Tremenda
portada con el gato de las tiendas de “los chinos”
como popularmente llamamos nosotros a lo que empezaron siendo “el
todo a cien”. Una vez, he de confesar que alguien muy
próximo a mí estuvo tentado de comprar una figurita de esas que
“cansinamente” mueven el brazo hacia delante y
hacia atrás, irremediablemente me llaman la atención e incluso me
detengo en los escaparate para contemplarlas y me pregunto en que
lugar de la casa se puede poner un adorno “tan especial”...,
por supuesto la identidad de dicha persona es un secreto que no voy a
desvelar por respeto a la misma.
Hace
muchos años que leí la primera novela de Eduardo Mendoza y confieso
que no me desagradó aunque tampoco he buscado sus obras para no
perderme nada de lo que escribiera, simplemente si se daba la ocasión
la aprovechaba. Es sin duda lo que me ha pasado con esta parodia de
la novela negra en la que el estilo de Mendoza es inconfundible
El
ya habitual detective sin nombre de las novelas de este autor, se
convierte tras la desaparición de un amigo, en el sabueso encargado
de desarticular una acción terrorista antes de que intervengan las
fuerzas de seguridad del Estado.
El
enredo está servido...una trama surrealista y cínica a la altura de
sus personajes y las aventuras y desventuras que vivirán convertidos
en el equipo de ayudantes del investigador que sólo desea ser
peluquero y que empujado por la crisis se ve obligado a encabezar tan
disparatada misión.
Es
la novela apropiada para cambiar de registro tras lecturas potentes y
dar paso a intrigas descabelladas en una Barcelona preparada para
todo tipo de situaciones.Sin duda el despliegue de humor, de ironía
y sarcasmo garantiza la diversión y el entretenimiento, siempre con
el mismo ritmo y sin llegar a cansar.
Se
puede hablar de sátira y análisis social, de parodia negra, bordando
temas de candente actualidad como las flaquezas humanas, la presencia
económica del imperio chino, los negocios que quiebran, las
diferentes caras de l fracaso... y siempre bajo los anteojos del
humor.
Narrada
en primera persona con una utilización del lenguaje culto mezclado
con el coloquial que acaba desternillándote de risa; dividida en
capítulos que siempre agiliza la lectura y sin olvidar la
ambientación en la ciudad de Barcelona, donde al parecer “todo
puede pasar”.
Sin
duda los personajes son la base del éxito de estos “enredos
de la bolsa y la vida”, aunque Eduardo recupera al
detective de sus novelas, el repertorio de figurantes es tan
variopinto como real y hubo un momento que me recordó a los actores
de la película de Torrente, cutres, majaderos, casposos, de escasa
educación y algo corto de entendederas. Ahora bien son ellos los que
le dan “denominación de origen” al argumento en el
que están presente un listado de valores que hablan de la humanidad
de estos seres marginales, del mundo de la delincuencia y de su
sentido de la amistad, de la ética, de las conductas sociales, de la
supervivencia... Eduardo los perfila, maquilla y trabaja para que sus
acciones lejos de ser rechazadas les ayuden a “hacerse
querer” por muy esperpénticas que están sean.
Un
perfecto retrato critico de la actualidad política, social y
económica con la que tan familiarizados estamos en los últimos
años. La recomiendo porque las aspiraciones del autor van encaminada
a proporcionar una rato de risa y una tregua al caos del momento.
"Los
chinos utilizan dos pinceladas para escribir la palabra crisis. Una
pincelada significa "peligro", la otra "oportunidad".
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