Cuando encuentras
un ejemplar de novedades que insistentemente aparece allí donde vas, es difícil
resistirse a la tentación de al menos ojear su sinopsis y pararte a pensar el
porqué de su presencia. Me llamó la atención por su discreta pero atrayente
portada, me recordó a una novela que le tengo mucho cariño, “Donde el corazón
te lleve” de Susana Tamaro y la coincidencia de ser italiana su autora, además
de tener como protagonista a una niña, fueron suficiente, para convencerme y
darle una oportunidad a lo que me pareció una sencilla y tierna historia de
vida.
“Mafalda es una niña de
nueve años que adora ir a clase, jugar al fútbol y a su gato, Optimo
Turcaret. Está segura de que el espíritu de su abuela vive en el cerezo
que hay en el patio de la escuela, junto a Cosimo, el protagonista de su libro
favorito, El Barón Rampante. Mafalda siempre cuenta los pasos hasta la escuela y cada día son
más los que necesita para ver el cerezo: la enfermedad de Stargardt que padece
la está dejando ciega poco a poco. Mafalda intenta aceptar la oscuridad que se
aproxima a pasos de gigante con una mezcla de terror y prodigiosa valentía.
Junto con la extraordinaria Estella, la conserje de la escuela, aprenderá a
subir al cerezo con los ojos cerrados y a hacer una lista de las cosas que más
le gustan y que no quiere olvidar”.
Mafalda, protagonista y
narradora de su propia historia, tiene un gato llamado Óptimo
Turcaret y guarda un cuaderno secreto con su propia lista de cosas importantes,
de la que va tachando aquellas que considera que no podrá realizar o tener
según la pérdida de visión es mayor. Ella cree que el espíritu de su abuela se
mudó al cerezo que hay en el patio de su escuela y que vive allí junto a
Cosimo, el protagonista de su cuento preferido, El Barón
Rampante, y a quien ruega ayuda, cada noche, cuando siente miedo.
Los capítulos cortos de esta novela se agrupan bajo partes bien
diferenciadas que se corresponden con la distancia que necesita Mafalda para
visualizar el cerezo. Los metros entre ella y el árbol se acortan. Todo ello
bajo el paraguas de la sensibilidad y la ternura que consiguen trasmitir unos
valores maravillosos que dan vida a una historia mágica cargada de ternura y valentía. Es un
relato lleno de metáforas y simbolismos que se despliegan en el momento justo,
gracias al estilo encantador de esta joven autora italiana.
La
historia es a su vez la realidad de Paola Peretti, no es tan niña ya, pero sí
comparte la incertidumbre y desgarro de un diagnóstico que le obligo a
enfrentarse con la vida. Gracias a vivir en persona la enfermedad trasmite
esperanza y terror a partes iguales, así como la urgencia de aferrarse a un
mundo del que igualmente se tiene que proteger.
Doscientas
escasas páginas con espacios tristes y también felices, con un propósito
latente que es evitar el dramatismo que supone abandonar la luz para una niña,
algo que consigue con una trama susurrada en boca de los adultos que rodean a
Mafalda.
Llegados a
este punto, el personaje conmueve y despierta afecto desde el momento uno. El
sufrimiento en silencio y los recursos utilizados para superarlo, muestran un
ser que acepta los cambios en su vida con la poca información que tiene de lo
que en realidad será su existencia cuando todo se sumerja en la oscuridad.
Los
personajes secundarios de “El árbol de las cerezas” acompañan
a Mafalda en su caminar son amigos que tras recorrer un breve trayecto se dejan
atrás, como Chiara, y nuevos amigos que permanecen, como Filippo,
que le enseña a disfrutar de cosas para las que no necesita ver, como cantar o
sentir el viento cuando se deslizan en trineo por la nieve. Unos padres que la
quieren mucho, pero que se muestran tristes y asustados, y otro adulto como Estella,
una mujer de Rumanía que trabaja como bedel en su colegio, valiente como una
guerrera amazona frente a las adversidades. Y me sorprendió, para bien,
encontrar esa fortaleza en un niño y en el adulto que menos esperaba. De hecho, son los personajes de Filippo y, en
especial, Estella, los que contribuyen a dar profundidad y fuerza a la
narración. Sin ellos, la historia resultaría demasiado lineal.
Es una
novela corta que se lee del tirón en una tarde bien elegida, conmovedora y
positiva que nos hace reflexionar sobre lo esencial de la vida y la importancia
de no rendirse jamás; ahora bien, no quiero dejar de señalar que en
ocasiones las ideas de Mafalda no se corresponde con una niña, de lo que deduzco,
que en la historia hay mucho de la propia experiencia de Paola Peretti, además
de dar la sensación por la estructura y el desarrollo de poder ser considerada
como un cuento largo con un único personaje principal.
Os la recomiendo porque se ajusta al modelo clásico universal de historia bien contada que engancha por su nobleza, escrita desde el corazón y destinada a todos los públicos, no tiene edades, lo que la hace más atrayente e inolvidable. Os gustará.
"Nuestra existencia no es más que un cortocircuito de luz entre dos eternidades de oscuridad".
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