Aquí
os presento el libro que me oxigenó tras la lectura de “El
jilguero”; la portada ya es un motivo para elegir esta
novela de corte romántico que no exige compromiso ninguno, que se
lee sola que roza lo “pamplinoso” que rezuma
ternura y con la que me he sentido muy identificada.
Sin
contar la sinopsis os digo que su protagonista es una abuela que en
la confortable tarea de cuidar a su nieta encuentra una oportunidad
de cambiar su encorsetada vida; dicho cambio se le presenta
materializado en la figura de un atractivo “yeyo”,lo
que la precipita a emociones nuevas que no está dispuesta a dejar
pasar. Jeanie, casada desde hace treinta años está inmersa en una
laxitud y monotonía de existencia donde las sorpresa ya no existen,
al menos no fuera del parque donde conoce a Ray, la parte más
agradable de la tarde de “jueves en el parque”.
No
es el género que leo habitualmente pero he disfrutado bastante con
las salidas de esta sexagenaria que no es ni mucho menos Esperanza
Aguirre, sino una dama británica de costumbres convencionales que ha
vivido toda su vida a la sombra de su esposo y al cuidado de su única
hija... vamos que es familiar el esquema que nos presenta la autora;
como para no reaccionar al más mínimo estímulo...
Novela
de aplastante sencillez, presentada con una portada que encandila a
los seguidores de estos relatos o a los que buscamos un respiro tras
empresas agotadoras. Dividida en veintitrés capítulos que ocupan
cuatrocientas sesenta páginas que se pasan “sin sentir”,
narrada en tercera persona bajo una estructura ágil y un argumento
que tiene como tema principal, la historia de amor de una pareja en
plena madurez, que puede resultar “ñona” y sin
embargo no llega a serlo.
El
esquema de la novela es el habitual en estos casos; “chico
conoce a chica...”, la diferencia es que en esta ocasión
es “abuela conoce a abuelo” en la maravillosa
ciudad de Londres y el retrato de la tercera edad está “servido
en bandeja”. Me he imaginado mientras la leía a Doris Day
y Rock Hudson, porque es perfecta para un guión de aquellas
películas que ocuparon las pantallas de los sesentas del cine
americano.
La
autora aborda temas de actualidad como el miedo a la soledad, al paso
de los años, a la pérdida de esperanza, a la monotonía que nos
atrapa sin evitarlo, al peso de los convencionalismos, a los clichés
sociales, a lo desconocido y novedoso... a los cambios en definitiva.
Respecto
a los personajes Hilary los ha dejado “cogidos con pinzas”,
resulta insuficiente la imagen y la proyección que realiza de ellos,
en especial de Ray al que podía haberle sacado “ mucho
partido”, si hubiera sido por la fuerza de estos, la novela
no se salvaría de una dura critica.
Hay
que reconocer que no es una obra maestra pero se acoge con agrado
esas dosis de ternura, el realismo de lo que cuenta, lo entretenida
que resulta su lectura, tanto que sin ser inolvidable la terminas “de
buen gusto”.
Mi
moraleja es que nada sucede sin una justificación previa, que sin
buscarlo acontecen hechos que no planeamos y que cambian nuestras
vidas y que las oportunidades son sólo eso, ocasiones que llegan una
vez y que no hay que dejarlas pasar porque nunca se sabe si volverán
a ocurrir.
Mi
aplauso para aquellas mujeres que cansadas de viajar en “carromato
de burro viejo” se montan en “un tren de alta
velocidad” y miran hacia el frente si lo que quedaron atrás
valió la pena abandonarlo.
“Cuando
crezcas, descubrirás que ya defendistes mentiras, te engañastes a
ti mismo o sufristes por tonterías.Si eres un buen guerrero, no te
culparás por ello, pero tampoco dejarás que tus errores se
repitan”.
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