Si en algún momento tuviera conocimiento de cuáles son los
criterios para el fallo de los Premios Planetas, tal vez entendería los libros
premiados con el primer premio y de paso los finalistas. Igualmente me gustaría
saber qué destino reciben las cientos de novelas no premiadas y tener la
oportunidad de leer alguna de ellas, aunque solo fuera por comparar. Estoy
segura, que entre esas que no pasan el filtro, se encuentran verdaderas novelas
dignas de un premio, pero no hace falta que sea de este. Una vez más sigo sin
encontrar la esencia de la elección de estos “comerciales” premios y nuevamente
estoy en desacuerdo del galardón obtenido; claro está que es mi humilde
opinión.
“Tras la muerte de su madre, Gabriele
vuelve al pueblo de los veranos de su infancia. Allí le espera su padre, con el
que no habla desde hace años. Juntos se disponen a cumplir el último
deseo de Greta: que las tres personas más importantes de su vida —su marido, su
única hija y su cuñada— esparzan sus cenizas en un lugar donde fueron felices.
Los secretos que Greta desvela en las cartas que deja a su familia terminarán
con el silencio entre padre e hija y, como en un dominó, alterarán la vida de
todos y propiciarán un encuentro inesperado que hará que Gabriele descubra que
en la vulnerabilidad se halla la magia de la vida”.
La designación de los Premios Planetas y su fallo, coincide
curiosamente con el pistoletazo de salida de la campaña navideña, esto es una
operación de marketing calculada en la que nada queda al azar, es consumo
seguro y sin saber todavía las razones parece que dicho premio es garantía de llevarte
a casa una obra inolvidable. Muchos pensaréis que a pesar de mis críticas la
leo, es cierto, sigo con la esperanza de encontrarme la oportunidad para
disculparme de mis opiniones acerca de estos “sospechosos” premios.
En esta ocasión le ha tocado el turno a una escritora de la
que no había leído nada, las expectativas hacia ella no eran malas y tampoco he
de decir que su novela es horrorosa, pero como siempre no ha respondido a las
ilusiones y moral que yo había depositado en ella.
Libro de casi seiscientas páginas,
estructurado en diecisiete capítulos, narrados en tercera persona que nos
permite ver la historia como un espectador desde fuera de lo que ocurre. Relato
centrado especialmente en los sentimientos y en un mensaje que muestra lo
agradecidos que debemos estar a la vida y evitar el enfado permanente hacia el
mundo que nos rodea. Una historia familiar repleta de secretos e intrigas como
la realidad misma, acompañadas de reflexiones especialmente acerca del duelo que es uno de los elementos principales, pero también de todo lo que rodea a la pérdida, el amor, la
familia, la necesidad de seguir viviendo o las segundas oportunidades.
Con estos mimbres, los
capítulos se hacen excesivamente largos y acentúan el ritmo pausado que se
acusa considerablemente en el tramo final del libro. No sacrifica por entero el
interés gracias a la prosa de Sandra que se hace amena y elegante en este
relato intimista y profundo, aunque por momentos repetitiva.
Un repertorio de temas muy
amplios como la
incomunicación, la vocación artística, la huida de la realidad, el daño que
hace no afrontarla y la normalización de la homosexualidad, sirven para dar fuerza a esta trama cocinada a un
fuego demasiado lento y encarnados en todos y cada uno de los personajes de la
novela.
Ambientada en un pueblo
castellano, Candeleda, es el escenario de este casi thriller sentimental en el
que el silencio y las ausencias perfilan a esta galería de personajes que persiguen
encarecidamente la felicidad.
Respecto al título de la
novela, al parecer la escritora catalán explica que a veces, se necesita “cruzar
un océano” para encontrar respuestas a todas las cuestiones pendientes de
nuestra vida, con el propósito de limpiar cargos de conciencia y acortar los
vacíos de comunicación.
No quiero ni encuentro
necesario seguir reseñando el libro; es difícil concretar si me ha gustado o
no, lo importante es que lo he leído y siendo honesta, sin ser inolvidable, se
deja leer. Os lo vendería como un melodrama con ligero toque se suspense,
apropiado para una lectura sin sobresaltos, predecible y conocida, que te lleva
sin excepciones a reflexionar sobre lo efímero de la existencia humana. Os gustará.
"Lo que sabemos es una gota de agua; lo que ignoramos
es el océano".
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