Por
una vez y saltándome la costumbre voy a poner la sinopsis de esta
última lectura.
“París
1889. Los Doce Detectives,
los investigadores más famosos del mundo, se reúnen con motivo de
la Exposición Universal. El selecto club tiene la misión de revelar
al público sus casos más célebres, los métodos secretos, la
filosofía de cada investigación y su concepción del crimen.
La extraña muerte de uno de los Doce, despeñado misteriosamente desde una torre Eiffel en construcción, dará un giro a la reunión y les obligará a afinar sus habilidades para tratar de resolver lo que parece, a priori, la actuación de un asesino en serie”.
La extraña muerte de uno de los Doce, despeñado misteriosamente desde una torre Eiffel en construcción, dará un giro a la reunión y les obligará a afinar sus habilidades para tratar de resolver lo que parece, a priori, la actuación de un asesino en serie”.
He
leído esta novela con más desgana que ilusión y todo porque el
argumento me pareció atractivo y entretenido y me he encontrado con
una novela policíaca, detectivesca con algo de misterio y escasas
sorpresas; para mí los que otorgan los premios son todo un “enigma”,
desconozco los criterios que siguen para tales galardones, espero que
al menos consigan éxito económico.
Interesante
por otra parte el papel que juega la ciudad de París y el momento
histórico en el que se construye la Torre Eiffel que tantos
seguidores y detractores tuvo, junto a la proyección mundial de la
Exposición Universal que acompaña como telón de fondo a la trama
de la novela.
Aunque
no puedo quejarme de las páginas, no llegan a trescientas, he tenido
la sensación de que el escritor quería llenar y llenar folios como
si le diera pena acabar la historia o considerara ridículo o
miserable el volumen del manuscrito; esa sensación “de más” es
tan innecesaria que acaba marcando los altibajos de la narración,
perdiendo equilibrio y linealidad.
Respecto
al argumento no es nada original, es un relato que no pretende
mostrar un hecho real de la vida, sino reproducir un modelo de
literatura con esquemas ya conocidos por los aficionados al género
detectivesco. Es la historia clásica de investigadores petulantes,
vanidosos, presumiendo de contar con la sabiduría y los métodos para
resolver cualquier crimen.
Narrada
en primera persona por Sigmundo Salvatrio, aprendiz de uno de los
“Doce” que en su ausencia se convierte en el auténtico personaje
de la trama y que proporcionará la resolución del enigma a tan
dilatada trama.
Respecto
a los personajes aunque descritos uno a uno a través de casos
personales que resolvieron en sus largas carreras, ninguno sobrepasa
el listón de caricatura de grandes detectives de la literatura,
convirtiéndolos en arquetipos de escasa personalidad y que olvidas
con asombrosa facilidad.
Lo
más hábil del autor y la razón por la que la he terminado, es que
dosifica las revelaciones ofreciendo pistas que construyen un nuevo
enigma y que hay que resolver para llegar al final que sin quererlo
ha ido adelantando y que yo al menos buscaba asegurarme de haber
acertado; si lo logré mejor lo quedamos en secreto, que luego no
resulto ser tan lista como parezco...
Recomendada
para esos casos en los que queremos disfrutar del placer de juntar
letras y deslizar nuestros ojos sobre ellas para extraer palabras,
frases y textos. Cualquier libro es digno de una oportunidad.
“Intrigado
con ese enigma, escarbó tan profundamente en los sentimientos de
ella, que buscando el interés encontró el amor porque tratando de
que ella lo quisiera terminó por quererla”.
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