jueves, 31 de diciembre de 2020

El infinito en un junco, Irene Vallejo


 No hay nada más difícil, que hacer una reseña de un libro que está teniendo éxito como es el caso de  “El infinito en un junco”. Voy a intentar trasmitir las sensaciones que me han deparado las casi quinientas páginas de este sugerente manuscrito, con el que he disfrutado y creo que disfrutaré sin cansarme de hacerlo.

Hace ya bastante tiempo, en mi trabajo comentamos la irrupción en las librerías de este fenómeno comercial. Dos compañeras aportaron su opinión al compás, la una decía que le habían dicho que era más bien un libro aburrido, la otra por el contrario, respondió que para nada, a lo que me sumé diciendo que no era una novela con una historia, un nudo y un desenlace, era un ensayo y tal vez eso era lo que no atraía la atención de lectores poco dados a este género.


Mi experiencia como lectora de ensayos es muy corta, creo que he leído “Sapiens” y poco más, de manera que a mi librera le costó trabajo convencerme que me estaba perdiendo una lectura hecha para mí, y a sabiendas de mi amor por este objeto, insistía cada vez que me veía aparecer. Claudiqué tras escuchar a Irene Vallejo en un audio que María me envió y fue ahí donde despertó mí curiosidad por lo que sus palabras decían, momento en el que se vino a casa conmigo y “vino para quedarse”, hablar de libros y bibliotecas es para mí lo más.


“El infinito en un junco”, es un libro sobre la historia de los libros. Un recorrido por su vida, por su razón de ser como soporte de las palabras, como medio de desplazamiento en el tiempo y en el espacio. La historia de su fabricación, de su evolución a través de casi treinta siglos, la obtención de los materiales, de su conservación, su difusión ya fueran  libros de humo, de piedra, de arcilla, de juncos, de seda, de piel, de árboles , hasta llegar a los ebooks con luz propia.


Dice su autora en su ensayo que “estos corredores de fondo” han sido y serán una fabulosa aventura colectiva protagonizada por miles de personas que, a lo largo del tiempo, les han dado vida y los han protegido: narradoras orales, escribas, iluminadores, traductores, vendedores ambulantes, maestras, sabios, copistas, espías, rebeldes, monjas, esclavos, aventureras; anónimos o con nombres propios, todos tejiendo un hilo invisible que une el pasado con el presente a lo largo de la Historia de la Humanidad para demostrar que antes “adaptarse que extinguirse”.


Pero también es un libro de viajes, gracias al cual hemos repasado la historia de la construcción de las civilizaciones en torno al libro mismo, y cómo se convirtió en el testimonio perdurable del pasado de culturas e imperios que van desde egipcios, asirios, fenicios y griegos, Alejandro Magno y los Césares, hasta nuestros días.

Es el relato de supervivencia, de un objeto que no lo tuvo fácil desde su nacimiento, que fue víctima de ambiciones, de atesoramiento, de robos, su acumulación en bibliotecas, el inicio de los libreros, su uso para crítica del poder y la sociedad así como su persecución, prohibición, quema y censura por parte del poder y la sociedad..

Y  también es la historia de las bibliotecas, particulares y públicas que los albergaban, en especial de la Biblioteca de Alejandría pasando por  la biblioteca de Sarajevo hasta  el laberinto subterráneo de Oxford en el año 2000.

Es la lista interminable de nombres que han formado parte de nuestra cultura, Plutarco, Sófocles, Esquilo, Hipatia, Cleopatra, Safo, Telémaco, Calímaco, Penélope, Sócrates, Homero…, inagotables, los personajes que aparecen en un magnífico trabajo acerca de este fascinante artefacto inventado para que las palabras viajaran en el tiempo y en el espacio por la eternidad.


Y cómo no, la historia de su autora, entre sus páginas conocemos su vida escolar y académica, a su profesora de cultura grecolatina en el instituto, Pilar, y lo hacemos gracias a una narración en primera persona que nos muestra lo más íntimo de Irene Vallejo. Momentos de la infancia, con su madre leyéndole cuentos y con su padre en librerías donde desenterraba  curiosidades y relatos que la hicieron crecer hasta llegar a dar vida a un manuscrito como este.


Se trata, El infinito en un junco, de una profunda investigación realizada y pulida durante tres años sobre la historia del libro, dividida en dos extensos bloques, uno dedicado a Grecia y otro a Roma, dividido en capítulos, con idas y venidas constantes a otras épocas. Sus páginas están plagadas de información, reflexiones, datos, citas, pero quizá lo más llamativo sea la anécdota y su calidad a la hora de contarla, todas las que aparecen forman parte de la argumentación sin ser sacrificadas a los convencionalismos literarios.


Contado como un cuento, con una narración amena llena de curiosidades, referencias y recuerdos; es cierto que me gustaría poder archivar en mí memoria la cantidad de datos que aparecen, algo del todo imposible. En su defecto me he permitido el lujo de hacer anotaciones en sus márgenes para no olvidar que en el Faro de Alejandría y su espejo se encuentran los antecedentes del telescopio, o que en el siglo III a. de C. Gílide ya ejercía como la primera Celestina de la Historia, que el tomo tercero de la República de Platón es el manual de prácticas de un dictador en ciernes, que el origen de las drags qeens se remonta a la Antigua Grecia, que el primer catálogo de libros corrió por cuenta de Calímaco ante la necesidad de ordenar y seleccionar, o que Aspasia fue la inteligencia que proporcionó a Pericles su buen hacer como político en Atenas, que ya Heródoto, el primer viajero incansable, se permitió el acierto de hablar de “globalización”, que los barcos persas contra los atenienses en “la batalla de Salamina” fue comandado por una mujer, Artemisa de Halicarnaso,  al igual que el primer manuscrito firmado con nombre propio y que el mundo moderno no inventó la censura, más bien nos vino dado y como no, la comparación entre las búsquedas en los servidores de Internet y sus raíces en las bibliotecas. Por último me ha hecho gracia leer que el “plagio” y los escándalos son tan antiguos como los propios concursos literarios y que tal vez por eso llamemos ”fallos” a las decisiones de los jurados.


Necesitaría muchas páginas para seguir hablando maravillas de este ensayo ilustrativo, enriquecedor, reflexivo y entretenido  en el que todo encaja en este paseo de lujo por los portadores de palabras.

Cuando hablo de los libros siempre digo que “ELLOS” me han salvado la vida, que en los malos momentos, en las pequeñas alegrías y en las inesperadas tragedias, siempre han estado ahí, imposible hablar mal de “ELLOS”.


Lectura interesante y sin fecha de caducidad, apta para todos los públicos que se ha convertido en el libro de cabecera, lo he leído despacio, con mimo, releyendo datos interesantes, apuntando frases para el recuerdo, reconociendo alusiones literarias a escritores y novelas que ya han pasado por mis manos, asombrándome de la manera en la que Irene hilvana pasado y presente de la literatura, reconociendo en sus páginas lugares que he visitado con la emoción que esto provoca, compartiendo con ella el placer de caminar por los pasillos de una biblioteca, descubriendo las menciones al mundo del cine y a la música en montones de páginas, por no hablar de las referencias etimológicas, coincidiendo con esta maña que a pesar de los malos presagios y crónicas nefastas, los libros nunca morirán y sabrán superar los desafíos de la tecnología en su implacable proceso de adaptación.


El infinito en un junco es, ante todo, pura literatura, pero además es  un magnífico libro de historia y un curioso libro de viajes. Sin duda un homenaje brutal a ese “creador de una cadena invisible de gente que, sin conocerse, han protegido el tesoro de los mejores relatos, sueños y pensamientos a lo largo del tiempo”. “Gente común cuyos nombres en muchos casos no registra la historia, esos salvadores de libros que son los auténticos protagonistas de este ensayo”.

Solo espero que os guste.


“Nuestra piel es una gran página en blanco; el cuerpo, un libro.  El tiempo va escribiendo poco a poco su historia en las caras, en los brazos, en los vientres, en los sexos, en las piernas”.

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