ha causado este finalista del Premio
Planeta, siempre con la gran incógnita de saber quiénes fallan
estos galardones para darles mis más “sentidas”
felicitaciones.
Daniel
Sánchez Arévalo, es el padre de la criatura, él es la pluma que ha
escrito más de seiscientas páginas de una historia rocambolesca, de
personajes insostenibles, de trama inexistente, con descripciones
agotadoras, de estilo flojo, calidad narrativa nula y con
invitaciones a reflexiones muy difíciles de compartir. Con todo esto
me atrevo a decir que puede ser un éxito televisivo por allí por
Venezuela o en el mejor de los casos por los Estados Unidos; que digo
yo, que siendo español Daniel, ya podía haber escrito sobre un
barrio de Granada y no un relato que me recuerda a una mezcla de
“Mujeres
desesperadas” y
“Los
ricos también lloran”.
Cuando
Chris muere en un accidente de coche sospechosamente lejos de donde
debía estar, la vida de su mujer, Alice, con una niña de seis años
y otra en camino, se desmorona. Incapaz de asumir la pérdida y con
el temor de que tal vez su relación perfecta haya sido una mentira,
se obsesiona con descubrir de dónde venía Chris y qué secreto
escondía. Reconstruye el último viaje de su marido con la ayuda de
las cámaras de seguridad de los establecimientos por donde este
había pasado, hasta llegar al epicentro del misterio: Robin Island,
en Cape Cod, Massachusetts, una pequeña y, solo en apariencia,
apacible isla que modificará profundamente a Alice mientras busca
respuesta a la pregunta:
¿Qué hacía Chris en la isla? .
¿Qué hacía Chris en la isla? .
Esa
es nada más y nada menos que la sinopsis de la novela, como veréis
están de moda las islas y en especial en América. Protagonista
principal, la viuda Alice, pero que nadie se angustie porque afronta
su desgracia con un desparpajo y soltura que no es muy propia de
estas latitudes; muy a lo americano... junto a ella, van apareciendo
tal cantidad de personajes que se convierte en un desfile de todo
tipo de residentes de esa extraña y pintoresca isla con nombre de
televisión rancia y trasnochada. Ninguno se salva de mi látigo, a
cual de todos menos creíbles e inconsistentes. A todos los pone a
funcionar nuestro escritor en un argumento que es mezcla de viaje
emocional, thriller sin sustancia, intentos de superación personal y
misterios que buscas hasta la saciedad y que no encuentras por parte
alguna.
Es
cierto que las diez primeras páginas te emocionan porque yo quería
saber más de Chris y para darle emoción dudé del accidente, de la
muerte, de la viuda y hasta del premio al autor..., en serio, desistí
de buscar en la novela lo que acabé comprobando que no existía. Confieso que la terminé saltando las páginas sin más.
Siempre
me asalta la pena al pensar cuantas novelas bien escritas se quedarán
sin reconocimiento y sin embargo, el auténtico misterio de “La
isla de Alice”
es no solo haber llegado hasta aquí, sino que lectores confiados
como yo sigamos cayendo en la trampa de “los
premios” literarios.
Siento
enormemente esta reseña, también lamento los seis años que ha
invertido Daniel en este proyecto y sobretodo me apena invertir
veintidós euros y no haberlos podido disfrutar. Siempre intento ver
lo bueno de las lecturas que elijo, en este caso, escuché una
entrevista con el autor y casi que me quedé con más confusión de
la que ya tenía; solo puedo decir que no le salva ni las escenas de
cama que tiene a lo “Sombra
de Grey”.
Como
cierre, deciros que esto no es nada más que mi opinión que por
desgracia ya he oído a otros lectores, pero la última palabra la tenéis
vosotros.
Menos
mal que Sánchez Arévalo no tiene acceso a mi blog... en
compensación le deseo que sea un éxito económico, para él y para
la editorial; a mi no me queda nada mal en la estantería, al menos la
presentación ha sido un acierto.
“Nuestro
destino de viaje nunca es un lugar,es más bien una nueva forma de
ver las cosas”.
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