jueves, 3 de diciembre de 2020

Un océano para llegar a ti, Sandra Barneda

Si en algún momento tuviera conocimiento de cuáles son los criterios para el fallo de los Premios Planetas, tal vez entendería los libros premiados con el primer premio y de paso los finalistas. Igualmente me gustaría saber qué destino reciben las cientos de novelas no premiadas y tener la oportunidad de leer alguna de ellas, aunque solo fuera por comparar. Estoy segura, que entre esas que no pasan el filtro, se encuentran verdaderas novelas dignas de un premio, pero no hace falta que sea de este. Una vez más sigo sin encontrar la esencia de la elección de estos “comerciales” premios y nuevamente estoy en desacuerdo del galardón obtenido; claro está que es mi humilde opinión.

“Tras la muerte de su madre, Gabriele vuelve al pueblo de los veranos de su infancia. Allí le espera su padre, con el que no habla desde hace años.  Juntos se disponen a cumplir el último deseo de Greta: que las tres personas más importantes de su vida —su marido, su única hija y su cuñada— esparzan sus cenizas en un lugar donde fueron felices. Los secretos que Greta desvela en las cartas que deja a su familia terminarán con el silencio entre padre e hija y, como en un dominó, alterarán la vida de todos y propiciarán un encuentro inesperado que hará que Gabriele descubra que en la vulnerabilidad se halla la magia de la vida”.


La designación de los Premios Planetas y su fallo, coincide curiosamente con el pistoletazo de salida de la campaña navideña, esto es una operación de marketing calculada en la que nada queda al azar, es consumo seguro y sin saber todavía las razones parece que dicho premio es garantía de llevarte a casa una obra inolvidable. Muchos pensaréis que a pesar de mis críticas la leo, es cierto, sigo con la esperanza de encontrarme la oportunidad para disculparme de mis opiniones acerca de estos “sospechosos” premios.
En esta ocasión le ha tocado el turno a una escritora de la que no había leído nada, las expectativas hacia ella no eran malas y tampoco he de decir que su novela es horrorosa, pero como siempre no ha respondido a las ilusiones y moral que yo había depositado en ella.
Libro de casi seiscientas páginas, estructurado en diecisiete capítulos, narrados en tercera persona que nos permite ver la historia como un espectador desde fuera de lo que ocurre. Relato centrado especialmente en los sentimientos y en un mensaje que muestra lo agradecidos que debemos estar a la vida y evitar el enfado permanente hacia el mundo que nos rodea. Una historia familiar repleta de secretos e intrigas como la realidad misma, acompañadas de reflexiones especialmente acerca del duelo que es uno de los elementos principales, pero también de todo lo que rodea a la pérdida, el amor, la familia, la necesidad de seguir viviendo o las segundas oportunidades.
Con estos mimbres, los capítulos se hacen excesivamente largos y acentúan el ritmo pausado que se acusa considerablemente en el tramo final del libro. No sacrifica por entero el interés gracias a la prosa de Sandra que se hace amena y elegante en este relato intimista y profundo, aunque por momentos repetitiva.
Un repertorio de temas muy amplios como la incomunicación, la vocación artística, la huida de la realidad, el daño que hace no afrontarla y la normalización de la homosexualidad, sirven para dar fuerza a esta trama cocinada a un fuego demasiado lento y encarnados en todos y cada uno de los personajes de la novela.
Ambientada en un pueblo castellano, Candeleda, es el escenario de este casi thriller sentimental en el que el silencio y las ausencias perfilan a esta galería de personajes que persiguen encarecidamente la felicidad.
Respecto al título de la novela, al parecer la escritora catalán explica que a veces, se necesita “cruzar un océano” para encontrar respuestas a todas las cuestiones pendientes de nuestra vida, con el propósito de limpiar cargos de conciencia y acortar los vacíos de comunicación.

No quiero ni encuentro necesario seguir reseñando el libro; es difícil concretar si me ha gustado o no, lo importante es que lo he leído y siendo honesta, sin ser inolvidable, se deja leer. Os lo vendería como un melodrama con ligero toque se suspense, apropiado para una lectura sin sobresaltos, predecible y conocida, que te lleva sin excepciones a reflexionar sobre lo efímero de la existencia humana. Os gustará.

"Lo que sabemos es una gota de agua; lo que ignoramos es el océano".

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