Hace ya tiempo
leí la primera entrega de Harry McCoy del escritor escocés Alan Parks, “Enero
sangriento”; la originalidad de ir titulando las novelas siguientes con los
nombres de los meses del calendario, me pareció como poco curiosa y acertada y
sin haber sido una obra inolvidable, he decidido dar una oportunidad a este
“Hijos de febrero”, cuya acción se desarrolla en 1973 de dicho mes en la
capital escocesa; en tan solo diez días nuestro atormentado agente, tendrá que
resolver, el caso de un asesinato producido por la mafia de la ciudad en un edificio
en construcción.
“Aún no ha amanecido sobre los húmedos tejados de Glasgow cuando la policía
recibe una llamada anónima: han asesinado violentamente a un joven en la
décimocuarta planta de un edificio en obras. En el pecho, le han grabado a
cuchillo la palabra «ADIÓS». Ese truculento asesinato golpea íntimamente a un
conocido y poderoso mafioso, Jake Scobie, y, sobre todo, a su caprichosa hija,
Elaine. El agente Harry McCoy, que aún no se ha incorporado al trabajo después de
la terapia a la que le abocó su anterior caso, tendrá que encargarse de la
investigación. No obstante, ése no será el único cadáver de ese frío mes de
febrero de 1973 en que la nieve cubre sin piedad las calles de la ciudad.
Mientras tanto, el colega ya no tan novato de Harry, Wattie, trata de alcanzar
heroicamente el grado de sargento. Y del horizonte emergen otras sombras, más
densas que las tormentas que se ciernen sobre Glasgow: las más peligrosas son
las que obligarán a nuestro protagonista, McCoy, a regresar a su atormentada
adolescencia, transcurrida en orfanatos y casas de acogida”.
Si
en ‘Enero sangriento’ el autor nos presentaba a Harry McCoy, en ‘Hijos de
febrero’ se adentra en la personalidad del protagonista de la serie. Profundiza
en su pasado y en los motivos de su amistad con Stevie Cooper, un fiel amigo de
la infancia que ha escogido el lado opuesto de la ley. Aquí Parks repite
estructura: un arranque con un crimen espectacular que atrapa al lector a lo
que suma una búsqueda contrarreloj de un culpable conocido desde el comienzo.
Una decisión discutible, ya que se corre el riesgo de que perdamos interés por
la novela. La solución reside en varias tramas secundarias que enriquecen la
tensión narrativa. Narrador y descripciones quedan a un lado
volcando el peso en los diálogos. La vestimenta, la música y la ambientación
hacen el resto para que nuestra mente se instale en la Escocia de 1973. Por
todo ello, Parks está ganándose a pulso un lugar en la mejor tradición de
tartán 'noir'.
La novela, como la anterior, está
escrita en tercera persona con un lenguaje rudo y cortante. Vuelve a incluir
las reflexiones en primera persona del agente McCoy, lo que da a la novela una
visión más panorámica de los acontecimientos que suceden en la trama.
El personaje de este escritor con alma
de músico resulta a mi gusto muy políticamente incorrecto, lo más atractivo
para los amantes del género negro. De no haber sido por las diferentes tramas y
el abanico de cortes imperfectos que presenta, quizás no la hubiera terminado.
Personalmente no son las novelas que más recomiendo y aunque esté mal y sea poco adecuado decirlo, es ese tipo de lectura para lectores como mucho estómago, demasiado explícitas para el mío, de manera que la recomiendo pero con reservas con la esperanza de que la disfrutéis algo más que yo. Sinceramente no creo que haya un “Marzo” para mí. Espero que os guste.
“Todas las segundas oportunidades pueden traer gratas sorpresas”.
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