No me intimidan los libros de seiscientas o setecientas páginas, si tras leer su anverso estoy convencida de las horas de buenas lecturas que ellas me han a proporcionar. Leonardo Padura no es desconocido para mí, hace ya unos años leí “El hombre que amaba a los perros” una novela fascinante sobre uno de los asesinos más conocidos de la Historia, Ramón Mercader, el asesino de Trotski. Ahora le toca el turno a “Como polvo en el viento”, la historia de un grupo de amigos que ha sobrevivido a un destino de exilio y dispersión en diferentes partes del mundo, sin perder entre ellos unos lazos de amistad invisibles pero poderosos, el escritor cubano nos regala a través de las experiencias de este clan el dolor, el impacto y la impronta del trauma de la diáspora de estos exiliados en lo que es un retrato intenso de humanidad.
“El día comienza mal para Adela, joven neoyorquina de
ascendencia cubana, cuando recibe la llamada de su madre. Llevan enfadadas más
de un año, porque Adela no solo se ha trasladado a Miami, sino que vive con
Marcos, un joven habanero recién llegado a Estados Unidos que la ha seducido
por completo y al cual, por su origen, su madre rechaza. Marcos le cuenta a
Adela historias de su infancia en la isla, arropado por un grupo de amigos de
sus padres, llamado el Clan, y le muestra una foto de la última comida en que,
siendo él niño, estuvieron juntos veinticinco años atrás. Adela, que presentía
que el día se iba a torcer, descubre entre los rostros a alguien familiar. Y un
abismo se abre bajo sus pies”.
Desde el principio me atrapó, he de
decir que la forma de escribir de Leonardo me resulta agradable y que el
interés por el relato se mantuvo hasta el final. Es entretenida, emotiva e
intensa sin olvidar que en todo momento me proporcionó un aprendizaje acerca
del ayer y el hoy de la Historia de Cuba. Muy probable que la propia
experiencia del autor tenga mucho que ver en la manera de contar este fenómeno,
no en vano, sabe lo que significa quedarse toda la vida en el mismo país
mientras que amigos y familiares deciden exiliarse, de ahí que uno de los ejes
temáticos alrededor de los que gira la novela sea el impacto del desarraigo y
la fuerza de la amistad.
En 1977 el grupo Kansas lanzó una canción “Polvo en el viento” hablando
sobre el sentido de la vida y el paso del tiempo, esos versos plenos de
tristeza y aceptación, inspiraron el título de este libro de impactos
emocionales de un grupo de amigos que abandonan unos y se quedan otros y que juran
amor eterno a Cuba. Cada vida dejará su huella personal y esas experiencias son
las que nos llega a través de la escritura de Padura en una estructura no
lineal, compleja, con idas y venidas en el tiempo y dosis de intrigas
constantes a lo largo de casi setecientas páginas.
Por supuesto, no le falta la trama detectivesca, la acción comienza en 2016, cuando Adela, una joven
norteamericana de ascendencia cubana, mira una foto de su novio Marcos, sacada
años atrás en La Habana. En ella aparece un grupo de amigos de los padres del
chico, que se hacen llamar el Clan. Entre las personas del grupo, Adela descubre
a su propia madre, embarazada, quien ha ocultado su pasado a la familia. Este
suceso desata el desarrollo de los hechos, que se extienden desde 1989 hasta
2016. La novela va contando a partir de ese
momento la vida de cada uno de los que salen en la foto, confeccionando un
retrato de todos y cada uno de los que aparecen, en un viaje del pasado al
presente, en un minucioso lienzo de la vida de los protagonistas de esta novela
coral.
Personajes trazados a la perfección, llenos de contradicciones,
afectados por la culpa, el miedo, la desolación, la sexualidad, los secretos,
la maternidad o la esperanza desencantada. Pero unidos en una suerte de soledad
compartida, el compañerismo y las ganas de vivir. Puedo estar dando la sensación
de un relato descarnado y triste, nada más lejos del contenido de la novela, es
una descripción ajustada de la realidad de los cubanos dentro y fuera de Cuba,
construido con esas dosis sociales, psicológicas y costumbristas muy del estilo
de Leonardo.
Ninguno de ellos es el narrador
elegido por el escritor, recurre al narrador
omnisciente, por ser el más adecuado para una novela que tiene tantos
personajes, tan diversas situaciones y variados saltos en el tiempo. Así, el
narrador tiene la potestad de contar con lujo de detalles los entresijos de los
pensamientos y sentimientos de todos y cada uno de los protagonistas y además
puede adentrarse en la historia de la Isla para narrar los acontecimientos, sin
estar atado a un solo punto de vista, eso le da a la ficción un aire de novela
clásica que la engrandece.
No hacer mención al lenguaje es dejar atrás un detalle a tener
en cuenta, Leonardo mantiene el ritmo de una narración fluida, agradable,
intrigante y en muchos momentos se disfruta con lo coloquial, con ese lenguaje
tan suyo que tienen los isleños. Utiliza ese barroquismo cubano en algunas frases,
con esas hipérboles expresivas que con tanta gracia y tantos “demasiados”
adornan el texto y las conversaciones en la isla.
No es una novela de denuncia política, aunque las alusiones
históricas están presentes sin llegar a monopolizar el contenido de la misma,
no en vano sirve para crear el ambiente en el ocurren los hechos, la corrupción
de los años 80, la represión del régimen castrista y el control social que se
queda con lo más esencial de una vida. Cada entorno es descrito de manera
puntillosa, incluso a mi gusto abusa de los detalles en el sensualismo de
algunas escenas y en lo explícito de las relaciones sexuales. Todo, no lo voy a
negar, ayuda a crear ese clima de añoranza conjugado con sus
experiencias y el impacto de la revolución cubana. Tengo la impresión que podía
estar hablando de una “tribu” de su generación, pero es solo una opinión.
Me ha parecido un acierto como casi desde el
principio y durante toda la narración el autor mantiene un toque de misterio en
torno al Clan con una desaparición inesperada y con una muerte que ha podido
ser un suicidio o un asesinato, algo irá develando poco a poco, igual a como se hace con la búsqueda
de un asesino a lo largo de la narración de cualquier novela negra. Creo que es
un acierto en una historia donde el miedo y el terror se convierten en
el eje vertebrador de la misma, “sentir miedo te jode la vida”.
Consiguió Padura que yo, formará parte de la
resolución de los conflictos narrados, me hiciera buscar culpables a la muerte
de Walter y pensara en algunas respuestas a los misterios planteados; dicen que
cuando eso sucede es que te ha gustado y te has metido en la esencia de la
narración, de manera que no me queda más que recomendarla. Por cierto, destacar
los personajes femeninos absolutamente creíbles, su fuerza, sus luces y sus
sombras que llegan a ser de lo mejor del relato. Os gustará.
“La soledad es escuchar al viento y no poder contarlo a nadie”.
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